Costa Rica elige presidente entre dos candidatos acusados de acoso sexual y corrupción

Caribbean Digital

Costa Rica regresa hoy a las urnas para dilucidar quién gobernará los próximos cuatro años el modélico país centroamericano. Unos comicios que mantienen la ola de cambios y el voto de castigo contra los gobernantes que define al continente desde 2019, en paralelo a las protestas que comenzaron ese mismo año.

Quien fuera candidato oficialista en primera vuelta, Welmer Ramos, del Partido de Acción Ciudadana (PAC), ni siquiera alcanzó entonces el 1% de los apoyos, víctima del descrédito de la administración liderada por Carlos Alvarado. El actual primer mandatario sucedió a Luis Guillermo Solís, también del PAC.

La tendencia de voto antigubernamental, ampliada por la pandemia, está acompañada de una polarización extrema que también ha llegado hasta la única democracia plena, junto a Uruguay, de la región. En este caso no se trata de votar entre ideologías extremas, porque ambos contendientes se mueven en el arco ideológico entre el centro y la izquierda.

Frente a frente, el ex ministro Rodrigo Chaves, despedido del Banco Mundial por acoso sexual, y el ex presidente José María Figueres, quien se exilió tras su primer mandato acosado por denuncias de corrupción. Una polarización no ideológica pero sí de principios entre el populismo y la vieja política, que ha disparado la cifra de indecisos y de abstencionistas, por encima del 40% en la primera vuelta.

En la última encuesta, Chaves, candidato del Partido Progreso Social Democrático (PSD), mantiene parte de su ventaja inicial en el balotaje, pese a que el experimentado Figueres, que presidió Costa Rica entre 1994 y 1998, se impuso en el primer round de febrero por más de 10 puntos. El sorpasso en las encuestas fue casi inmediato, incluso de hasta 20 puntos de desventaja para el candidato del Partido de Liberación Nacional (PLN).

Según los últimos datos de la Universidad de Costa Rica, Chaves cuenta con el 41,3% de apoyos, frente al 38,3% de Figueres. El primero suma más votos entre los hombres y el segundo, entre las mujeres. «Si bien Chaves tiene una ventaja y debería ser considerado el favorito dadas las encuestas, su victoria no está garantizada. Hay una gran cantidad de votantes indecisos y los votantes que están apoyando a Chaves no son particularmente firmes en sus puntos de vista», matiza para EL MUNDO el politólogo John Polga-Hecimovich.

Mario Vargas Llosa inventó aquello tan literario de elegir en las urnas entre el cáncer y el sida. En Costa Rica, los ticos lo llaman «el menos malo». Y de esa van las elecciones de hoy. «Estamos ante un escenario igual a Perú y otros países. La resiliencia de Chaves se ha mantenido a pesar de la gravedad del escándalo financiero de campaña y las acusaciones de acoso sexual. Al mismo tiempo, un gran número de votantes parece rechazar a Figueres a raíz de su propio escándalo de corrupción», añade Polga-Hecimovich.

La situación se ha complicado con el paso de las semanas para el outsider Chaves, de 60 años, quien apostó por el cambio para acaparar el voto antigubernamental, pese a haber ejercido durante unos meses como ministro de Hacienda del actual presidente. The Wall Street Journal se unió esta semana a las críticas de colectivos feministas al publicar que directivos del Banco Mundial en Brasil se opusieron a la llegada de Chaves a sus oficinas por su expediente de acoso sexual.

«Hagamos de Costa Rica de nuevo el país más feliz del mundo» es su lema de campaña, junto a otras señas de identidad, como la arrogancia y la guerra abierta contra los medios de comunicación («¡Prensa canalla!»), que han puesto en duda sus condiciones para presidir el país.

Un penúltimo escándalo en torno a la financiación de su campaña, que es investigada por las autoridades electorales, se ha unido a ciertas veleidades autoritarias. En cambio, en los debates de esta semana se ha olvidado por completo de sus llamados a reformar la Constitución. «A mí me dicen que soy muy arrogante y muy dictatorial, pero creo que digo las cosas como son», se ufana este economista.

Quien ha aprovechado el mar revuelto en torno a su rival para recuperar terreno es el expresidente Figueres, hijo de otro presidente, el catalán José Figueres Ferrer, Don Pepe, el político que se atrevió a disolver el ejército nacional pese a los constantes conflictos en Centroamérica.

Político de cuna y uno de los miembros más destacados de la élite política tica, que tanto hastío genera también entre los votantes. Frente a ello, el exmandatario apuesta por su veteranía: «Volvamos a tener un presidente» es su lema de campaña.

Quien no ha abierto la boca para apoyar a uno u otro es el presidente Alvarado, aunque por su enorme cifra de impopularidad los aspirantes así lo prefieren. Y eso que tiene argumentos para hacerlo: Chaves formó parte de su gabinete y Figueres le apoyó hace cuatro años.

En definitiva, hasta en las tibias aguas políticas costarricenses, casi siempre apaciguadas, ha llegado la marea reinante en la región, convertida en el mayor polvorín social del planeta.

El Mundo