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Las calles han perdido su dinámica y el buen ánimo, algo considerado cotidiano, ha desaparecido.
Hoy, lo único que destaca en particular en la “Zona Cero” de San Cristóbal es el fuerte resplandor del sol que cae sobre aquellos que se atreven a ir y venir entre esas vías.
Nada de eso es suficiente para devolver la eficiencia comercial y los negocios que permanecen en el área, ni la energía de los compradores que expresa su esfuerzo y trabajo.
Un año después de la catastróficaexplosión de una fábrica en San Cristóbal, que arrebató el aliento a decenas de personas, lo que era considerado por muchos como una zona central, debido a la venta de ciertos enseres que solo se conseguían ahí, no representa más que traumas, dolor y nostalgia.
Los familiares de 32 víctimas mortales y de 10 en categoría de desaparecidos a los que aún no se les ha emitido acta de muerte, todavía se resisten a aceptar estas pérdidas humanas cercanas.
Tal es el caso de Judith Montero, la madre de Cheri Vizcaíno, un hombre de 32 años que falleció durante la desgracia.
Para Judith, los días no han terminado de pasar desde ese 14 de agosto de 2021 cuando su hijo salió a acompañar a su esposa a la clínica y se despidió de ella, deseando su bendición, sin imaginar que no volvería a verlo jamás.
Cheri sólo pasaba por la cercanía de la empresa Vidal Plast, donde las autoridades afirman que se originó la explosión y su posterior incendio. Al ser impactado, perdió la vida y dejó en su madre el pensamiento de que volvería algún día a recorrer el camino hasta llegar a su hogar.
“A un año de la muerte de mi hijo, no me he podido recuperar. Todavía me levanto y espero que él llegue, que baje a dejar su motor en mi casa. Para mí no existen días y noches; todos son iguales desde que mi casa perdió su pilar”, aseguró, entre lágrimas.