Una campaña electoral que centraliza las funditas de comida ante ausencia de caravanas y mano a mano

José Alfredo Espinal

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SANTIAGO.- Además de las fundidas de comida que hizo costumbre el extinto presidente Joaquín Balaguer en la campaña electoral,  también era famoso el abrazo y el beso a la «vieja». Por supuesto, las caravanas y los mano a mano de los candidatos presidenciales y a nivel legislativo.

Con la repartición de las fundidas ni siquiera el coronavirus ha podido. Incluso, ahora la clase política se ha dado vida haciendo campaña con el hambre de los pobres. Por el confinamiento, las demás actividades están paralizadas.

Se le agrega a ese populismo la entrega de tarjetas de Solidaridad, más abultada, con unos chelitos extras a través del programa «Quédate en Casa».

Los políticos, principalmente los grupos gobernantes que quieren continuar en el poder, se hacen eco de todas esas prácticas para lograr el voto de aquellos que, en su mayoría, piensan con el estómago.

Las fundidas de comida y las ayudas por medio del programa Quédate en Casa es la principal vía para buscar los votos por parte del oficialismo.

Por lo menos en este proceso electoral a nivel presidencial y congresual el asfaltado de calles, las caravanas y las grandes concentraciones políticas quedaron en el pasado, a causa del coronavirus.

Pero volviendo al abrazo y al beso a las viejitas, ya ni siquiera eso tendrán de los políticos.  Era lo único especial que recibían en campaña,  porque las raciones alimenticias también se las ofrecen a otros con iguales o peores situación económica.

Lo triste del caso es que esa práctica populista es herencia política de Balaguer. Y hasta nuestros días persiste y yo diría que, la vamos a seguir viendo por mucho tiempo. Es parte de una cultura que tiene su base en la pobreza del pueblo y eso es lo que más abunda en la República Dominicana. ¡Que pena!…