Fanáticos repudian actitud Licey

Caribbean Digital

 

SANTIAGO. La fanaticada cibaeña que asistió anoche (jueves) al Estadio Cibao dio una ejemplarizadora muestra  de  rebeldía contra lo injusto, contra  las artimañas y se puso de pie para exigir sin violencia el respeto a los derecho que se adquieren al respaldar un evento como el béisbol.

Jugadores del Licey. Foto. Fuente EXTERNA.

Era el  octavo capítulo del juego Aguilas-Licey, bateaba Manny Ramírez, el poderoso bateador de 555 jonrones en Grandes Lligas, que  ha removido la pasión dormida por la pelota y llena cada estadio donde juegan las Aguilas.

Todos desean tener una imagen de Manny, por eso cuando va al home, miles de celulares se encienden para tratar de capturar un buen batazo del pelotero.

Anoche eso molestó a los jugadores del Licey,  que perdía  7-4  el partido ante las Aguilas, y protestaron ante el árbitro principal Domingo Polanco, las luces encendidas en las gradas  de decenas de aficionados aguiluchos.

Polanco intento pedirle al mánager Félix Fermín que ordenara fueran apagadas las luces de los celulares  y mientras  el dirigente aguilucho le explicaba que eso era imposible, más de 15 fanáticos se pararon, la mayoría  encendieron sus  celulares  y reclamaron su derecho a grabar y disfrutar el juego.

Entonces vivimos un singular espectáculo de luces, los celulares lanzando fotos  y moviéndose en las manos de los espectadores mostraron una ola  digna  del mejor show  de luces, como si la navidad fuese ayer.

Como los celulares son  modernos, los viejos reglamentos de la  Liga Dominicana no contemplan ningún artículo al respecto, razón por la que los Tigres no pudieron impedir que la humillación en el terreno fuera grabada.

El dirigente azul Dean  Treanor terminó transfiriendo de forma intencional a Manny, como para  evitar que  le diera un palo al Licey y más de 10 mil celulares  lo grabaran.

No pudo evitar, eso sí que  los aficionados sentaran el precedente, de que mejor se van del espectáculo, que ver sus derechos pagados  en taquilla, resquebrajarse por ñoñerías.

 

Fuente: El Nacional