Cuando las dictaduras se disfrazan de democracia

POR J. LUIS ROJAS

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Es indiscutible el poder influenciador que ejercen los mensajes que se elaboran y difunden en los medios de comunicación. Sus contenidos inciden directa e indirectamente en el pensamiento, en las decisiones, en las actuaciones, en las actitudes y en las opiniones de los perceptores o audiencias. Sin importar que el sistema económico y social sea capitalista, socialista o comunista, la comunicación masiva es un eje transversal, que dependiendo del lugar, momento y circunstancia, puede emplearse para hacer el bien o el mal. La gestión de los medios de comunicación masiva, al margen de la ética y la profesionalidad, facilitan visibilizar las más crueles y viles dictaduras como si fuesen regímenes democráticos perfectos.

En las sociedades estructuradas y gestionadas a partir de intereses de grupos económicos y políticos específicos, los medios de comunicación masiva, actúan como medio de control social. Por ejemplo: determinan la matriz de opinión pública nacional e internacional, inciden en las decisiones y actuaciones de los grupos sociales, presentan y posicionan lo malo como bueno, proyectan y divulgan lo bueno como si fuese malo, justifican y legitiman las malas prácticas de personas, empresas, instituciones y marcas con visible poder económico y político, determinan notoriedad y notabilidad de determinadas personas y organizaciones. Además, crean, mantienen y cambian las percepciones individuales y colectivas, según la procedencia de los intereses involucrados.

 Cuando la comunicación masiva se planifica, ejecuta y controla al margen de principios profesionales, éticos y morales, su función social y humanista se prostituye y se convierte en un poderoso medio al servicio de malas causas. Para verificar la aseveración de este juicio, basta analizar la trama central de la película mexicana: “La dictadura perfecta”, producida y dirigida por Luis Estrada. En el largometraje se evidencia la complicidad que existe entre muchos de los propietarios de los medios de comunicación y los políticos corruptos, sin escrúpulo y dispuestos a comerse un tiburón podrido sin eructar.

En la dictadura perfecta, se muestra entre otras acciones ilícitas e inmorales, como tras aceptar un soborno descomunal, una poderosa corporación televisiva intenta mejorar con mentiras, manipulaciones y posverdad,  la reputación de un conocido político corrupto, quien decide negociar con la referida televisora para cambiar su imagen pública y Credibilidad y convertirlo en una estrella política de México. Los propietarios, los ejecutivos y los creativos de los medios de comunicación, empeñados en acumular riquezas materiales, son capaces de transformar y posicionar demonios en ángeles celestiales, así como vender lo inservible y lo nocivo, como si fuese algo de mucha utilidad.

En el entorno de la comunicación masiva, tanto hoy como ayer, quien quiere hacer algo nuevo y diferente siempre encontrará los medios y aliados idóneos para hacerlo realidad, en cambio quien solo finge la intención de hacerlo, no le faltará excusas y argumento para continuar haciendo lo que siempre se ha hecho. Si los propietarios y ejecutivos de los medios de comunicación, así como los que consumen sus contenidos (las audiencias), fuesen más críticos, la construcción del bienestar común sería más alcanzable. Desde los medios de comunicación se fabrican y difunden historias y noticias llenas de emociones y sentimientos, con las cuales se busca distraer y manipular a las audiencias.

El rol social de los medios de comunicación masiva ha sido sustituido por el económico. Por esta razón, desde hace tiempo su posicionamiento de cuarto poder, ha sido desplazado por la influencia que tiene y ejerce lo corporativo. Los mensajes de la comunicación mediática cada vez influyen más en la forma de pesar, de decidir, de actuar y de opinar de las masas. Hace tiempo que prestigiosos comunicólogos como Armand Mattelart, Miguel de Moragas, Daniel Prieto Castillo, Jesús Martín Barbero, Alicia Poloniato, Gilda Rota, María Luisa Muriel, Mabel Piccini, entre otros, concluyeron en que los medios de comunicación masiva, igual que la escuela, las iglesias, el arte y la cultura, son un formidable medio de control social.

Se han realizado muchos y profundos estudios para demostrar que los mensajes que se elaboran, difunden y comparten en los medios de comunicación, siempre tienen detrás una intensión deliberada, mediante la cual se pretende incidir negativa o positivamente en las decisiones, actuaciones, opiniones y en los hábitos de las audiencias que reciben y consumen las informaciones que éstos divulgan. La ingenuidad y la casualidad no existen en el ámbito de los medios de comunicación masiva. La producción y difusión de sus contenidos, está fría y deliberadamente calculado.

La comunicación, sin importar su modalidad, se convierte en amenaza social cuando su poder persuasivo es empleado como medio para justificar relatos, decisiones, actuaciones y actitudes individuales y de grupos, con las cuales se pone en riesgo los intereses colectivos. Hoy, en República Dominicana, el rol social de los medios de comunicación masiva se ha transformado en plataforma mediática, buscando con ella garantizar y legitimar el dominio de las élites económica y política.

En las sociedades estructuradas y controladas bajo los postulados del capitalismo salvaje, el poder de la comunicación solo sirve para crear y mantener democracias de mala calidad, así como justificar y ocultar las desigualdades sociales y las consecuencias que se derivan de la pobreza. Sin duda, la comunicación pierde su esencia social en el momento que las élites política, económica y corporativa la convierten en guardián de sus intereses y riquezas materiales. El poder de la comunicación masiva es demasiado importante, como para ponerlo al servicio de causas que dañan los intereses colectivos. Por ejemplo, la corrupción, la impunidad, violación a los derechos humanos y encubrir más prácticas.

La nueva realidad es una buena oportunidad para comenzar a mirar la comunicación masiva como un medio para: resaltar la dignidad y el respeto humano, visibilizar las malas prácticas protagonizadas por empresarios, políticos, dirigentes sindicales y líderes religiosos,  ayudar a las autoridades que aplican la ley para hacer justicia, facilitar que la democracia funcione para todos los ciudadanos, delatar públicamente a los que incurren en actividades y acciones ilícitas, difundir noticias para distraer a la gente. Además, los medios no deberían ser usados para construir y divulgar historias falsas, a través de las cuales sus propietarios reciben grandes cantidades de dinero.

En pocas palabras, es como ha denunciado el creador de la película “La dictadura perfecta”, señor Luis Estrada, los medios de comunicación masiva no deberían ser una plataforma mediática para manipular la realidad, controlar la conciencia colectiva, presentar a las audiencias lo que no sirve como algo bueno, así como recibir dinero mal habido por concepto de lavar o limpiar la imagen pública sucia de políticos, empresarios, religiosos, sindicalistas y profesionales. La dictadura perfecta se establece cuando los propietarios y ejecutivos de los medios de comunicación hacen causa común con los que sustentan la corrupción y la impunidad, y se esfuerzan por esconder los males que rodean y ponen en alto riesgo la democracia.

Los propietarios y ejecutivos de los medios de comunicación masiva deberían esforzarse más por establecer mecanismos confiables que permitan determinar la calidad y pertinencia de los mensajes que elaboran y difunden a sus audiencias. De esta manera, podrían evitar que políticos, empresarios, sindicalistas, profesionales y religiosos corruptos, empleen el poder persuasivo e influenciador que caracteriza a los medios de comunicación, para transmitir mentiras, blanquear su cuestionada reputación y lavar su sucia imagen pública. Hay que evitar que los medios de comunicación masiva sean una pieza clave para establecer y mantener dictaduras camuflajeadas de democracia.