José Alfredo Espinal
Caribbean Digital
SANTIAGO, República Dominicana.- Acudir en busca de servicios públicos en el país ha sido históricamente desagradable. Indiferencia de los empleados hacia los usuarios se había hecho una costumbre. Incluso, los servidores públicos se creían que atender a los clientes era un favor, más que un deber al ciudadano.
Dentro de tantas cosas negativas que padece el país, se debe reconocer que últimamente ha habido cambios significativos en ese sentido.
En lo que respecta a la ciudad de Santiago, ya la población que acude en busca de servicios públicos encuentra otro ambiente.
En dependencias como Impuestos Internos, Dirección de Información y Defensa de los Afiliados (DIDA), la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santiago (CORAASAN, la Junta Central Electoral, el Ayuntamiento, en la Oficina de Pasaportes, para citar algunos casos, se respiran aires distintos. Aún existen malestares, sin embargo, se debe reconocer que quienes las dirigen han hecho esfuerzos por lograr mejoras.
Esos cambios, sin dudas, contribuyen a que la gente sienta más respeto y confianza al momento de dirigirse a una entidad estatal.
Son esas las razones por las que un ciudadano crea conciencia y paga con gusto los impuestos al Estado dominicano.
Un ejemplo particular se puede mencionar la Oficina de Pasaportes en Santiago.
El encargado de esta dependencia estatal, Pedro Pablo Pérez, apenas tiene unos cuantos meses en Pasaportes y ya el servicio en esta institución ha dado un giro favorable en la atención al ciudadano, según se ha podido comprobar.
Se nota el orden y la organización, el servicio afable y respetuoso de los servidores públicos de la oficina, lo que habla muy bien del clima laboral que se percibe se está viviendo en ese lugar.
Un funcionario hace la diferencia. Su trabajo y eficacia cambia percepciones de los servicios públicos en el país.
En la Oficina de Pasaportes en la ciudad de Santiago se ha reflejado esa diferencia a favor de los usuarios. Acudir a esta entidad estatal ya no es un dolor de cabeza.
Esas filas que se convertían en un «drama humano» se ha eliminado, ya que no se permiten acompañantes para evitar que quien esté en ella ocupe un espacio para luego «negociarlo».
Ojalá y los servidores públicos entiendan que la imagen positiva o negativa de una institución estatal se mantiene o se pierde por la calidad en el servicio y por la actitud de sus colaboradores.
Además, sería bueno que los funcionarios públicos comprendan que no siempre las críticas se hacen para dañar imagen. Todo lo contrario, éstas sirven para que se crean mejoras en los servicios, lo que al final de cuentas es lo que más debería importar.
Cuando los procesos marchan bien tendrán reconocimientos, pero cuando sucede lo contrario, existe el compromiso y el deber moral de hacerle entender a quienes dirigen que se necesitan acciones que contribuyan al cambio positivo.