¿Tonantzin o Guadalupe? El misterio ancestral de uno de los rituales más concurridos del mundo

Ni rezos ni velas prendidas, la plaza de la Basílica de Guadalupe alberga caracoles y decenas de tambores que, con potencia, reúnen a su alrededor a creyentes atípicos. Quien llegue al cerro del Tepeyac no verá un ritual católico ortodoxo. Aquí se danza, aquí hay disfraces, aquí se bebe mezcal mientras se deja caer sudor como ofrenda para que llueva.

México, convulsionado por el décimo aniversario de la guerra contra el narcotráfico, nunca antes había visto la llegada de tantos peregrinos a ver a la Virgen de Guadalupe. Todas las portadas de los medios de comunicación hablaron de cifras estratosféricas. El diario ‘La Jornada’ ofreció la cifra de más de 7 millones de personas.

La tradición católica habla de la aparición de la Virgen de Guadalupe al indígena Juan Diego en 1531. Sin embargo, Fray Bernardino de Sahagún, misionero franciscano que escribió ampliamente sobre los pueblos originarios colonizados en textos como ‘Historia general de las cosas de la Nueva España’ y ‘Calendario mexicano, latino y castellano’, aseveraba que los indígenas mexicanos ya recorrían varias leguas para llegar a este lugar.

Sahagún habla de esta manera de la Virgen María en México: «Como en esta Ciudad de México en el lugar donde está Sta. María de Guadalupe se adoraba un ydolo que antiguamente se llamaba Tonantzin y con este mismo nombre adoran ahora a Nuestra Señora la Virgen María, diziendo que van a Tonantzin, o que hacen fiesta a Tonantzin, y entendiéndolo por lo antiguo y no por lo moderno.»

RT visitó ese mismo lugar el pasado 12 de diciembre y entrevistó a diversos danzantes que realizaban rituales frente al templo guadalupano. Uno de Guerrero cuenta a RT: «Somos de un pueblo donde ahora está difícil. Por eso no vinimos el año pasado. El narcotráfico tiene tomado el lugar. Sin embargo, aquí estamos. En nuestra danza un diablo mata al cura y se realiza para pedir por la lluvia».

Otro danzante, de pueblo de Acatlán, también en Guerrero, cuenta que la danza que realizan ocupa una cuerda floja que significa la vida: «Nuestra danza representa el paso del ser humano a otro mundo». Otro afirma: «Nuestra danza es de dos jaguares, uno verde y otro amarillo. Cuando había sequías en nuestra tierra dos guerreros subieron a la montaña a recoger semillas. Los dos guerreros son los dos jaguares. El primero representa la naturaleza; el segundo cuando la siembra es cortada».

La antigua Tonanzin, venerada en este lugar por los antiguos mexicas, es una divinidad que, con distintas interpretaciones, se refiere invariablemente a la madre tierra originaria. Su nombre significa, literalmente, «nuestra venerada madrecita».

El maestro Filo Zitlalxochitzin, hablante de náhuatl, dirige un templo guadalupano no católico en la zona mixteca del estado de Puebla, en el centro de México. Tiene planeado peregrinar entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl. No llegará a la Basílica de Guadalupe, sino al cerro del Tepeyac, que está a su costado, justo al alba del solsticio de invierno: el 21 de diciembre.

«El símbolo que ha mantenido viva la civilización es la pintura Guadalupana, la Iglesia podrá decir lo que quiera porque es un negociazo para las televisoras y los políticos; fuera de lo que digan ellos, el asunto es que la obra de arte no es producto de un milagro, la pintura es material y tiene un origen».

La famosa pintura pudo ser pintada por un misterioso artista indígena de nombre Marcos Cipac de Aquino, nacido en 1572. Aunque las fuentes no son exactas, la guadalupana contiene el pensamiento del nahui ollin (cuatro puntos cardinales, cuatro épocas mexicas unidas por un centro)  y está pintada, asevera Zitlalxochitzin, al estilo de los viejos códices.

«Guadalupe tiene glifos en su túnica, nombres de tépetl que es una campana verde, las figuras en dorado en el vestido y se ven glifos donde una montaña se representa en forma de flor: es un cerro florido», asegura el maestro.

Zitlalxochitzin no habla de un sincretismo cultural, sino de una guerra de colonización en la que la religión fue fundamental. También mira el origen de la guadalupana en la matriz cultural mesoamericana.

«El día en que volvamos a darle sentido será el resurgimiento de este mundo. Se pasa de generación en generación, no es individual, pero va a tener que tomar su verdadero rostro» afirma a RT.

La Virgen de Guadalupe ha sido usada como estandarte en movimientos de liberación como el del cura Miguel Hidalgo durante la independencia de México.

Asimismo, el famoso revolucionario Emiliano Zapata, que era náhuatl, entró a Ciudad de México con un estandarte de la Virgen de Guadalupe. Los zapatistas de Chiapas usan continuamente vírgenes de Guadalupe con el rostro tapado. Durante la insurrección popular de Oaxaca en 2006 surgió la Virgen de las Barricadas rodeada de neumáticos en llamas y bombas molotov.

«Tonanzin-Guadalupe expresa el anhelo de los hombres de todos los tiempos de una vida digna en una sociedad más justa y en paz», afirma en una entrevista para ‘La Jornada’ el teólogo e historiador alemán Richard Nebel, autor de ‘Santa María Tonantzin Virgen de Guadalupe: Continuidad y transformación religiosa en México ‘.

El teólogo alemán relata que la guadalupana está inscrita en la tradición cristiana, pero en México adquirió un elemento indígena fundamental: «El mexicano se identifica con ella en una relación íntima y estrecha. El mexicano la lleva con él por doquiera que va, ella lo protege y sigue siendo su bandera de reivindicación social aunque esté lejos de su patria».

Al-Dabi Olvera

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