«El corazón de la auyama sólo lo conoce el cuchillo»

Por Santiago Rafael Caba Abreu

Cuando dejamos de existir nos convertimos en los mejores seres humanos de los que habitaron el globo terráqueo. Los halagos y reconocimiento a nuestros atributos personales, virtudes y don de gente vuelan de la boca de todos, hasta de los que deseaban nuestra muerte.

No es de sorprenderse porque los sentimientos adversos que un día existió en alguien cambie positivamente, talvez porque las circunstancias que lo generó haya curado heridas o porque el vaivén del tiempo nos haya hecho reflexionar para hacernos entender que tuvimos equivocados, en fin, las pasiones del hombre se transforman como la piel con el paso de los años. Nuestros antepasados acuñaron frases lapidarias, fruto de sus experiencias personales o arrastradas por las vivencias de generaciones anteriores que le prorrogaron viejas culturas. Por ello he tomado como pié de amigo para caminar sobre el lomo de un dicho campesino este humilde análisis sobre el pensamiento de la sociedad dominicana frente a los últimos sucesos políticos, en torno a los cuales gira la atención y el debate del curso electoral 2020.

Realmente nadie sabe lo que sucederá en el futuro político más cercano, pero no hay plazo que no se cumpla, lo que nos conduce a creer que este proceso electoral venidero traerá consigo una lucha a muerte entre los conservadores y los liberales, los tradicionales y los innovadores, los orgánicos y los inorgánicos de la República Dominicana, pues los espacios se les están cerrando a unos y otros intuyen que ya no les queda más oportunidades.

Mientras tanto no sabemos cuál camino habrá de seguir el pueblo, sí hastiado por el estado de cosas decide asumir una actitud de cambio, o sí por el contrario el conformismo de los que asumen que esto no lo cambia nadie y todos son iguales deciden continuar los derroteros actuales para expresar un modo de vida inspirado en el conformismo colectivo. Es que «el corazón de la auyama solo lo sabe el cuchillo» y para averiguarlo hay que partirla en dos.