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CABO SAN LUCAS, México (AP) — El gobierno mexicano prepara un puente aéreo en La Paz y Los Cabos a fin de evacuar a los turistas nacionales y extranjeros que están varados en Baja California Sur después del paso del huracán Odile.
Odile tocó tierra la medianoche del domingo y continuaba a su avance por el golfo de California debilitado como tormenta tropical pero provocando peligrosas lluvias.
La secretaría de Gobernación indicó que para el puente aéreo se recurriría a aviones militares y comerciales y que se utilizarán los aeropuertos de La Paz y Los Cabos, que todavía siguen cerrados a vuelos comerciales. En el caso de Los Cabos, Odile dejó totalmente destruido el interior de la terminal.
El mandatario mexicano Enrique Peña Nieto llegará esta tarde a La Paz en helicóptero para conocer de primera mano los daños ocasionados por el huracán y supervisar la evacuación de los turistas, informaron funcionarios de Presidencia.
Las autoridades indicaron que había unos 30.000 visitantes en este turístico destino, 26.000 de ellos extranjeros, que permanecían en hoteles habilitados como refugios o en albergues temporales.
Luis Felipe Puente, Coordinador Nacional de Protección de Civil, dijo que la prioridad sería sacar primero a personas con problemas de salud y a turistas extranjeros y mexicanos de la tercera edad.
Responsables de emergencias indicaron que 135 personas habían sido atendidas por heridas leves producidas por cristales rotos y objetos caídos, pero no había muertos ni heridos de gravedad por el momento aunque sí cuantiosos daños materiales.
La mayoría de los postes de luz de la zona habían sido derribados, indicó Puente, dejando a 239.000 personas en el estado de Baja California Sur sin electricidad. Muchos carecían también de agua potable y había problemas de comunicación todavía el martes, porque las antenas de telefonía habían resultado dañadas. Los puertos permanecían cerrados.
Antes de avanzar hacia el norte el lunes por la noche, Odile tocó tierra la noche anterior cerca de Cabo San Lucas como huracán de categoría 3 antes de debilitarse rápidamente, derribó árboles, postes de luz y señales de tráfico en la autopista principal de la región, que en un momento dado se vio inundada. Innumerables ventanas se rompieron en coches de alquiler y habitaciones de lujo, y las fachadas de algunos complejos turísticos se hicieron añicos.
El lunes, tras la noche de devastación, hubo algunos saqueos a pequeños supermercados ante la mirada de militares que, en este tipo de situaciones, permiten que la gente saque alimentos pero no otros objetos.
«En los siete años que estoy aquí nunca había pegado, nunca me había tocado algo así», dijo a la Associated Press Alejandro Tealdi, de 32 años, residente de Cabo San Lucas y nacido en Argentina.
El martes por la mañana, Odile recorría se adentraba en el mar de Cortés, dejando fuertes lluvias que podrían provocar peligrosas inundaciones y deslizamientos de tierra, pero también un posible beneficio para una región afectada por la sequía.
El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos señaló que la tormenta registraba vientos sostenidos máximos de cerca de 95 kilómetros por hora (60 millas por hora) el lunes por la noche. Su centro se encontraba 65 kilómetros (40 millas) al sureste de Bahía de Los Angeles (Baja California) y a 135 kilómetros (85 millas) al oeste suroeste de Bahía Kino (en el estado continental de Sonora). Avanzaba al norte-noroeste a 15 kph (9 mph). Los efectos de tormenta tropical se extenderán 240 kilómetros (150 millas).
Charly Park, de 52 años, llegó el domingo a la zona procedente de Los Ángeles, pero en lugar de ir a su habitación de hotel, su mujer y él pasaron la noche en un abarrotado y caluroso refugio.
«Es una experiencia horrible, sin aire acondicionado, sin ventiladores (…) todos los cables de la luz se cayeron», dijo Park.
Muchas viviendas y negocios quedaron reducidas a meras estructuras. En Colonia Unidad Real, un barrio levantado hace unos años en un antiguo lecho fluvial, cientos de viviendas resultaron dañadas o destruidas, con escombros repartidos por todas partes.
Graciela Castillo Monroy, de 44 años, y su familia, regresaban a su vivienda desde un refugio cuando se encontraron que el tejado de su casa había volado y dos de las paredes habían colapsado.
Recogió lo que pudo sobre un colchón y dijo «pues ahora a empezar de nuevo otra vez. No nos queda de otra que seguir adelante».