Huellas de los megalómanos

POR J. LUIS ROJAS

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 Desde la antigua Grecia, la historia se ha encargado de registrar los más horrendos y bochornosos hechos y actuaciones protagonizados por líderes provenientes del entorno político, los que a juicio de los estudiosos de la conducta humana padecían de evidentes y marcados rasgos relacionados con la megalomanía. Por ejemplo, la lista histórica de los lideres megalómanos la encabezan personajes como: Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler,   Iósif Stalin, Mussolini, Mao Zedong, Kim ll-sung, Kim Jong-il, Rafael Leónidas Trujillo, François Duvalie (Papa Doc.), Fidel Castro, Hugo Chávez, Idi-Amin Dada, Sadam Huseín, Ayatolá Jomeini, Donald John Trump, Vladimir Vladimirovich Putin, Xi Jinping, entre otros tantos. Las evidencias que proporciona la historia indican que las huellas físicas y emocionales de los megalómanos no han sido sanas, piadosas, ni compasivas.

Como se observa, la lista de los políticos megalómanos es bastante extensa. Sin embargo, para ser justo, hay que resaltar que los megalómanos no solo provienen del entorno político. En este orden, según la historia mundial, los megalómanos también proceden de los ambientes empresarial, laboral, académico, científico, etcétera.

Los megalómanos son insensibles, no les importa el sentimiento de la gente, sus trastornados temperamentos los llevan a créese dioses terrenales. Sin importar su procedencia, los megalómanos son prisioneros de su ego toxico. Sus estructuras mentales no les permiten expresar de manera sincera y espontánea sus emociones. Para ellos, el amor, el afecto, la solidaridad, la lealtad, la ética, la integridad, la democracia, el respeto a la dignidad humana y la libertad de expresión del pensamiento, solo son cosas intangibles circunstanciales. Desde su enredada perspectiva de vida, sus ideas, pretensiones y decisiones están por encima de todo y de todos.

“Los prisioneros del “ego” viven para que les reconozcan, les adulen o se les humillen para lograr algo de ellos(as). Sus amigos deben reírse de sus chistes, validarles su comportamiento, reconocerles y admirarles por su estilo de vida, no importa si el método para lograr los propósitos no es ético ni moral. Pues, de lo que se trata es que el “ego” no permite cuestionamiento, ni consejos, y mucho menos, confrontación o límites en el accionar social. Ese “ego” híper-inflado, grandioso y exageradamente reforzado que les lleva a no reconocer los espacios, a ser tolerantes a guardar distancia, o respetar la libertad e independencia de las personas”. (Dr. José Miguel Gómez. Periódico Hoy, 2015).

En sus respectivos momentos y circunstancias, los hechos y episodios pensados, decididos y ejecutados por cada uno de estos líderes, son historias que narran lo más cruel, lo perverso y lo más abominable del comportamiento humano: la idolatría, la irracional pretensión de dominio, grandeza, inmortalidad, culto a la personalidad, la petulancia de creerse superhombres con la autoridad y poder para llevar a cabo grandes hazañas. Las ideas y creencias chifladas de estos dictadores, han provocado pavor e incertidumbre a escala global. Todavía en el siglo XXI, los efectos letales de las malas prácticas procedentes de los lideres megalómanos, están presentes en las relaciones sociales, políticas y económicas de muchos países del mundo.

Profesionales de los ámbitos de la Psiquiatría y Psicología definen la megalomanía como un trastorno de la personalidad, caracterizado porque la persona tiene ideas de grandeza, de manera que puede mentir, manipular o exagerar algunas situaciones o a las personas, a fin de conseguir sus objetivos. Además, se afirma que los megalómanos son personas con un concepto de sí mismos desproporcionadamente elevado. En esencia, los individuos con rasgos megalómanos “creen que tienen una capacidad mayor de la que realmente tienen y eso hace que puedan llegar a puestos de poder o de más influencia. Además, socialmente están bien vistos y valorados, pero no son empáticos”, apunta la psiquiatra. (EFE/Jacek Turczyk, 2014).

Según Gala Aguilar (2008) el carácter de los megalómanos es voluble, indeciso y en ocasiones se pueden tornar agresivos, cuando no les salen bien las cosas. El padecimiento puede estar presente a cualquier edad, pero es más notorio cuando son jóvenes o adultos. Son personas de difícil trato, que pueden sentir que el mundo no los merece, pero también creen que son los salvadores del mundo. Puede parecer que lo que dicen no tiene sentido o lo inventaron, y en ocasiones tienen un grupo de seguidores zalameros. En el presente siglo, lideres megalómanos pululan en las organizaciones políticas, en los sindicatos, en los gremios de profesionales, en las asociaciones empresariales, en las universidades, en las instituciones del Estado, etcétera.

Gala Aguilar puntualiza que: “Si los contradices son peligrosos, porque se enojan tanto que pueden ser agresivos y groseros, de manera que es necesario tener cuidado”. Además, recuerda que son factores de riesgo para desarrollar este padecimiento aquellos que han sufrido violencia intrafamiliar, incluso abuso físico o sexual. En resumida cuenta, se plantea que un megalómano ansía la valoración social, la que atribuye al logro de posiciones de poder y relevancia. Pese a que manifiestan tener mucha seguridad en sí mismos, cuando se analiza en profundidad su personalidad, se puede detectar que son individuos inseguros, con sentimiento de inferioridad, vacío social y pobreza espiritual.

La psicóloga María Prieto, egresada de la Universidad de Salamanca, ha elaborado un perfil psicosocial de los megalómanos, el cual abarca las siguientes características:

  • Son sumamente presumidos. Sienten que su presencia es imprescindible en cualquier reunión.
  • Se creen indestructibles, capaces de solucionar cualquier problema que se les plantee. Son capaces de todo para conseguir poder y esto incluye la manipulación de los demás.
  • Se comportan como si fuesen omnipotentes y les gusta poner a prueba las capacidades de las personas que les rodean para jactarse de ellos.
  • No suelen aprender de sus errores y, por tanto, la experiencia no hace que corrijan sus fallos.
  • Poseen una imagen narcisista e idealizada de sí mismos.
  • Se fijan en la manera en la que los demás reaccionan ante lo que ellos hacen o dicen. Si son rechazados por los otros a causa de sus desajustados comportamientos, piensan que el problema es de los demás.
  • La vanidad, apoyada en un ego fuertemente sobrevalorado y alimentado por un marcado complejo de superioridad, les hace despreciar todo aquello que no se refiera a sí mismos.

Como se observa, poner el presente y futuro de un país, una empresa, una institución, una marca, un proyecto o cualquier otra cosa de valor, en las mentes y en las manos de personas con rasgos propios de megalomanía, es lo mismo que poner en alto riesgo la estabilidad y calidad de las diferentes dimensiones de la vida: humana, animal y vegetal. “El megalómano se niega a reconocer que en su interior alberga a una persona miedosa, acomplejada y carente de cariño. Por ello, utiliza la agresión verbal o la imposición de su falsa omnipotencia como mecanismo de defensa”. (María Prieto, 2020).

 Para ampliar el marco referencial acerca de los efectos negativos provocados por las decisiones, la conductas, las ideas y creencias de líderes megalómanos de Europa, Asia, América Latina, África, el Mundo Árabe, entre otros lugares del mundo, en perjuicio de sus respectivos conciudadanos, es de rigor consultar las profundas reflexiones de Pedro Arturo Aguirre, plasmadas en su libro “Historia mundial de la megalomanía: desmesuras, desvaríos y fantasías del culto a la personalidad en política”. En las paginas de dicho texto se describen las más perversas conductas y acciones auspiciadas por estrafalarios megalómanos henchidos de vanidad, soberbia, arrogancia y prepotencia.

Con relación a los trastornos conductuales de muchos líderes megalómanos, Aguirre indica que la adulación constante y desmedida es una pitanza imprescindible para mantener sano el ego de un buen megalómano y, evidentemente, de los zalameros los dictadores suelen preferir a los que tienen cierto talento literario.  Muchos pequeños y mediocres poetastros y escritorzuelos de medio pelo han hecho efímera fortuna en regímenes totalitarios con base en el hecho de halagar al líder. Además, afirma que la envidia es una de las lúgubres particularidades de los sátrapas megalómanos, y las manifiestan de forma clamorosa. No soportan que alguien brille o pretenda brillar más que ellos, aunque sea efímeramente.

La historia testimonia que todos los líderes megalómanos (Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler, Iósif Stalin, Mussolini, Mao Zedong, Kim ll-sung, Kim Jong-il, Rafael Leónidas Trujillo, François Duvalie (Papa Doc.), Fidel Castro, Hugo Chávez, Idi-Amin Dada, Sadam Huseín, Ayatolá Jomeini), así como otros más contemporáneos (Donald John Trump, Vladimir Vladimirovich Putin, Xi Jinping, Nicolás Maduro Moros), padecían y padecen los mismos trastornos conductuales: envidia, odio, ira, mentira, culto a la personalidad, crueldad, egoísmo, falta de sentido del humor, intolerancia, vanidad, narcisismo, manipulación, desprecio por los que piensan de manera diferente a ellos. Las locuras, las monstruosidades y las perturbaciones mentales de los líderes megalómanos los han llevado a asesinar a millones de sus conciudadanos en tiempo de paz. Las peores y más grandes atrocidades en perjuicio de la vida humana, animal y vegetal, han sido pensadas y materializadas por megalómanos.