El cáncer: un enemigo que acecha

Por Eugenio Taveras

El cáncer, en todas sus manifestaciones, miles y miles en todo nuestro cuerpo, camina en silencio sin dar ningún síntoma y cuando aparece, casi siempre, la solución no existe, y el paciente se ve, en fracciones de segundo, frente a una muerte inminente.

Periodista Eugenio Taveras. Archivo.
Periodista Eugenio Taveras. Archivo.

La ciencia médica con todos sus avances tecnológicos y sofisticados equipos ha quedado trunca en la solución de este monstruo destructor, el cual acecha a todos por igual, sin importar clase social, raza, credo y posición económica.

La solución más viable que tenemos a manos es no descuidarnos y mantenernos en chequeo constante, si es que tenemos los medios para visitar a los encargados de decirnos, después de un costoso estudio, la suerte por venir a partir de la detección de células cancerígenas, que en suma todos las poseemos, en menor o mayor cantidad, y que una vez en el cuerpo no puede ser detenido su crecimiento, debido a que no se ha encontrado un medicamento que dé al traste con este silencioso mal.

Les cuento que recientemente me practicaron una colonoscopía y salí con displasia leve, eso quiere decir, células en deformación y lo único que atinó a decirme el doctor Rubén Santos fue, mayimbe, porque así me llama, “debes chequearte anualmente para medir los avances de un mal que está en ciernes, muy pequeño”; pero como dije en el párrafo anterior, esas células deterioradas no vuelven a su posición anterior, todo lo contrario, siguen ejerciendo influencias sobre las buenas y el destino final, salvo raras excepciones, todos lo conocemos.

Me explicó el Dr. Santos, sin hacer referencia directa a mí, pero enviándome un mensaje claro, porque así se lo exijo a mis especialistas, que si el mal sigue su agitado curso, “la solución es tomar la parte afectada del colon, cortarla y unir” y enfrentar la situación con los mecanismos que la ciencia tiene a su alcance (quimioterapias, radioterapias), muy caros, agrego yo, criminales, sigo agregando yo, los cuales terminan en un jugoso negocio, reitero yo; enfrentar el paciente y los familiares un costo económico que en un 90% de los casos no se tienen los recursos necesarios, con posibilidades de éxitos mínima, pero sí con un 100% de posibilidades de sufrimiento de las partes actuantes, digo yo.

La enfermedad de marras nos la están enviando, por los comentarios que nos comunicamos a diario unos a otros, en los enlatados metálicos, en los embutidos, en los contenidos plásticos, en los condimentos (sopitas y polvos todos), fruto de los conservantes que deben ser agregados en menor o mayor cantidad, de acuerdo a la durabilidad del producto “terminado y listo para el consumo”, porque nadie ha podido explicarme como una papita, un platanito, la mantequilla mayonesa, el cachup y todos los demás productos son saludables, cuando nosotros sabemos que nos están hablando mentira, ellos saben que nos están hablando mentira, y a sabiendas del veneno que nos estamos llevando a lo interno del aparato digestivo, lo consumimos en mayor grado cada vez más, y todo basado en dos conocidos refranes:  “Lo prohibido es bueno” y “De cualquier cosa muere uno”.