El factor humano en el centro de todo

POR J. LUIS ROJAS

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Como es lógico y natural, los efectos sin precedentes provocados por la COVID-19 han obligado a los líderes de los países ricos y pobres a colocar el factor humano en el centro de sus prioridades. La historia se ha encargado de registrar y narrar el propósito desmesurado y sin límites de los defensores radicales del modernismo por situar el desarrollo tecnológico, económico, productivo, científico e industrial por encima de la existencia humana.

El progreso al margen de la ética y del respeto a la vida animal, vegetal y humana puede ser rentable, pero jamás será sostenible. Ningún modelo de desarrollo debería poner la rentabilidad por encima del bienestar humano. Se incurre en un gravísimos error siempre que la acumulación de utilidades se valora más que la prosperidad de los seres vivos.

Desde hace un periodo relativamente largo, pensadores de distintas áreas del saber, se han interesado en analizar los efectos negativos derivados del modernismo. Sus esfuerzos se centran en lograr establecer un modelo mundial de desarrollo, en el que el factor humano sea la prioridad, y no el progreso rentista y salvaje. Al fin y al cabo, la búsqueda consiste en extirpar los desaciertos del modernismo e instaurar un posmodernismo centrado en cada una de las dimensiones de la vida animal, vegetal y humana.

El factor humano ha sido ultrajado y delegado a planos insignificantes por la visión rentista del capitalismo. Colocar el factor humano en el centro de las actividades del capitalismo, implica que éste deberá ser más ético, más moral y menos egoísta. El capitalismo clientelista o amiguista ha causado males y ansiedades adversas al factor humano: inequidad socioeconómica, comunidades de consumidores compulsivos, importantes segmentos de obesos, hipertensos y diabéticos, fomento del monopolio y del oligopolio de los mercados, distanciamiento social y cultural entre los que tienen menos estudios y los que poseen una buena educación.

Como consecuencia de los efectos de la pandemia COVID-19, son muchos y variados los desafíos a los que se enfrenta y enfrentará el mundo hoy, pero probablemente uno de los más relevantes sea diagnosticar, de manera objetiva y holística, las causas que provocaron el origen del coronavirus en Wuhan, ciudad china, así como buscar soluciones científicas para mitigar el impacto desfavorable del virus en los sistemas sanitarios, en el crecimiento económico, en la productividad y en la sostenibilidad de los empleos a nivel mundial. Es lamentable que haya tenido que acontecer una crisis sanitaria de la magnitud de la actual, para que los defensores del capitalismo rentista y salvaje, entendiesen que el progreso no sirve para nada cuando no tiene el factor humano como prioridad.

El modernismo sin ética, sustentado en el enfoque rentista del capitalismo y separado del bien común, ha puesto en riesgo la permanencia de los recursos naturales no renovables y la existencia misma de las diferentes formas de vida. En cambio, se espera que el progreso tecnológico, económico, industrial, cultural y científico que habrá de establecer el posmodernismo, tal y como se plantea en la cuarta revolución industrial (4RI), gire al rededor del bienestar de los seres humanos, en lugar de facilitar la generación de riquezas al servicio de la deshumanización. Los efectos del COVID-19 están indicado que hay que poner el factor humano en el centro del crecimiento y el desarrollo económico. Sin seres humanos y sin recursos naturales, no existen los mercados.

Hay que mantener viva la esperanza de que el concepto y la visión de desarrollo que presagia la cuarta revolución industrial sea para ubicar el factor humano en el centro del progreso. En este sentido, habrá que esperar que las cosas sucedan como ha dicho el doctor Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial: “Si aceptamos la responsabilidad colectiva de crear un futuro en el que la innovación y la tecnología sirvan a las personas, podremos llevar a la humanidad a nuevos niveles de conciencia moral”. (DEBATE, 2017)

 Los múltiples efectos de la pandemia COVID-19 han servido para repensar los modelos de desarrollo y progreso que han predominados en el modernismo, los cuales se caracterizan por poner en primer plano la creación de riquezas desde las miradas rentista y consumista irracional del capitalismo. Entiéndase, el dios dinero, donde no se pone en práctica la ética social y los seres humanos son vistos como consumidores compulsivos, los que solo son útiles para comprar bienes y servicios que los esclavizan y merman su calidad de vida.

El posmodernismo deberá esforzarse física y moralmente para poner el factor humano en el centro del desarrollo y el progreso. Para que los avances de la tecnología, la política, la economía, la industria, las ciencias, la educación, las artes, etcétera, tengan algún tipo de utilidad, más allá del logro individual y la avaricia sin límites, tienen que servir como insumo para construir un estado de prosperidad y bienestar, en que los seres humanos puedan satisfacer sus expectativas y necesidades. El capitalismo moderno deberá tener suficiente coraje y habilidad para reconocer sus errores y proporcionar soluciones coherentes a las viejas y nuevas ansiedades humanas derivadas de sus malas prácticas.

A juzgar por los hechos, el modelo económico mundial actual, liderado por los países más ricos del mundo, ha sido incapaz de poner el factor humano en el centro del desarrollo y el   progreso. Entre las vías empleadas por dichos países para crear y mantener sus extraordinarios poderíos, no se percibe que hayan respetado los recursos naturales no renovables, que la tecnología empleada en sus respectivos sistemas de producción sea amigable con el talento humano y que su participación en los mercados globales se lleve a cabo al margen de valores éticos, normas y leyes que buscan controlar las prácticas monopólicas. Hay que reiterarlo una y otra vez: el desarrollo y el progreso no pueden estar por encima del factor humano y el respeto al medioambiente.

El hecho de que la población mundial actual sea de siete mil 761 millones de habitantes, no es justificación para que los capitalistas rentistas establezcan modelos de desarrollo enfocados en volúmenes de utilidades grupales, no así en el bienestar colectivo de todos los seres vivos que habitan el planeta Tierra. Ojalá que el concepto y las expectativas que rodean el posmodernismo, logren situar el factor humano en el centro de todos los procesos y actividades, tal y como presagia la cuarta revolución industrial. (4RI). Desde la psicología y la expectativa del hombre económico del capitalismo moderno, se observa que la codicia y egoísmo son el centro de cada una de sus actividades, no el factor humano.

La magnitud de los efectos mundiales provocados por la pandemia COVID-19 en los sistemas sanitaros, en el crecimiento económico y en la estabilidad de los empleos, son motivos más que suficientes para que los dueños de los grandes capitales y los líderes políticos del mundo se detengan a reflexionar en torno a sus actuaciones y ambiciones rentistas, con las que se han perjudicado aspectos esenciales de la vida animal, vegetal y humana. Tanto el hombre económico como el político de hoy, no deberían continuar usando sus respetivas cuotas de poder en contra del bien común. Por ejemplo, ponerse de acuerdo para permitir la práctica monopólica y oligopólica de los mercados. “Si hay un rasgo del capitalismo moderno que la gente encuentra muy repelentes la obsesión por lograr beneficios”. (Paul Collier, 2019).

Según el autor del libro “El futuro del capitalismo”, profesor Paul Collier: “ Los seres humanos necesitan una meta y el capitalismo no se la proporciona; aunque podría. El verdadero propósito del capitalismo moderno consiste en permitir la prosperidad de las masas”. ( P.43).