Goles son amores: Trascendencia

Caribbean Digital

Para mi amigo Eider Matos

Hay un fragmento último de Modric, un fragmento que no es un fragmento, sino una generalidad acerca de la significación de la trascendencia moderna. “No me preocupan estas cosas”, responde al finalizar el partido contra Rusia, a la pregunta sobre un posible Balón de Oro. Lo de Modric tiene que ver con esa ansiedad estándar de algunos tipos apacibles: establecer, a partir de expresiones diversas, que lo único preocupante son las cosas que se parecen al silencio, como los pases perfectos.

Modric lleva toda la vida jugando sobre la base de lo que no escuchamos nunca y el remozado fútbol de los premios es un fútbol estridente que cotiza mediante gritos de gol: en la última década, a nivel de distinciones individuales, las recompensas llegaron mientras llevaron detrás un componente bullicioso, casi proselitista. El sostenimiento de esa algarabía depende de hombres casi siempre impávidos, con palabras mínimas y posturas pulcras que son, para desgracia del marketing, tipos con la heroicidad restringida por sí mismos o, lo que es igual: tipos difícilmente industriales.

Todo lo que Modric significa para el Real Madrid y para Croacia se reduce a esas cuestiones que no pasan por estrategias de la construcción simbólica. Modric no se vuelve mito a partir del diseño de un proceso, sino a partir de un proceso que parece diseñado: creció en una guerra en la que fusilaron a su abuelo y su familia se tuvo que marchar; lo descubrieron en un hotel de refugiados, dándole patadas a una pelota… Cuando le preguntan por aquellos años, prefiere no hablar.

Esta selección de Croacia se rige por repertorios de tipos con conceptos sentimentales de la trascendencia, conceptos que no entenderán algunos porque no guardan relación con el fútbol de alaridos y premios. A Rakitic, por ejemplo, le preguntaron si el equipo podría ganar el Mundial y alcanzó a decir en una de las líneas: “es un mes y medio sin mis hijas”.

Cuba Debate