Goles son amores: Erguirse

Caribbean Digital

Yerry Mina pasa buena parte del tiempo mirando hacia arriba. Es un ademán acompasado. En el fútbol, arriba no hay tanto. El fútbol es un deporte tendido que las tácticas y las pizarras volvieron vertical. El fútbol vertical, en realidad, no existe; es solo una manera de llamarle a algo, presumiblemente, menos soporífero. Si Mina mira hacia arriba, lo hace porque debe haber, allí, cierto amparo distinto al amparo colectivo, al resguardo de los otros que corren, y sangran, y gritan, y discuten y fallan penaltis. “Agradecido con Dios”, responde siempre. La vista hacia el cielo es una reverencia poco modélica: erguirse es, al menos en el fútbol, más formal que inclinarse.

Cuando Colombia pierde con Inglaterra en los penaltis, Mina sale del campo, llorando. Aparece en una imagen, acompañado por dos hombres que lo ayudan a caminar. “Terminé con el aductor reventado”, dice. El momento en que se rompe no lo vemos. El momento en que Pekerman decide poner a Zapata, sí. Quedan cuatro minutos para el final de la prórroga y Pekerman decide que jugará Zapata. Saca a Arias. Mina se queda en un instante en que debería haber salido. Los agradecimientos del técnico argentino son más terrenales, más profanos si se quiere.

Las prórrogas no suceden si antes no hay concesiones restringidas. Inglaterra irrumpe, sin donaire, por todas partes. Colombia responde, por lo general, con los aspavientos rústicos del que se arriesga y no sabe que se arriesga del todo: Cuadrado, por una banda, sin comitiva; Quintero, por el centro, sin vincularse a un proyecto definido; Uribe, cerca del final del descuento, con un disparo improbable que termina en córner. Cuando Cuadrado decidió no cobrar en corto, el tiro de esquina, al 90+3, acabó como si todo comenzase, sentimentalmente, en los límites de la ascensión: “con los pies en la tierra y los ojos en el cielo”[1].

Nota:

[1] “Ahora, con los pies en la tierra y los ojos en el cielo, a disfrutar, a estar tranquilo e ir paso a paso con nuestros objetivos”, fue una de las primeras frases de Yerry Mina en su presentación con el FC Barcelona.

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