El caos que paraliza a la capital colombiana

Caribbean Digital

Los disturbios, que se pensaba iban a disminuir con el cacerolazo nacional, se transformaron en una gran jornada de violencia en diferentes puntos de la ciudad, que obligó a la administración a restringir la movilidad y aún así hubo saqueos.

La situación que se vivió este viernes en Bogotá fue tan crítica, que la Alcaldía no tuvo más opción que acudir a una medida que no se decretaba hace 42 años: el toque de queda en toda la ciudad. La violenta jornada comenzó temprano con bloqueos en algunas vías y troncales de Transmilenio, neurálgicas para la movilidad. Luego vinieron los ataques a la infraestructura, que dieron paso a los primeros enfrentamientos entre manifestantes y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía.

(Los últimos toques de queda en Bogotá)

Con el transcurso de las horas los choques fueron creciendo y se propagaron por diferentes puntos hasta convertir a varias localidades en verdaderos campos de batalla, enmarcados en una lluvia de piedras, llantas quemadas y gases lacrimógenos. El caos fue aprovechado por los vándalos, que más allá de los daños, se apoderaron de un bus del SITP, protagonizaron saqueos a establecimientos comerciales y sembraron el miedo.

Al final de la tarde la situación se hizo incontrolable. El Distrito había declarado la ley seca. A los desmanes y los disturbios se sumaron las dificultades para conseguir transporte público en casi toda la ciudad. Pasadas las 6:00 p.m., el alcalde Enrique Peñalosa hizo el primer anuncio: se restringía la circulación en las localidades de Bosa, Ciudad Bolívar y Kennedy, donde se vivieron los peores enfrentamientos.

En resumen: así se vivió el cacerolazo, pese al toque de queda en Bogotá

Minutos después, y luego del mensaje público del presidente de la República, Iván Duque, en el que le pedía al mandatario distrital extender la medida a toda la ciudad, la administración hizo el anuncio definitivo: desde las 9:00 de la noche y hasta las 6:00 de la mañana de este sábado todos los bogotanos se tenían que quedar en sus viviendas. La noticia desató otra nueva ola de caos, esta vez entre la gente por resolver cómo llegar a sus casas, atravesando una ciudad sin transporte.

Inevitable

Si bien la del jueves había sido una jornada agitada y con disturbios en algunas zonas de la capital, la administración no calculó que este viernes la situación se saldría de las manos. La confianza era tal que, a pesar de que municipios como Cali, Facatativá (Cundinamarca) y Candelaria (Valle) decretaron el toque de queda, el alcalde Peñalosa descartó la medida, argumentando que la capital tenía la capacidad para contrarrestar los desmanes y anunció que Transmilenio iniciaría operaciones a las 4:00 a.m.

Y casi tan temprano como empezó la operación del sistema, aparecieron las primeras dificultades. A esa hora se reportaron inconformismos en portales como el de Las Américas y el Sur, que escalaron hasta convertirse en disturbios. La principal razón: el sistema no estaba en condiciones de operar, lo que generó retrasos y posteriormente el cierre en las operaciones en el sur y el oriente de la ciudad.

Seguido de esto, los actos de vandalismo se regaron como un virus. En Ciudad Bolívar y Kennedy, además de los enfrentamientos, hubo intentos de robos en conjuntos residenciales que se sumaron a saqueos y afectaciones en TM. Un grupo de delincuentes se apoderó de un bus del SITP, que luego usaron para ingresar a la fuerza y saquear un supermercado. En la estación de TM de Patio Bonito varios encapuchados sacaron el dinero de la máquina de recarga de tarjetas.

A las 3:40 p.m. el balance que entregaba el Distrito hablaba de daños a 36 buses del sistema (un alimentador, 33 zonales y dos provisionales) y 38 troncales, así como un conductor herido. De la violencia ni siquiera se salvó el cacerolazo, que se programó a las 5:00 de la tarde, en la Plaza de Bolívar. Lo que pretendía ser un contrapeso a la violencia fue rápidamente censurado por el Esmad (Escuadrón Móvil Antidisturbios), que dispersó a la multitud a punta de gases lacrimógenos.

En barrios como Molinos (Rafael Uribe) y Meissen (Ciudad Bolívar) los disturbios y los saqueos se prolongaron hasta altas horas de la noche. Vecinos de Soacha y localidades del occidente al cierre de esta edición seguían denunciando a grupos de vándalos armados que intentaban meterse a robar a los conjuntos.

Para tratar de contener las acciones violentas, las autoridades dispusieron de 7.000 policías y 4.000 soldados para que custodiaran las calles, quienes hasta anoche habían capturado a 230 personas. Lo que quedó al final del día de vandalismo fue una ciudad paralizada y con la incertidumbre por saber qué ocurrirá este sábado.