Un tranquilizante eficaz

Por Andrés Beato Betances

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Existe un campo tan misterioso y delicado como también muy real que es la acción del Demonio en el mundo y de muchas personas.
 
Es tan así que las guerras son conocidas por el  ser humano desde el mismo principio de haber aparecido en el globo terráqueo, incluyendo al hombre cromañón o cavernícola que cuando tenía hambre y no encontraba carne para su existencia, sacrificaba a su propia especie para alimentarse. 
 
Naturalmente, la entelequia humana llamada animal pensante conoce más de las guerras que de las bondades.
Las guerras han prevalecido entre amistades, naciones y hermanos, que según la biblia, Caín mató a  Abel por la envidia. 
 
En la misma caja de bateadores están los políticos por la avaricia y no se conforman en haber adquirido un liderazgo ni tener la valentía de abrir pasos a otros dirigentes con las mismas o más capacidades, especialmente a mujeres que en la actualidad superan a los hombres en número dentro de las aulas universitarias del país, sino que sus objetivos es querer seguir siendo «jefes» como caciques de tribus.
 
Winston Churchill, general inglés en la Segunda Guerra Mundial, dijo que el problema de nuestra  época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes.
Vivimos en un mundo donde las mayorías de las gentes les gustan los poderes, las famas y las fortunas, pero no ponerlas a disposición de la colectividad, sino para exhibirlas y querer humillar y es muy normal en nuestro país con apenas 48 mil kilómetros cuadrados. 
En cambio, otros las usan para las venganzas, pero las venganzas son árboles malditos que dan frutos amargos. El dinero no lo es todo, tampoco el poder ni la fama porque al final de cuenta todo queda, todo pasa y nada se llevan.
 
El dinero es necesario porque nadie regala nada sino es a cambio de algo. Con el dinero puede comprar una cama, pero no el sueño. Puede comprar un reloj, pero no el tiempo ya que el tiempo es un preciado recurso y el peor enemigo del ser humano. Puede comprar un libro, pero no la inteligencia. Puede comprar la medicina, pero no la salud.
Puede comprar un ataúd para otros y con tu propio dinero si es que lo tienes te lo compran a ti, pero no puede comprar la muerte para evitar que nunca llegue. Puede comprar votos (corrupción), pero no el respeto.
 
De tal forma, para ser fuerte no es necesario levantar mucho peso ni tener todo un pueblo a favor o en contra, basta con levantar el tuyo y el de tu familia cada vez que te caiga. Con eso es suficiente para poder seguir respirando 24 x 7 x 12.
 
Sigmund Freud, autor del psicoanálisis expresó: «la ciencia aún no ha producido un tranquilizante tan eficaz como los son unas palabras bondadosas» y, más cuando uno llega al espacio de trabajo a realizar las labores de cada día y encontrarse con una jarra de café, servida con cariño con aroma de mujer.