Cómo ha afectado el COVID-19 el ámbito espiritual

Por: Yenifer Gil, M.A.

Abogada, locutora, escritora

 Si bien es cierto que en los últimos meses desde que inició la pandemia en nuestro país muchas personas se han mantenido en oración constante por ellos y por otros, en muchas ocasiones motivados con la idea de encontrar un refugio en Dios ante las difíciles situaciones que hemos vivido; no menos cierto es que también, el COVID-19 ha afectado de forma negativa al igual que otros renglones el aspecto espiritual.

¿En qué me baso para decir esto? Al igual que la economía, las finanzas o la estabilidad emocional por mencionar solo algunas de las áreas; la espiritualidad, en mi opinión ha sido impactada de manera significativa en muchas personas en algunos casos de forma positiva, como es de suponerse y en otros de forma negativa ya que las medidas protocolares y de distanciamiento social provocaron el cierre de los templos y la no participación de manera presencial en comunidades o apostolados.

Debo destacar que aunque consciente de que la iglesia somos todos, de que Dios está en todas partes hago uso de la frase popular “La costumbre hace ley”, esto porque aunque muchos de los templos ya abrieron sus puertas el miedo a participar aún está en las personas; además de que el nuevo protocolo ha conllevado a que quienes disfrutábamos de un estrechón de manos o de un gran abrazo al ver a nuestros hermanos; podamos sentir de algún modo esa apatía que aunque obligatoria, por las circunstancias, no nos deja de hacer mal.

En mi caso en particular que me he mantenido activa durante años en diferentes movimientos pastorales y según lo que he venido observando puedo decir que el hecho de que durante meses hemos perdido el contacto físico hace que de algún modo se pierda el horizonte y la sintonía, ya que las vivencias obtenidas a través de esas experiencias son combustible para nuestro camino de fe; pues aunque existen muchos medios electrónicos para mantener la comunicación virtual; aun existe cierta predisposición al uso de los mismos, pero sobretodo porque ese calor humano, esa conectividad emocional es lo que más se añora.

Todo esto nos debe llevar a la reflexión para  saber hasta qué punto es nuestro compromiso con el Creador, a mantenernos motivados a seguir nuestros apostolados y a orar con más persistencia para que las estructuras y comunidades formadas no se desintegren, para que las familias y matrimonios que han sido alentados por sus guías espirituales no sufran el abandono en estos momentos que tanto lo necesitan, para que los líderes de grupos, comunidades, congregaciones; etc. mantengan sus energías y su mirada fija en los propósitos y tareas que Dios ha puesto en sus hombros. Para que aceptemos esta nueva realidad, esta nueva “normalidad” que se impone y aunque dolorosa podamos salir victoriosos, no permanecer estancados en el pasado y que quienes iniciaron su camino de conversión continúen fortaleciendo sus valores e impacten de manera positiva sus entornos, pero sobretodo oremos para que pronto podamos volver a estar unidos igual o más que antes y que si se ha debilitado nuestra espiritualidad podamos relanzarnos con más ímpetu, pasada esta tormenta; recordando que “Dios es nuestro refugio, nuestra fuerza, nuestra ayuda en momentos de angustia”. Salmos 46:1.