Se nos fue Menita

Grisbel Medina R.
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Desde ayer no se encienden las hornillas en la calle Independencia del centro histórico. Las ollas están de luto y no hay concón de leche ni tirillas de naranja en la casa amarilla. Menita Guillén se marchó la apacible madrugada del jueves. Nos dejó su esencia a colonia, su recuerdo en las fotos, en las plantas, en la mecedora.

Casi bordeaba los noventa años. De piel blanca y muy suave. Baja de estatura pero de temperamento fuerte y a la vez generoso. Menita soportó estoicamente doce cirugías. Permanecía horas sentada mirando las noticias y recibiendo visitas. Conversar era uno de sus dones. Especialmente con las amigas que llegaban los domingos. Colarse en esas tertulias era revivir épocas donde se era feliz con poco y el ego no gobernaba como ahora.

Nadie se marchaba con hambre de su casa. Ella no lo permitía. Menita fue la reina de las golosinas criollas y del arroz con frijoles con raciones para calmar al pueblo. Tenía las uñas siempre pintaditas y sus canas tan brillantes como hermosas.

En la funeraria su semblante estuvo inerte. Tan distante a la mirada curiosa y a sus repentinas peroratas en el museo de antigüedades que fue su casa. Menita deja un legado de trabajo, honra, perseverancia. Avanzó sin padrinos, a base de trabajo durísimo y desde antes de que saliera el sol.

Amante de las fotos, Menita concedió muchas entrevistas. La fama de sus dulces cautivaron a periodistas, políticos, líderes, gente del cine y la televisión. En Youtube hay reportajes de su afán por mezclar ricuras en la cocina. Hasta el lente del cine tocó sus fogones.

Tus manos y tu corazón supieron ganar el dinero con honradez. Y tu pueblo te premió al preferir tus recetas de leche y coco. Menita, contigo, en ti, lo dulce sube al cielo.