José Rafael Sosa
Especial/Caribbean Digital
Tilín Tilón es un musical que vimos el pasado jueves y que se monta este fin de semana en el Palacio de Bellas Artes comportando un despliegue arte escénico a cargo de un variopinto elenco, integrado tanto por un equipo de jóvenes inscritos en una generación que emerge para dejar constancia de su fuerza que procura fortalecer nuevas huellas en el género, como por algunas figuras establecidas y algunas de ellas, virtualmente retiradas de escenario, como el caso de Aisha (Isabel Aracena), quien bendijo el auditorio Máximo Avilés Blonda con la seductora sonrisa con que ha sido premiada por Dios.
Joyce Roy nos muestra, como productor, una vertiente nueva del musical dominicano, quien une talentos con Valentina Grillo (en la dirección coreográfica), Claudia González (dirección vocal) y Gabriel Belliard (dirección musical), para producir uno de los más hermosos espectáculos de arte disfrutados en el Palacio de Bellas Artes, pese a algunos detalles propios de un ensayo general, como fue la presentación del pasado jueves.
Las actuaciones
Al evaluar su mensaje, la actuación actoral, el conjunto coreográfico, el factor de la interpretación vocal y musical, el balance que queda es altamente positivo, pese a detalles perfectamente prevenibles como la adherencia de las luces al vestuario y algunas pelucas, lo que no puede en forma alguna, restar mérito a un trabajo que merece la más alta valoración a la luz de la responsabilidad que implica montar un musical a partir de un talento infanto-juvenil, reforzado por figuras establecidas, incluyendo un regreso de noble recuerdo con Aisha (Isabel Aracena). Su presencia, que no fue ubicada como la estelar, es fresca, y su sonrisa inolvidable, vuelve a escena.
El mensaje que lleva Tilín Tilón tiene la virtud de ser directo, asimilable y ejemplarizador al valorar las personas por encima de sus condiciones económicas y dar paso a la solidaridad y la amistad como dimensiones humanas fundamentales de la vida.
En la actuación, los principales lauros los tiene joven artista Bianca García, (Payaso Encerrado), que deja sentir la huella de una impronta artística que la diferencia. Ojo con ella. Es una actriz y educadora que ha desarrollado una carrera meteórica, gracias a un talento debidamente manejado en su formación académica y sus actitudes personales hacia la interpretación. Se destacan por sus actuaciones Daniela Machuca (Ágata, la protagonista infantil de la historia), quien seduce al público por la autentica consistencia con que se conduce; Mario Peguero, (Juguetero y Ken), quien muestra la profundización de una trayectoria, mas allá de las promociones televisivas, Hony Estrella (Barbie), que reivindica sus más recientes apariciones; Jared Gómez (Rambo de la Selva), – sorprendente- y Alejandro Espino (Robot), una de las voces masculinas más hermosas del trabajo a lo que suma su caracterización y el éxito del maquillaje basado en la imaginería de Terminator.
Los fallos
Cierto que hay falta de coordinación en algunas coreografías, sobre todo en el desbalance que se nota entre los “chicos de la calle” en el primer número, cierto que algunos detalles del vestuario (como las luces y algunas pelucas) se despegan con el movimiento de bailes y actuaciones, pero ello de ninguna manera, pone en duda, la consistencia de este proyecto, que es una oferta valida, fresca, caleidoscópica por sus numerosas actuaciones para ser recordadas y disfrutada.
La ruta del musical
El camino para desarrollar el musical dominicano ha sido extenuante, dadas la existencias del género que totalizan el número más demandante de exigencias en la formación y la adecuación de habilidades y actitudes que recorren desde el baile, canto, actuación y otras formas de expresión de la escena.
Ha pasado el tiempo en el cual el público local, se conformaba cuando alguna compañía de Broadway tenía fechas disponibles para hacer un par de funciones dentro de una gira latinoamericana, para que el musical pudiera ser disfrutado con el respeto que merecen sus demandas.
Entonces, hubo quienes creyeron en que, debidamente entrenado, personal dominicano, ya adulto, ya infantil o juvenil, pudiera entregarse al compromiso, y salir con gloria y palmares al cerrar la última escena. Lugar que merecen en ese itinerario para Nuryn Sanlley, el maestro Amaury Sánchez, Luis Marcel Ricard y algunos otros nombres que no llegan al tintero pero que tuvieron (y tienen) la marca de lo “hecho en RD” para con el musical.