Nuestra identidad nacional

Por Alejandro Almánzar

Desde Mi Ventana Óptica

Especial/Caribbean Digital

NUEVA YORK./ Cuando los pueblos son incapaces de defender los legados de sus grandes hombres, se convierten en despreciables. Cada grupo humano posee una estampa única, que los caracteriza más allá de lo genético, la cultura y costumbres.

Periodista Alejandro Almánzar.

El individuo que carece de esa marca indeleble, tiene serios problemas de personalidad, y no es casual, que nuestra gente reniegue  de aquello que nos identifica como pueblo, el merengue, la bachata, el sancocho, el cazabe y el idioma.

Pero peor “suerte” tiene un país, cuando su clase política sólo usa al ciudadano como pavos y cerdos en Navidad, y el patriotismo lo empuñan para conveniencias personales. No es justo, que en tiempo de campaña política busquen el favor de los votantes y cuando tienen que tomar importantes decisiones, no les consulten.

Por ejemplo, en la Cedula de Identidad y Electoral, ya no existe el color “Indio” conque se tipificaba el color de la piel de algunos nativos de República Dominicana.  Por sugerencia de la ONU, en lo adelante, seremos Blancos, Negros y Mulatos.

El término “Indio” proviene del gentilicio de los nacidos en India. Desconocemos los motivos históricos que tuvo Trujillo para convertir esto en una denominación racial, quizás lo hizo, consciente de que esto nos mantendría conectados con la raza que señoreo a Quisqueya antes del “Descubrimiento”.

Pero quienes en esta media Isla se acuestan embriagados de orientales e intentan despertar europeos, aprovechan cualquier debilidad social para tratar de alejarnos de nuestro inseparable origen, aunque quienes conocen un chin la historia, si algo les asquea, es saber que estamos ligados a lo peor que llegó de Europa, en 1492.

En la Constitución de Leonel y Miguel, se estableció la figura del Plebiscito, que da supuestos derechos a la ciudadanía, a revocar mandatos a funcionarios elegidos, dice también, que el poder emana del pueblo, pero esta decisión fue adoptada sin consultar a la sociedad al respecto.

Eso podría verse como una insignificancia, pero el objetivo puede ser, sacarnos poco a poco de esos orígenes, lo que debemos preservar a cualquier precio, y si era necesario eliminar esto de la Cedula, por respeto, debió consultarse a la población y escuchar su parecer.

Tanto el Congreso Nacional, como las grandes naciones, deberían permitirnos a los dominicanos ser dueños de nuestras decisiones. Si la Real Academia de la Lengua puede agregar al diccionario, adefesios gramaticales nuestros, no entendemos por qué, los congresistas no fueron capaces de advertirles a  la ONU, que dicho término es parte de la herencia dejada por Enriquillo y Caonabo.

Que el color “Indio”, es de lo poco que nos queda como referente de lo que significó la “evangelización” del Nuevo Mundo, y sin importar que haya surgido de un dictador, por su valor histórico-cultural, debe ser respetado, pues decisiones mostrencas, no podrán despojarnos de la verdadera identidad nacional, que como sucesión nos dejaran esos grandes hombres.

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