Eddie Díaz, de ser licenciado por los Toros del Este, a coronarse campeón de México y el Caribe

Caribbean Digital

 

 

SANTO DOMINGO. Mientras miles de dominicanos, simpatizantes o no del Escogido, lamentaban tanto haber tenido que trasnocharse de jueves para viernes, el nuevo formato o el resultado del partido final de la Serie del Caribe, para pocos mexicanos el desenlace tuvo un sabor tan agradable como para un francomacorisano presente en el estadio Nueva Sonora.

Eddie Díaz, primero desde la izquierda.
Eddie Díaz, primero desde la izquierda.

Ayer en la mañana, cuando Donell Linares se ponchó sin hacer swing ante un envío de Marcos Carillo para cerrar el capítulo 18, Eduardo «Eddie» Díaz culminó una temporada donde saboreó a los extremos, desde su Caribe hasta el Pacífico.

Fue en esta ocasión, ese dominicano que en el lenguaje popular aparece donde quiera que ocurre algo, no importa en que lugar del planeta ocurra.

Díaz hizo un nombre como entrenador en México por 14 años (1998-2012) en el verano y entre 2007- 2011 en el invierno, donde ganó los últimos dos campeonatos antes de la más reciente campaña y la Serie del Caribe 2011 con los Yaquis de Ciudad Obregón.

Pero quería probarse en el considerado máximo nivel de la pelota caribeña (RD) y que en su país conocieran de su capacidad. Fue una experiencia breve de dos meses, que inició con el sabor de la caña romanense pero que terminó lo suficientemente amarga como el cacao en bruto cuando sale de las fincas de su nordeste natal.

Cuando la gerencia los Toros lo presentó como dirigente a principio de octubre un alto ejecutivo del equipo dijo: «Los motivos de contratar a Eddie Díaz es evitar que nos gane la Serie del Caribe», en alusión a la victoria que logró este entrenador contra los romanenses en la Serie del Caribe 2011 en Mayagüez, Puerto Rico.

Pero el 15 de diciembre, una derrota 8-5 ante los Gigantes en el Julián Javier (la sexta en fila) colocó el récord de los Toros en 20-26 y puso en peligro su pase al Round Robin. Fue la gota que reboso la copa, Díaz fue despedido, según él, sin siquiera recibir una llamada del presidente del equipo, Frank Micheli.

«Cometí un error muy grande (al venir con Toros). Lo pensé mucho para aceptar, pero me equivoqué», dijo Díaz al programa Grandes en los Deportes (ESPN Radio Dominicana) al día siguiente de su despido. «Esperé que así como el señor que está en la presidencia (Micheli) fue tan agresivo buscándome para venir, debió llamarme para decirme adiós».

Pesaba tanto su figura en Ciudad Obregón que la gerencia de los Yaquis, al conocer de su disponibilidad, prefirió sustituir para la ronda semifinal al dirigente Juan Gabriel Castro (que tuvo marca de 19-17 tras reemplazar a Matías Carrillo) y Díaz se volvió a uniformar de azul celeste.

El quisqueyano retomó la fórmula ganadora, fue el primero en clasificar a la final y en esa etapa su equipo que, honra un pueblo indígena con su nombre, barrió en cuatro choques a las Águilas de Mexicali para así convertirse en la primera novena y dirigente en ganar tres coronas al hilo en la liga otoño-invernal azteca.

«Valió la pena. El buen hijo regresó a su casa y mira lo que pasó. La vida da muchas vueltas. México me hizo, aquí comencé mi carrera y aquí terminaré», dijo Díaz, de 50 años, tras el triunfo del conjunto sobre el Escogido en 18 entradas.

«Cuando fuimos a Puerto Rico (2011) dijeron que ganamos por el formato y porque no fueron estrellas. Volvimos a ganar con otro formato», dijo el también escucha de los Rays de Tampa Bay, que reside en Waterloo, Iowa, con la madre de sus cuatro hijos, a quien define como el mayor logro en su vida.

Así como Audo Vicente pasó de ser un anónimo del béisbol dominicano a campeón nacional en espacio de dos meses, Díaz pasó del infierno a la gloria en cinco semanas.

De trato afable con fanáticos, jugadores y medios, de respuestas cortas pero precisas, Díaz a menudo cita la voluntad de Dios por el resultados de los partidos. «Dios dilata las cosas, pero no la niega», es una de sus respuestas habituales.

Para él, sin renegar su sentimiento dominicano, representar a México es un privilegio demasiado grande que asume con una responsabilidad del tamaño de esa nación de 116 millones de habitantes y dice que cuando tiene en su pecho esas seis letras se siente un mexicano más.

 

Fuente: Diario Libre