Continúa latente legado coronel Caamaño

Rafael Baldayac

Tras medio siglo de su desaparición física el legado del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó sigue latente. Este jueves 16 de febrero se conmemora el 50 aniversario del asesinato del héroe de la Revolución de Abril y expresidente de la República, quien defendió con las armas la democracia y la soberanía dominicana durante la intervención norteamericana en 1965.

Caamaño Deñó cayó abatido en las montañas de la cordillera Central a los 41 años en 1973 en el paraje Nizaíto, de San José de Ocoa. Fue el líder de la resistencia constitucionalista que en 1965 buscaba devolver el poder a Juan Bosch, el primer presidente electo de forma democrática tras tres décadas de dictadura protagonizada por Rafael Leónidas Trujillo, y derrocado con un golpe de Estado, en septiembre de 1963.

Tras proclamarse líder de la insurrección cívico militar de abril de 1965 la Asamblea Nacional lo escogió como presidente de la República, pero salió del país luego de la firma del acta de reconciliación que puso fin a las hostilidades.

La vida política-militar del comandante de abril parece extraída de una novela.  Francisco Alberto era hijo del general Fausto Caamaño Medina, fallecido en 1986. Su padre era un prominente militar durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y llegó a recibir las más altas condecoraciones del régimen, ostentando, incluso, el cargo de secretario de Estado de las Fuerzas Armadas (ministro de Defensa) desde 1952 a 1955.

Muy joven ingresó a la Marina de Guerra, donde se graduó de alférez y avanzó rápido en el escalafón militar. Durante los últimos años de la era de Trujillo, Caamaño comandó el Cuerpo de Cascos Blancos de la Policía Nacional.

Al estallar la Revolución del 24 de Abril, Caamaño encabezó el movimiento creado por el coronel Rafael Fernández Domínguez, quien se encontraba en Puerto Rico con impedimento de entrada al país; inspirado en devolver a la nación el orden constitucional violado en 1963, primero frente a los militares golpistas y luego frente a la invasión norteamericana, convirtiéndose en el líder indiscutible de la Guerra de Abril.

Ante la inminente invasión estadounidense con el pretexto de proteger vidas y bienes de ciudadanos estadounidenses y la llegada de la 82 división aerotransportada de la Armada de Estados Unidos, con 42,000 marines, Caamaño participó en una reunión en la Embajada Estadounidense en Santo Domingo, donde el embajador le dijo a Caamaño que no estaba en calidad de negociar, sino de rendirse.

A raíz de estos acontecimientos, el 3 de mayo de 1965, contando Caamaño con 32 años de edad, el Congreso Nacional lo eligió y lo designó como presidente Constitucional de República Dominicana, tomando posesión de la presidencia el día 4 de mayo, en el Parque Independencia.

El coronel Fernández Domínguez regresó clandestinamente incorporándose a la lucha, cayendo en combate en la toma al Palacio Presidencial el 19 de mayo. Caamaño ocupó la posición de la Presidencia hasta el 3 de septiembre de ese mismo año, cuando presentó su renuncia en un acto masivo en la Fortaleza Ozama, tras la firma del Acta de Reconciliación Dominicana (Acto Institucional).

Ocho años más tarde Caamaño desembarca por playa Caracoles, en Azua, en la costa sur del país, comandando un grupo de hombres con la finalidad de comenzar la lucha armada en las montañas para combatir el régimen de los 12 años del presidente Joaquín Balaguer. Cayó abatido en las montañas y su cuerpo aún está desaparecido.

Como cada año en el Mes de la Patria, un periodo del calendario en el que se festeja y honran páginas gloriosas de la dominicanidad, exaltamos su patriotismo, lucha y sacrificio en defensa de la soberanía nacional.

Y aunque solo podemos lanzar flores al mar, porque lamentablemente no sabemos todavía qué hicieron con sus restos y su sitio en el Panteón Nacional, el nicho de los inmortales, aún está vacío.

Sin embargo, después de 50 años, su legado permanece intacto en la memoria histórica de sus compatriotas “Estás en el aire y no hay bala que pueda borrarte y cómo dijo un poeta, tú no necesitas tumba, porque las tumbas son para los muertos”./