La trampa en el PRD entrampa a todo el sistema, y ni siquiera nos damos cuenta

Nelson Marte

Artículo Especila/Caribbean Digital

SANTO DOMINGO. ¿Por qué -en privado, claro, el presidente Leonel Fernández dice que fue Danilo Medina quién llevó a cientos de miles de peledeístas a votar en la Convención del PRD, y Danilo dice que fue el presidente Fernández?

Periodista Nelson Marte.

¿Es que no nos damos cuenta que en estos tiempos de transparencia, y de tal vertiginosidad de propagación de la información, no podemos seguir  tapando con el mismo manto de opacidad y manipulaciones el despojo que se le hizo a Jacobo Majluta de su victoria en las elecciones de 1986; a Juan Bosch en 1990; a José Francisco Peña Gómez en 1994 y 1996?

Hoy, 6 de abril de 2011, se cumple un mes desde que se efectuaron las votaciones para elegir al candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, proceso que conforme múltiples evidencias resultó altamente contaminado, debido a lo cual se encuentra inconcluso

El PRD es uno de nuestros partidos políticos fundamentales. Pondere el lector que en las elecciones legislativas y municipales de hace apenas 11 meses, fue la organización política más votada.

Que de ese partido podría salir el presidente de la República a ser elegido el próximo año. Que no hay forma de escribir o hablar de la democracia dominicana si excluyéramos los aportes, las luchas y sacrificios de ese partido, de sus líderes, dirigentes y militantes.

Por todo eso es importante que los sectores conscientes de la sociedad, y no sólo las y los perredeístas, se hagan algunas preguntas que no se han hecho o  no han contestado ni los miembros de la Comisión Nacional Organizadora del PRD, ni  la prensa que tanto lleva y trae el tema:

¿Por qué la Comisión Organizadora, CNO, no cumplió el mandato del Comité Ejecutivo Nacional y el Reglamento de la Convención, es decir la norma, que le  mandaba excluir a los miembros del PLD y reformistas del padrón de concurrentes a la elección del PRD?

¿Por qué la CNO extendió unilateralmente el horario de votación, sin un acuerdo previo entre las partes, como debió ocurrir en una elección de tanta importancia?

¿Por qué consciente de la gravedad de esa violación, la CNO confeccionó posteriormente, según documentó el precandidato Miguel Vargas, una resolución como supuesta constancia de que la decisión había contado con la aprobación firmada de la mayoría de sus integrantes?

¿Por qué la CNO nunca consideró la solicitud de revisión formulada por Miguel Vargas, como debe hacerse en cualquier proceso eleccionario en que una de las partes lo pida?

¿Por qué antes de emitir los resultados de sus boletines, o simultáneamente con su emisión, la CNO no consideró la solicitud de revisión hecha por uno de los candidatos y, por el contrario proclamó en un “cuarto y último boletín” (aunque después emitiría dos más) al “próximo candidato presidencial del PRD” (las comillas recogen palabras textuales del entonces presidente de la CNO)?

¿Por qué la CNO nunca habló de “resultados preliminares”, como se hace en toda elección hasta tanto se estudia cualquier solicitud de revisión o anormalidad que no pudo ser ponderada inicialmente?

¿Por qué en vez de hablar de “resultados preliminares”, la CNO anuló 456 actas de centros de votación -el 12.5 por ciento  del total, sin consultar a ambas partes, como debe hacerse en cualquier elección más o menos democrática?

¿Por qué en una muestra de alrededor del 27 por ciento del padrón de concurrentes, según documentación entregada por Miguel Vargas a la prensa,  32 de cada 100 votantes fueron miembros del PLD y del Reformista, lo que representa una proporción determinante de votantes que nunca debieron aparecer en ese padrón de concurrentes, porque se trataba de una violación a la regla fundamental de la competencia?

¿Por qué el hoy suspendido y expulsado presidente de la CNO se apoderó del padrón de concurrentes –que incluye los nombres y apellidos, números de cédulas y firmas de los que votaron- y no sólo se ha negado a entregarlos a los organismos de dirección perredeísta, que se lo solicitaron de manera verbal y escrita, sino que no lo ha presentado en ninguna instancia o escenario público?

¿Por qué nadie sabe del paradero de ese padrón de concurrentes, cuando viene siendo la bitácora o la “caja negra” de la Convención?

¿Por qué -en privado, claro, el presidente Leonel Fernández dice que fue Danilo Medina quién llevó a cientos de miles de peledeístas a votar en la Convención del PRD, y Danilo dice que fue el presidente Fernández?

¿Por qué Julito Hazín testimonió ante más de 30 directores y ejecutivos de medios que un dirigente peledeísta que trabaja con él le dijo que en la mañana del día 6 de marzo llevó a votar a los peledeístas del Presidente, y en la tarde a los peledeístas de Danilo, cuando era mandato-regla que la CNO lo impidiera?

¿Por qué Ramón Peralta Reyes, quien se identifica como dirigente medio del PLD, escribió el 10 de marzo en ciudadoriental.comque “cientos de miles de compañeros (del PLD) asistieron (a la convención del PRD) pensando que le hacían un bien al país evitando que el PRD eligiera el candidato (obviamente aludiendo a Miguel Vargas) que tuviera toda la estructura para ganar”, esto a pesar de que la CNO tenía mandatos expresos para impedir que eso ocurriera?

¿Por qué muchos comunicadores ejecutan una campaña negativa en contra de aquellos a quienes les han sido denegados sus derechos y por el contrario glorifican a quienes no cumplieron o no hicieron cumplir  las reglas de la Convención?

¿Qué enfermedad tan grande y tan medular tienen sectores de esta sociedad que no sólo callan sino que incluso se hacen cómplices y se convierten en beligerantes en favor de los violadores a las normas, en este caso las reglas de la convención del PRD?

¿Qué fuerza, qué influjo tan poderoso empuja a tantas instituciones y personalidades a despojarse de la objetividad y el equilibrio que han debido tener para enjuiciar la convención del PRD?

¿Es que no nos damos cuenta que en estos tiempos de transparencia y enorme vertiginosidad de propagación de la información, no podemos seguir  tapando con el mismo manto de opacidad y manipulaciones el despojo que se le hizo a Jacobo Majluta de su victoria en las elecciones de 1986; a Juan Bosch en 1990; a José Francisco Peña Gómez en 1994 y 1996?

¿Es que no podemos advertir que la misma trampa que se ha verificado hoy en el PRD ha ocurrido ya en sindicatos, en otros partidos pequeños, en gremios de profesionales y empresariales, en clubes «de sociedad», ONGs, y que es todo un síndrome directamente relacionado con la debilidad institucional de nuestra sociedad, que hoy viene por unos y mañana vendrá por otros?

¿No negamos a comprender que todo esto no se trata sólo del interés del PRD o del PLD, ni de lo que quieran Miguel Vargas, Hipólito Mejía, Leonel Fernández o