«Ingresar a un mundo mágico»: ¿De qué trata la arqueología subacuática?

«Es el estudio de la vida humana en el pasado, a través de restos materiales que pueden estar en mares, ríos, lagos y lagunas, pero siempre bajo el agua», comenta Dolores Elkin para intentar explicar qué es la arqueología subacuática, su especialidad. «Más allá de la arqueología, hacer esta actividad es ingresar a un mundo mágico, nuevo, muy diferente a lo familiar de la tierra», así lo siente la integrante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina.

A su vez, se sumerge relatando experiencias personales: «Hay colores, sonidos y sensaciones que son muy particulares y que se enriquecen cuando uno tiene el privilegio de tocar o ver algo que hace siglos ha estado allí, vinculado a otro ser humano. Uno siente esa conexión con la última persona que lo tocó antes de que yo lo pueda ver». Su trabajo es estar abierta al descubrimiento, pero también su filosofía de vida. 

«El agua es un elemento esencial para el desarrollo, también tuvo múltiples usos en la historia. Uno solo piensa en barcos, pero hay cosas que tienen miles de años de antigüedad, que por distintos motivos quedaron allí abajo», afirma Elkin. A su vez, subraya otro dato clave: «Pensemos que el nivel del mar fue cambiando con el correr del tiempo». 

La trabajadora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL) explica que bucea con tanques de aire comprimido en la espalda: «La imagen típica del buceador», ejemplifica. Por lo general, ella y su equipo pueden ingresar al agua nadando desde la costa o a bordo de una embarcación para luego zambullirse en un lugar específico. 

«No utilizamos vehículos tripulados o cosas más sofisticadas, lo nuestro es más directo», aclara la entrevistada. La mayoría de las veces desciende hasta los 20 metros de profundidad, aunque tiene una habilitación de 40. «Cuando uno trata con embarcaciones u otros elementos hundidos, por lo general están cerca de la costa y a pocos metros bajo el agua», cuenta Elkin.

Hallazgos históricos 

Echarse al agua y empaparse de interrogantes en un espacio con menos respuestas que en tierra firme. Mojarse en un mar de preguntas donde muchas veces no se sabe qué hay debajo o cuando la información por encontrar es más abundante que la obtenida previamente. Lo práctico se vuelve conocimiento. Así es la vida, según Elkin.

Y cuando alguien vive de esta forma, sobran las historias para contar. Entre sus investigaciones, se destaca el evento que más la atrapó: el hallazgo de restos humanos en un barco de guerra inglés naufragado en Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz, en 1770. «El esqueleto lo excavamos en el verano del 2005 y 2006, fue hasta ahora la experiencia más intensa. No hablamos de un artefacto, hablamos de una persona», subraya.

Cuando hay descubrimientos, todo es asombroso. Aparecen los medios de comunicación, las entrevistas y los halagos. Sin embargo, en esta profesión la perseverancia es un pilar fundamental, porque los resultados pueden tardar mucho tiempo: «El trabajo en la nave duró bastantes años», resalta. Nada es de un día para el otro. 

¿Indígenas y europeos convivieron pacíficamente?

El último hallazgo de la entrevistada llamó la atención de personas que no están inmersas en la materia. Se trata de un navío español que, según los registros obtenidos por la experta, naufragó en el siglo XVIII en las costas de la provincia de Tierra del Fuego, conocida como ‘El Fin del Mundo’, al extremo sur de Argentina. Sin embargo, para los tripulantes europeos ese no fue el final.

El barco mercante se llama Purísima Concepción y estaba financiado por la Corona española a cargo de la conquista en la región. Se trata de un barco mercante utilizado en ese entonces para comunicar al Viejo Continente con las colonias de América Latina. Aunque se desconoce la valoración del navío en aquellos años, Elkin sostiene que esta clase de viajes eran importantes: «Traía elementos preciados, como medicamentos, libros, dinero, correspondencia y objetos de uso cotidiano», enumera.

Entre cada viaje pasaban muchos meses, no eran tan habituales. En este caso, el barco partió desde Cádiz con destino a Lima —centro neurálgico del imperio en Sudamérica—, hizo una parada en Montevideo pero se hundió en lo que hoy se conoce como territorio argentino, en el Cono Sur. 

«Lo que más me atrapó fue el éxito. Es una historia que se destaca porque todo salió bien, a diferencia de otros naufragios que son catastróficos», subraya. En efecto, la doctora remarca que todos los tripulantes —193, según sus documentos consultados— sobrevivieron al percance. 

Por otro lado, relata que «convivieron pacíficamente con los indígenas durante tres meses», contraponiéndose a lo que el sentido común podría suponer ante esta clase de encuentros, por lo general más violentos. Durante ese tiempo, los hombres blancos construyeron un nuevo barco y lograron navegar hacia Buenos Aires, donde estaba establecido el Virreinato del Río de la Plata. 

«Imagino esa relación con recelo por parte de ambos grupos. Seguramente no se relajaron mucho, pero el solo hecho de que no haya habido violencia o confrontaciones bélicas, para mí ya es destacable», resalta. Vale mencionar que el Estado argentino todavía no existía, recién entre la Revolución de Mayo de 1810 y la declaración de su independencia en 1816 comenzó a conformarse como tal, y años más tarde, a expandir sus fronteras por medio de la fuerza contra los pueblos originarios. Volviendo a la época del navío, muchos territorios todavía seguían bajo control de aborígenes, sus dueños originales. 

«Los indígenas probablemente ya habían visto a otros europeos, porque para 1775 ya habían pasado otros barcos por allí, aunque no hayan naufragado», aclara la investigadora. Al mismo tiempo, destaca que para los españoles «los indígenas de la Patagonia y la parte más austral eran una gran curiosidad, los describían en sus crónicas como seres muy distintos». 

En la actualidad, la logística de la campaña y el traslado al lugar estuvieron financiados por National Geographic, pero el presupuesto no alcanzó para sumar a especialistas españoles. Sin embargo, hay cooperación entre ambos países, o al menos se informan sobre los avances ya que son parte de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, de la Unesco. Este organismo «aconseja que se trabaje de forma consensuada», repasa la experta. 

Desde otro punto de vista, vale destacar que refutar o confirmar datos históricos es una parte importante del oficio, pero no la única. Conocer cómo se van transformando los materiales, para saber con qué urgencia deberían ser excavados, es otro aspecto fundamental. 

Rol en la sociedad

Elkin piensa que la arqueología subacuática comienza a valorarse socialmente, aunque «no es una profesión que esté bien remunerada». En esa línea, puntualiza: «Implica sacrificios, hay semanas donde uno está alejado de su familia, no es todo tan color de rosa. Pero si uno hace lo que le gusta, el balance general es positivo», comenta la trabajadora estatal.

Por otro lado, valoriza: «Nuestro trabajo realiza aportes a museos, circuitos turísticos y otras maneras de relacionar a las comunidades con el pasado». Para cerrar, considera que «cuando uno se acerca más a la verdad, tiene mejores opciones para pararse en la vida y capitalizar ese conocimiento», y concluye: «Es importante conocer nuestro pasado, tiene que servirnos para vivir mejor nuestro presente y futuro». 

Leandro Lutzky

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