Entre el populismo y los nuevos electores: las razones que explican el triunfo de Bukele en el Parlamento

Con un resultado impactante, el presidente de El Salvador ha enterrado al bipartidismo de un plumazo.

Caribbean Digital

El impresionante resultado electoral obtenido por el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, no hace sino acentuar la emergencia de los populismos en América Latina.

Atrás van quedando la tradicional división entre izquierda y derecha, los partidos tradicionales y la sacrosanta institucionalidad liberal asentada sobre una división de poderes que está en franco declive en El Salvador, luego de que su partido, Nuevas Ideas, debutara consiguiendo una mayoría absoluta en el Parlamento.

A diferencia de lo que ocurrió con el triunfo de Joe Biden en EE.UU., este resultado marca la disponibilidad de los ciudadanos latinoamericanos a rendirse ante el populismo. Con un resultado impactante, Bukele ha enterrado al bipartidismo de un plumazo.

Y esto no ocurre en un país cualquiera. El bipartidismo en El Salvador se caracterizaba por estar compuesto de dos corrientes diametralmente opuestas que emergieron tras una cruenta guerra civil, pero que habían sabido cooptar la esfera política y alternarse en el poder durante más de 20 años.

Bukele ha logrado aglutinar a las bases de los partidos tradicionales, que se han cansado de esperar un cambio

Luego del resultado electoral del domingo pasado, tanto el derechista Arena como el izquierdista Frente Farabundo Martí de Liberación Naciona (FMLN) han quedado como pequeñas minorías, tendentes a desaparecer.

Nuevo electorado
Lo que marca este resultado no es solo la emergencia salvadoreña de un populismo tradicional, sino también la capacidad de Bukele para comprender e interpelar a un electorado que está escapando a las divisiones tradicionales y esta desechando la distinciones clásicas de la política latinoamericana.

Impulsado en su lucha contra el anterior Congreso y en su crítica a los políticos tradicionales, el de Bukele es un lenguaje novísimo que cualquiera puede catalogar de antipolítico pero que, realmente, ha ejercido una función política de primer orden al lograr aglutinar a las bases de los partidos tradicionales, que se han cansado de esperar un cambio: un espacio que el presidente ha sabido llenar desde que fue alcalde de San Salvador.

No cabe lugar a dudas: a parte de los nuevos electores jóvenes encantados con el lenguaje de Bukele, han sido las bases tradicionales de los partidos las que han girado hacia su propuesta.

El mote de ‘presidente millenial’ que se ha forjado no es una frivolidad. Es una forma de producir otra estética en torno a la política. Especialmente hacia los jóvenes, cansados de los discursos tradicionales y de escuchar las mismas consignas y las mismas promesas de cambio por parte de dos partidos que ya tuvieron muchas oportunidades y, al parecer, muy pocos resultados.

No hablamos de un apoyo único de los jóvenes urbanos, quienes son los principales consumidores de las redes sociales que Bukele sabe operar. Aunque también podríamos considerar que esa categoría de ‘jóvenes urbanos’ crece no solo dentro de ciertas edades en las ciudades, sino que más bien, por medio del auge de las redes, se está redimensionando este sector a una escala que supera, en mucho, ciertas edades y territorios limitados: este lenguaje se viene extrapolando a un sinfín de identidades que van observando como seniles a los políticos tradicionales.

Populismo como forma de romper con la política tradicional
Cuando Bukele lanzó al Ejército y sus seguidores para ocupar el Congreso, en febrero de 2020, muchos pensaron que estaba desvelando su careta dictatorial y esto lo llevaría a una derrota política. De forma similar, cuando lo expulsaron de su partido originario, el FMLN, también se pensó que no tendría mucho futuro en la política. Cuando, según se dice, negoció con las maras y bajó a mínimos históricos los homicidios, también muchos consideraron que sería repudiado por la moral y las buenas costumbres de los salvadoreños.

Hoy la realidad nos dice que estas acciones, lejos de debilitarlo, lo estaban posicionando como un actor nuevo que tenía la firmeza para cambiar la política en El Salvador, lo que no habían logrado ni siquiera quienes levantaron las armas para tal fin porque terminaron vinculados al ‘status quo’ político y hoy están en claro declive.

Preocupación entre los políticos tradicionales
El triunfo de Bukele está produciendo insomnio en los políticos tradicionales de izquierda y derecha de América Latina.

Nace un nuevo electorado con nuevas demandas y nuevas estéticas. Solo el que logre comprenderlas podrá ser exitoso en la política. Algo que Bukele, al menos por ahora, ha logrado

Por un lado, hay un bajón acelerado de las fórmulas de derecha, como la del expresidente argentino Mauricio Macri y las de los aún presidentes Jair Bolsonaro (Brasil), Sebastián Piñera (Chile) e Iván Duque (Colombia). Todo ellos han sufrido derrotas electorales.

Pero no solo quita el sueño a la derecha regional, sino también a los partidos de izquierda, a quienes les ha costado imponer de manera tajante un nuevo ciclo progresista.

En Ecuador, Xavier Hervas y Yaku Pérez impidieron al correísmo ganar en primera vuelta; en Brasil el Partido de los Trabajadores recibió un fuerte revés electoral en las regionales de 2020; en Venezuela la alta abstención empaña los triunfos del chavismo y, ahora, en El Salvador, el FMLN ha quedado relegado a ser una pequeña minoría después de sendos triunfos presidenciales en 2009 y 2014.

En medio de la debilidad electoral de estos actores que se pensaban emergentes, surgen nuevas propuestas como la de Nayib Bukele que dejan al resto de políticos como actores tradicionales.

Así que la política se complejiza en la medida que nace un nuevo electorado con nuevas demandas y nuevas estéticas. Solo el que logre comprenderlas podrá ser exitoso en la política. Algo que Bukele, al menos por ahora, ha logrado.

Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.

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