José Alfredo Espinal
Editor/Caribbean Digital
El periodista de investigación y autor de varios libros, Esteban Rosario, considera que “El concepto moderno es equilibrio informativo, lo que significa colocar todos los actores y protagonistas de un acontecimiento y eso le da al periodista tener una posición menos contaminada frente a la información”.
SANTIAGO, República Dominicana.– La imparcialidad total de la información en los medios de comunicación y en los periodistas que laboran en ellos no existe.
No puede existir porque sea a favor o en contra, se afectan intereses, que muchas veces, están por encima de cualquier realidad social noticiosa.
Es un tema complejo de abordar y pocos se atreven a revelar las cosas como son.
Los denominados periodistas independientes tampoco puedan hacer alarde de la imparcialidad informativa.
No pueden, porque si bien es cierto que no obedecen a las directrices de un medio de comunicación determinado, no es menos cierto que algunas restricciones de amigos y relaciones podrían coartar su pluma o su lengua.
La imparcialidad la venden aquellos que se creen dueños de la verdad absoluta.
Pero ni siquiera el homicidio de una mujer en aquella famosa película “El Poder Absoluto” quedó impune, a pesar de que el asesino era el presidente de los Estados Unidos, según el filme, dirigido y producido por Clint Eastwood y protagonizada por Eastwood y Gene Hackman.
Es fácil desde la tribuna hablar de lo que pasa y lo que podría ocurrir. Es como aquel jugador sabio de dominó que sabe más mientras mira que cuando juega.
La imparcialidad o no de las noticias se lleva más en la conciencia que aquello que se pueda decir en los periódicos impresos, digitales, televisión, radio y las revolucionarias redes sociales.
Me quedo con la imparcialidad a medias. Quiérase o no reconocer encaja más hoy en día.
La imparcialidad es un criterio de justicia que sostiene que las decisiones deben tomarse atendiendo a criterios objetivos, sin influencias de sesgos, prejuicios o tratos diferenciados por razones inapropiadas.
La imparcialidad no propone que todos los individuos deban ser tratados de la misma manera bajo todas las circunstancias. Se considera aceptable y coherente que determinadas personas sean tratadas en forma diferente si tal tratamiento se justifica por razones objetivas y externas. Por ejemplo, la mayor parte de los sistemas legales establecen penas diferentes para los delitos de acuerdo a la gravedad de los mismos. Esto no implica la presencia de parcialidad: las diferentes penas se determinan según un criterio objetivo y predecible, en este caso la ley. La imparcialidad sostiene que, para todas las personas, ese criterio imparcial se aplica en forma homogénea.