Intocables e impolutos

José Alfredo Espinal

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La Operación Calamar ha encendido nuevamente el escenario político en la República Dominicana.

El apresamiento de al menos 20 funcionarios del gobierno pasado, incluyendo a tres de los principales ministros, por presuntos actos de corrupción, ha sido un duro golpe para el opositor Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Para nadie es un secreto que muchos peledeístas y sus allegados se creían intocables cuando estaban gobernando el país.  Durante años algunos hicieron de todo con el erario y nunca pasó nada. La gente se casó y le pasó factura en las elecciones del 2020.

Desde entonces casi toda la sociedad dominicana ha estado respaldando el trabajo de las autoridades del Ministerio Público. También ha sido una preocupación constante del Presidente de la República la lucha contra la corrupción y la impunidad en el país.

El combate a la corrupción, como era de esperarse, ha encontrado el rechazo del PLD por entender que esos apresamientos son poses y persecución política del Gobierno. Acusan a las autoridades de pretender desacreditar al partido morado para tratar de ganar la reelección presidencial en el 2024. Esas voces se escuchan desde la oposición política encabezada por el PLD,  sus aliados y desde otras tribunas que componen la sociedad.

Es penoso leer y escuchar cuando algunas personas se oponen a la lucha contra la corrupción. El sentimiento político opositor,  el  resentimiento hacia el Presidente y en contra  del gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM), provoca que muchos se monten en la ola y quieran justificar su defensa a los detenidos.

Pero, a los funcionarios del actual gobierno y, que se creen impolutos, sin embargo, también es bueno recordarles que “mañana pueden ser medidos con la misma vara”. La guerra aquí no debe ser contra un partido ni contra un político, sino contra los actos incorrectos en la administración pública que deberán ser sancionados. Es por eso que se debe tener mucho cuidado.

Si bien es cierto que la sociedad clama porque se haga justicia para los que despilfarraron el erario,  no es menos cierto que tampoco conviene al sistema democrático sacar provecho político por un tema tan delicado solo para sacar del escenario a un partido o a un dirigente en particular, como la oposición lo ha interpretado.

Atacar a los corruptos debe y tendrá que ser siempre el clamor popular en cualquier circunstancia.

Velar por el debido proceso de los imputados, echar a un lado las pasiones políticas y los sentimientos de venganza es lo que debe y tiene que imperar en el país. No se puede permitir que aquellos que se creen intocables no sean conducidos a la justicia, pero tampoco podrá encontrar respaldo de la población la condena adelantada de un ciudadano por el simple capricho de una autoridad determinada.

«Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Juan 8-32