Médicos madrileños se sienten desbordados: Muchos tomamos ansiolíticos para ir a trabajar

Caribbean Digital 

“La situación es crítica”, “estamos desbordados”, “los compañeros van medicados a trabajar”, “no podemos crear médicos con una varita mágica”. Estas afirmaciones salen indistintamente de la boca de médicos y enfermeras que trabajan en la Comunidad de Madrid. Denuncian no sólo que no pueden más, sino que el sistema sanitario actual es insostenible por un déficit “crónico” de profesionales que se ha agravado en los últimos meses y amenaza con hacer “estallar” toda la estructura. En pocas palabras, se quejan de que son muy pocos, y los pocos que son están muy quemados. También lamentan, sobre todo, que no haya visos de mejora.

María Justicia es médica de familia desde hace 30 años y presidenta de Atención Primaria en el sindicato AMYTS. Confiesa que lo que ocurre en la sanidad madrileña, especialmente con la Atención Primaria, le “duele en el alma”. Aunque los meses de verano han sido tradicionalmente complejos en los centros de salud por las vacaciones de los profesionales, lo que ha sucedido estos meses los ha superado.

“Cada vez hay menos médicos suplentes. Irte de vacaciones supone que tus compañeros asumen la carga extra, y es una ansiedad. Además vuelves sabiendo que te vas a encontrar una carga enorme”, describe Justicia. “Es un estrés impresionante. En verano lo pasamos fatal”, reitera la médica, que asegura que si “sobrevive” el sistema es a costa de “la sobrecarga” que recae sobre los profesionales, “haciendo horas de más y no saliendo casi nunca a la hora”.

A finales de mayo, El País publicó que el plan de contingencia de la Consejería de Sanidad preveía el cierre de 41 centros de salud para este verano. Enseguida, el consejero, Enrique Ruiz Escudero, salió a desmentir el cierre de consultorios, y finalmente lo cumplió… a medias. El Centro de Salud Numancia, en Puente de Vallecas, ha dejado de ofrecer consultas médicas algunas tardes; el de Carabanchel Alto tampoco ha cerrado, pero se ha quedado a las puertas, con dos médicos por la mañana y dos por la tarde, para una población de 20.000 personas.

Tal es la situación en Carabanchel Alto que la semana pasada AMYTS denunció ante la Inspección de Trabajo esta falta de médicos. En junio, el sindicato advirtió de que algunos centros de salud podrían quedase en verano sólo con el 30% de su plantilla. El cálculo se ha hecho realidad en Carabanchel, donde sólo ha habido cuatro médicos trabajando de los 11 que hay en plantilla. Susana Calvo, una de las médicas en este centro, asegura que han estado atendiendo más de 300 consultas al día, y que ya no dan “más de sí”.

“La gota que colma el vaso”
“El problema no es de ahora”, comenta María Justicia. “Pero cuando hay un abandono crónico de años y se suma la pandemia, se hace más evidente el déficit de personal. Y es la gota que colma el vaso”, reflexiona.

Madrid se lleva la palma (para mal) en inversión en Atención Primaria. Según el informe de 2021 ’La Atención Primaria en las Comunidades Autónomas’, elaborado por la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), Madrid es la comunidad que menos porcentaje del gasto sanitario dedica a la Atención Primaria (un 11%) y la que menos gasto sanitario hace por habitante y año (147 euros, frente a los 206 de la media nacional).

María Justicia considera que el sistema sufrió el primer revés importante con los recortes que trajo consigo la crisis económica de 2008, y desde entonces no ha levantado cabeza. La pandemia ha sido la puntilla, y “esto ha estallado”, describe. Si las plantillas eran deficitarias de por sí, la pandemia las ha “mermado aún más” por las bajas por covid, por ansiedad e incluso por las muertes de sanitarios. “Calculamos que sólo en Atención Primaria hay un déficit de 1.500 médicos en Madrid” —sostiene la médica— repartidos 50-50 entre “las plazas que tenían que haber sido creadas estos años atrás y no se crearon, más las que se han generado en la pandemia y que están, en su mayoría, sin cubrir”.

La “fuga” de sanitarios a otras comunidades
“No tenemos médicos”, afirma con rotundidad María Justicia. “Y no es porque no se fabriquen médicos; es porque se van”, dice. La médica cuenta que el pasado mes de mayo acabaron 224 residentes de Medicina de familia en Madrid y, de ellos, sólo 17 firmaron contratos en Atención Primaria. La especialidad de Pediatría la acabaron 68, de los cuales sólo 5 firmaron para Atención Primaria, explica Justicia. “El déficit es bestial”, lanza.

El panorama no es mucho mejor en el sector de la enfermería. El sindicato SATSE estima que en la Comunidad de Madrid hay “más de 1.000 contratos” de enfermería sin cubrir. Y el problema no es que “no hay enfermeras disponibles”, sino que está habiendo una “fuga” de profesionales a otras comunidades, sostienen.

“Se nos están yendo de Madrid”, sentencia Ricardo Furió, portavoz de SATSE Madrid. Furió explica que las enfermeras que al comienzo de la pandemia “vinieron de refuerzo a Madrid y lo dieron todo” se han encontrado con que la Comunidad “da muy poco por ellas”. “No renovaron a muchas, o les hicieron contratos por seis meses, y se han ido yendo”, afirma.

Pero esto no sólo ocurre con las enfermeras que se trasladaron a Madrid durante las primeras oleadas de covid. “Tenemos casos de compañeras que han estado trabajando 14 años con contratos de interinas, y ahora han dejado la profesión o se han ido a otras comunidades porque aquí estaban hartas”, describe Furió.

Pesan las condiciones físicas y psíquicas que viven, pero también las materiales. Según datos de SATSE, Madrid es la quinta comunidad que peor paga de toda España a las enfermeras. El sindicato denuncia pagos de 3,48 euros la hora en turnos de noche, y un Complemento Específico en Hospitalaria de los más bajos de España, de 155 euros frente a los 493 que se abonan en Extremadura o los 815 euros al mes que se pagan en Euskadi.

“Ese es el panorama que tenemos”, resume Furió. Además, la carga de trabajo que han tenido este verano, cuando se evidencia más la falta de sanitarios, ha sido extenuante. “Antes, los puestos de la gente que se iba de vacaciones se cubrían con suplencias; pero es que este año no había enfermeras para cubrir esas suplencias”, señala Furió. El portavoz de SATSE describe “momentos en los que se ha necesitado reabrir plantas de hospital y no se ha podido hacer porque no había enfermeras”.

Ante esto, las sanitarias han tenido que “doblar turnos” y los pacientes, “esperar más horas en Urgencias”. SATSE denuncia que en Hospital de La Paz de Madrid, la Sala 3 de Urgencias ha acogido hasta a 50 usuarios, “hacinados tanto en camas como camillas y sillas”, cuando la capacidad de ese espacio es de 32 pacientes.

“Si lo normal es que cada enfermera vea a ocho o nueve pacientes, a lo mejor este verano están viendo a 14 o 15”, ilustra Furió. “Como todas las plantillas están cogidas con pinzas y al límite, en cuanto faltan enfermeras se nota”, dice. Y entonces a las que les toca trabajar acaban “doblando turnos” y cogiendo más pacientes de los que deberían. Este trabajo extra aumenta aún más la carga “física y psicológica” que de por sí ya llevan encima, y hace que “muchas enfermeras estén en tratamiento por el nivel de estrés al que están sometidas”, asegura Furió.

Ansiolíticos y antidepresivos para ir a trabajar
María Justicia, médica en Atención Primaria, es incluso más clara. Reconoce que muchos de sus compañeros “toman ansiolíticos para ir a trabajar”. “Estamos desbordados. Muchos tienen una ansiedad crónica anticipatoria de origen laboral y trabajan con ansiolíticos y antidepresivos”. Otros, directamente, están “de baja por burnout”, dice. “Y la situación va a peor”, advierte la médica. Una encuesta nacional de CSIF realizada entre 2.000 profesionales de Atención Primaria desveló el pasado mes de abril que el 85% de los sanitarios tiene ansiedad y el 64% burnout tras la pandemia.

En la crisis de la sanidad madrileña hay al menos tres aspectos interrelacionados que se retroalimentan entre sí. Uno es la falta de sanitarios, otro es la sobrecarga “bestial” a la que se somete a los trabajadores que deben suplir ese vacío, y el tercero es la “falta de calidad” en la atención que se ven obligados a dar a sus pacientes.

Agendas “infinitas”, dos minutos por paciente y pacientes sin médico
Cuando a María Justicia le toca atender a 40 o 50 personas en un día (aproximadamente un 40% por teléfono y un 60% presencial), no sólo siente “ansiedad” al ver una “agenda infinita” que va “creciendo a lo largo del día”; también sufre porque sabe que en “2 o 3 minutos” no va a poder atender de forma adecuada a cada paciente.

“Es imposible atender con calidad a una persona en 2 o 3 minutos”, admite la médica, que explica que a Atención Primaria les llegan consultas de todo tipo —urgencias incluidas— y que casi siempre suelen necesitar que el paciente acuda físicamente al centro de salud.

La realidad de las vacantes sin cubrir también trae consigo una bolsa de pacientes sin médico asignado, estimada en 600.000 personas sólo en la Comunidad de Madrid, según datos de la Plataforma Atención Primaria se Mueve recogidos por Cadena SER.

La doctora María Justicia ratifica esto. “Al haber vacantes que no se cubren, esos pacientes se reparten en otras consultas de médicos”, explica. De nuevo, los problemas asociados son dos: el primero, que “estas personas están siendo vistas por un médico o un pediatra distinto cada vez, y así es imposible hacer un seguimiento adecuado”; el segundo es que, además, “fuerzan la agenda de otros médicos”, que suman a su lista de pacientes habituales aquellos que no tienen un profesional asignado. “La bola es cada vez mayor”, se resigna Justicia.

Septiembre y la vuelta de las vacaciones podrían poner fin a estas cuestiones, si no fuera porque el déficit que describen los profesionales de la sanidad madrileña es “crónico” y “estructural”. “Volvemos a la realidad y nos encontramos con el mismo problema, porque con una varita mágica no podemos crear médicos”, apunta la médica.

Para María Justicia, el horizonte que tiene por delante la sanidad madrileña es “muy malo”. “La Atención Primaria no es sólo la puerta de entrada al sistema sanitario, sino la base”, sostiene. “Y esto es como las fichas del dominó: si caemos nosotros, caen todos, cae el sistema”.

(Tomado de Huffpost)