Casi todo lo que ocurre en la serie tiene explicación científica

¿Podrían existir los dragones, los gigantes, los zombies congelados o el fuego valyrio? Sí, ya sé que parece que estamos hablando de Sobre todo eso y sobre muchas cosas más. Hoy hablamos de la ciencia de Juego de Tronos.

El mundo de Juego de Tronos, explicado. Científicamente.

Lo habitual cuando los periodistas y los divulgadores científicos nos ponemos a hablar sobre fantasía o ciencia ficción es que nos pasemos el día diciendo que todo está mal, señalando errores e incoherencias y pontificando que nada de eso es posible. Pero hoy no toca. Hoy toca justo lo contrario.

Es ficción, fantasía. ¡Claro que es imposible! Pero a lo largo de estos años Juego de Tronos ha tenido tal impacto en la cultura popular y en la ciencia que no solo hay animales con el nombre de personajes de la saga, sino que muchos científicos e ingenieros han dedicado muchas horas a proponer posibles explicaciones científicas a lo más sorprendente del mundo de George R. R. Martin

Muchos de los temas que vamos a tratar merecerían un artículo para sí mismos analizando las distintas teorías propuestas y explicando con detalle por qué pueden tener sentido y por qué no. Pero hemos preferido presentaros un (largo) vistazo general con el que abrir boca de cara a entender mejor algunos por qué de la saga.

«Winter is coming», pero se está haciendo esperar

white raven Cuando los cálculos de la Ciudadela confirman que ya ha llegado el invierno, envían cuervos blancos a todos los lugares de Poniente. «No esperéis más, el invierno está aquí»

Llevamos seis temporadas y cinco libros esperando al invierno. Durante mucho tiempo el largo verano parecía no tener fin. Y esto, por decirlo suavemente, no tiene ningún sentido. Si hacemos caso al argumento, no es sólo que las estaciones duren años, sino que, además, no hay forma humana de predecir cuándo empezarán o cuando acabarán.

Por ponerlo en contexto: no es difícil saber cuándo empiezan y cuando acaban las estaciones. Es más, aquí en la Tierra hasta las civilizaciones más primitivas celebraban los solsticios. Espacios como Stonehenge o Göbekli Tepe son buenos ejemplos de ello.

Como decía Joe Hanson, cualquier grupo humano con unos rudimentos de aritmética puede predecir la recurrencia estacional y no hay ninguna duda de que en Juego de Tronos los tienen. De hecho, la astronomía juega un papel muy importante a nivel religioso y disponen de numerosos telescopios («ojos myrenses«) y mapas celestes. ¿Qué está pasando en ese planeta?

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A lo largo de los años se han dado muchas explicaciones. Por ejemplo, hay quien sugirió que el planeta de Juego de Tronos tiene un eje tambaleante. Las estaciones de la Tierra se producen porque nuestro eje tiene una inclinación de 23.4 grados. Esta inclinación permanece estable mientras la Tierra gira por el espacio y es la clave de las estaciones. Si la inclinación fuera cambiando de forma aleatoria, los cambios de estación serían un infierno impredecible.

En principio, la idea tradicional es que la Luna es fundamental para mantener esa estabilidad estacional. Esto es interesante porque, según cuenta la leyenda, el planeta solía tener dos Lunas, pero «una se acercó demasiado al Sol y se destruyó» derramando mil dragones. La destrucción de esa Luna podía haber producido que el sistema orbital se volviera inestable. El problema es que, por lo que sabemos ahora, no hace falta Luna para que el planeta sea estable.

Otras teorías implican una órbita extremadamente alargada, unos ciclos de Milankovitch muy complejos (las variaciones orbitales del planeta y su estrella), una climatología extraña o, bueno, una combinación de todas ellas. Lamentablemente, ninguna de estas explicaciones es muy sólida.

Sin embargo, en 2014 un grupo de estudiantes de la Universidad John Hopkins descubrió que hay algunos casos de sistemas con dos soles con los tres elementos orbitando entre sí en los que estaciones fueran algo terriblemente difícil de predecir. Hasta donde sabemos nunca se ha dicho que haya dos soles en el mundo de Poniente, pero es el típico detalle que uno no tiene tiempo de comentar en las 5.200 páginas que tiene la saga.

Geólogos en Poniente

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Eso no es lo único interesante que podemos extraer de la serie a nivel planetario. Hace un par de años, un grupo de geólogos de la Universidad de Stanford desentrañaron la historia geológica del planeta y crearon un mapa geológico de Poniente y Essos (los dos continentes más conocidos). Desgraciadamente el servidor se vino abajo y gran parte del trabajo se perdió.

No obstante, podemos encontrar el material aún en internet (por ejemplo, esta entrada de Carlos Lobato es genial si os interesa conocer más sobre el tema). Pues bien, los chicos de Generation Anthropocene han usado técnicas habituales en geología para reconstruir los fenómenos geológicos que están detrás de los principales accidentes de Poniente.

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El primer ejemplo de esto es la idea de que Poniente se ha ido desplazando al norte con el tiempo. La Fortaleza Roja (y las Montañas Rojas de Dorne) están compuestas de una arenisca del color que les da nombre. Estas montañas son geológicamente muy parecidas a los Apalaches norteamericanos. Por lo que podemos estimar que esas estructuras datan de unos 500 millones de años antes de los sucesos de la saga.

Otra cuestión curiosa (y difícil de explicar) es cómo es posible que los terrenos que rodean Invernalia sean de piedra caliza. ¿Cómo sabemos esto? Pues bien, aunque consta que los muros de Invernalia están fabricados con granito, el resto de la ciudad tiene unas características que cuadran más con la piedra caliza (algo muy común también en nuestra Edad Media). La piedra caliza se suele asociar a los arrecifes de coral y los climas tropicales: por lo que, bueno, no siempre hizo tanto frío en la casa de los Stark.

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Hay muchos más detalles como la conexión entre las Montañas de la Luna del Valle de Arryn y las minas de oro de los Lannisters o las glaciaciones que cubrían todo poniente hasta el sur de Desembarco del Rey. Muchos detalles curiosos y si os van más la geografía, también tenemos una «especie» de Google Maps.

Pero quizá lo más interesante es la demostración geológica de que el planeta de Juego de Tronos no es la Tierra. Según los investigadores de Stanford, el planeta de Juego de tronos debe de ser un poco más grande que el nuestro. Es la única forma de que salgan las cuentas: los desiertos de Dorne tienen que estar a latitud 30º (como el Sáhara o el desierto de Sonora) mientras que el hielo perpetuo del Muro debe estar cerca del círculo polar ártico (en torno a la latitud 66º). Como en Poniente no hay regiones ecuatoriales, eso nos da un planeta un 10% más grande que el nuestro.

Hablando del muro

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Son unos 215 metros de alto por 300 kilómetros de largo. La pregunta que todo el mundo se hace al ver el Muro es, ¿es eso posible? ¿Existen estructuras así? Humanas, desde luego que no. Las cosas más parecidas como el Muro de Adriano o la Gran Muralla China no llegan a ese tamaño ni de casualidad. El Muro de Adriano tiene unos cinco metros de altura media y la Gran Muralla, de media mide entre seis y siete.

En la naturaleza, sí podemos encontrar algunas placas de hielo de estas dimensiones en Groenlandia o en la Antártida, pero no son exactamente así. Según Martin Truffer de la Universidad de Alaska Fairbanks, el problema ingenieril que presenta el Muro es que el hielo tiene una tendencia natural a deformarse. No hay forma humana de que esa estructura mantuviera su firme durante mucho tiempo. Al menos que tuviera, ojo al dato, un grosor de 8 kilómetros y medio en su base, 40 veces el alto del muro.

Caminantes blancos

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Mientras que parece que el muro no existe y es algo que pone la Guardia de la Noche para los turistas; sí tenemos algunas ideas y teorías sobre los caminantes blancos. Los caminantes blancos (no confundir con los espectros de los que hablaremos luego) son unos seres «humanoides altos y demacrados de piel extremadamente pálida. […] Se ocultan de la luz del sol, por lo que llevan una vida nocturna».

Como nos explica Carlos Lobato en su serie sobre la genética de Juego de Tronos en el mundo real existen muchas mutaciones que permiten a los seres vivos vivir en zonas de frío extremo.

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Lo que mejor encaja con los Otros es una mutación que les permita desarrollar unas ‘proteínas anticongelantes’ similares a las que desarrollan los peces árticos. Y que estamos tratando de incorporar a algunas plantas transgénicas para que soporten mejor las heladas.

Bueno, mutación o, quizás, algún tipo de simbiosis con algún microorganismo (que aportara de alguna manera esas proteínas). Esto último explicaría mejor dos fenómenos: la conversión de personas al estado de caminante blanco (como los hijos de Caster) y la resurrección de los muertos (conocidos como espectros), que a modo de infección mantendrían los cuerpos en funcionamiento con un nivel ‘neurológico’ bajo.

Espectros, resucitados y La Montaña

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Y con esto llegamos a la reanimación de los cuerpos en general. Uno de los temas favoritos de Martin. En Juego de Tronos podemos hablar de tres tipos de «reanimaciones». La de los espectros cuyo posible origen ya hemos «explicado» y que aunque devuelve la movilidad deja a los sujetos un poco tocados neurológicamente hablando.

Luego está la reanimación que experimenta el personaje de ‘La Montaña’. Por recordar: tras la muerte de Oberyn Martell en el «juicio por combate» de Tyrion, La Montaña no levantó cabeza y permaneció enfermo con fuertes dolores durante días. Moribundo cayó en manos de Qyburn, el maestre destituido y confidente de Cersei, que empieza a hacer experimentos. Las versiones de la serie y del libro no concuerdan, pero el resultado es muy parecido: meses después aparece una criatura gigante que, cual Frankenstein, sirve a la Reina madre.

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En La Montaña, el funcionamiento neurológico es mucho mejor que el de los espectros, pero aún así es bastante pobre. Lo que no es un desmérito para el increíble trabajo de Qyburn, capaz de desarrollar toda una proeza clínica para su época. Aunque éticamente deje algo que desear.

Partimos de la idea de que ninguna de estas dos técnicas es, realmente un ‘volver a la vida’. Más bien parece que tanto en el caso de Gregor Clegane (en el que Qyburn lo mantiene con vida, agonizando, gracias al uso de veneno de mantícora y un poco de magia) como en el de los espectro, los cuerpos reviven antes de la muerte clínica en sentido estricto.

La última reanimación es la buena, la de John Nieve y otros personajes a cargo del Señor de Luz. Esta sí que es sorprendente y, sinceramente, no hay una explicación científica convincente que no incluya hordas de nanorobots reconstruyendo tejidos.

Huargos, dragones y cuervos

Huargos

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Otra parte muy interesante de Juego de Tronos es la criptozoología; es decir, los bichos raros. En el libro aparecen algunos más, pero hoy nos quedaremos con dragones, lobos huargos y cuervos. ¿Es posible que existan este tipo de seres?

Empecemos con los huargos. Estos lobos gigantes, en principio, podrían existir sin mayor problema. Depende del tamaño, claro. Pero en general, como explica Helen Keen en su libro sobre la ciencia de Juego de Tronos, no sería un imposible evolutivo. Hace unos miles de años ya existió un lobo gigante (el Canis dirus) que aunque no era mucho más grande que el lobo común, sí era bastante más fuerte y robusto.

Dragones

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Con los dragones, en cambio, hay menos suerte. Con matices. En la Tierra existieron especies voladoras-planeadoreas de un tamaño descomunal, es cierto: los ptrerosaurios. El más grande que hemos encontrado es el Quetzalcoatlus cuatro veces más largo que el volador más grande de hoy en día, el cóndor.

Aún así, estamos muy lejos del tamaño de un dragón adulto en la serie (unos 70 metros, el tamaño de un Boeing 747). Que un reptil gigante de ese tamaño pudiera volar resulta casi imposible incluso en el caso de que el aire del planeta fuera mucho más denso.

Deel detalle más llamativo si tenemos algún paralelismo en la naturaleza. O algo parecido. El escarabajo bombardero se llama así precisamente porque se defiende usando compuestos químicos que producen pequeñas explosiones. De todas formas, un bombardero con el tamaño de un dragón sería algo bastante terrorífico. En el fondo, tenemos suerte.

Eso sí, Dean Burnet, divulgador de The Guardian, tiene un punto interesante sobre el tema: según creemos, los grandes reptiles eran animales lentos y tranquilos porque necesitaban mucha energía para moverse y eran ectotermos, animales e sangres fría. Como explica, el fuego interior de los dragones podría ser un arma evolutiva clave para hacerlos regular su temperatura y convertir a los grandes pterosaurios en seres rápidos y veloces. Aunque eso sí, teniendo en cuenta que un arma muy peligrosa e inestable.

Cuervos de colores

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Como sabéis, en el mundo de Juego de Tronos no se usan palomas mensajeras sino cuervos. Esta semana, sin ir más lejos, la revista Science publicaba un estudio que volvía a incidir sobre una vieja idea: los cuervos son ridículamente inteligentes. En este caso, demostraban que son capaces de anticipar la naturaleza, el tiempo y la localización de futuros eventos basándose en su experiencia.

¿Qué mejor que esto si lo que queremos mandar un mensaje? ¿Por qué no usamos cuervos en España más a menudo? Hablamos con Jesús Gómez Bujedo profesor de psicología experimental de la Universidad de Sevilla para preguntarle por qué en Juego de Tronos usan cuervos. Tras parpadear varias veces, nos dice: «Hombre, ya puestos, más fácil amaestrar cuervos que dragones«. Y, oye, no voy a ser yo el que le ponga un pero a esa reflexión.

En investigación psicológica, «las palomas eran comunes y fáciles de estabular, se tiró por ahí para las cuestiones sobre todo de discriminación visual (que las ratas no servían)». «Supongo que en parte ha sido por inercia». Pero, si nos centramos en los cuervos «por lo que dicen los cuervos son muy listos. Lo que tiene sentido, de un animal depredador/oportunista en principio se puede esperar que dependa de procesos conductuales más flexibles que un herbívoro«.

Demasiado flexibles, seguramente. Aunque a veces no está claro, las palomas mensajeras no se usan porque sepan ir a cualquier lado, sino justo al contrario. Se usan porque saben volver a «su casa», al palomar donde las criaron. No he sido capaz de descubrir si es posible amaestrar a los cuervos en este sentido, pero lo que parece claro es que esa flexibilidad y oportunismo los hace mucho menos fiables que las palomas.

El resto de los animales de Poniente (a excepción, quizá, de los krakens o las arañas gigantes) se parecen mucho a los de nuestro planeta. Pueden cambiar los nombres como en el caso de los cebrallos o los lagartos-león, pero como se puede apreciar en los blasones de las distintas casas de Poniente la fauna terrícola.

Los otros humanos

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En los libros aparecen muchos tipos de humanoides distintos. Ya hemos examinado a los caminantes blancos y en algunas leyendas se habla de sirenas, jhogwins y centauros. Pero los dos humanoides de referencia son los gigantes y los ‘hijos del bosque’. ¿Podrían existir estos seres?

Por lo que sabemos, los gigantes de juego de tronos no pueden ser humanos. El ser humano más grande del que tenemos noticia fue Robert Wadlow con 2,72 metros; pero, según los datos de los libros, los restos encontrados de gigantes señalan que miden entre 4,27 y 3,66 metros de altura. Es imposible que seamos de la misma especie.

Pero. No es del todo extraño pensar que los gigantes de Juego de Tronos sean una especie de homínido que evolucionó creciendo progresivamente para adaptarse al frío del norte. Pasa con muchas especies y es una adaptación bastante habitual: cuando el animal crece el volumen crece más que la superficie y resulta una buena estrategia para aislar las fuentes de calor de la piel.

Hecha esta salvedad, el tamaño que parecen tener los hace poco viables. Cuanto más grandes somos más robustos tenemos que ser y, según Keen de nuevo, ni los músculos ni los huesos de los primates están preparados para ello. Ese tamaño podría acabar por hacerlos más frágiles de lo que podríamos pensar. Jo.

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No quiero dejar pasar los ‘Hijos del Bosque’ que parece ser una versión del Homo floresiensis con toques de «Neandertales en decadencia» por la llegada de los primeros hombres. Curioso, aunque la posible explicación científica no es demasiado compleja. Esta vez sí, existieron homínidos del tamaño (aproximado) de los ‘Hijos del Bosque’, aunque no sabemos si tenían los mismos ‘poderes’.

Médicos, maestres y matasanos en Poniente

En general, la medicina de Poniente está a cargo de los Maestres de la Ciudadela. Los maestres tienen un papel muy importante en la salud, la ciencia y la ingeniería de la saga. Son los científicos de este mundo ficcional y todo parece indica que en la próxima temporada, mientras Sam se forma en su ‘universidad’, aprenderemos mucho de ellos.

Enfermedades

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Hay muchas enfermedades en Poniente como las ‘manchas rojas’ (parecidas a nuestro sarampión), la peste gris (parecida a nuestra peste negra) o la ‘fiebre del aguasgrises’ (aparentemente un calco de fiebre del Nilo Occidental); pero el trastorno más conocido de la saga es, efectivamente, la psoriagris, también conocida como ‘maldición del príncipe Garin’. Es la enfermedad que tenía la princesa Shireen, hija de Stanis Baratheon, y la que desarrolló Jorah Mormont a lo largo de la última temporada.

Es una enfermedad terrible por sus síntomas (empieza como una afección dermatológica, pero el deterioro neurológico es inminente), la facilidad de su contagio (Shireen se contagió por una muñeca que venía de Dorne) y, sobre todo, por el ostracismo social que conlleva. En los libros se recogen testimonios que apuntan a que ciudades enteras desaparecieron por brotes de esta terrible enfermedad.

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Lo cierto es que el nombre en español es un poco tramposo. La referencia a la ‘psoriasis’ en ‘psoriagris’ no existe en ‘greyscale’, el nombre que tiene la enfermedad en lengua común. Además, su parecido con este trastorno es, en todo caso, estético y muy remoto. Vamos, que no tienen nada que ver.

Sin embargo, si examinamos otras enfermedades humanas, podemos encontrar síntomas similares: la ictiosis arlequín es una enfermedad genética muy rara que hace que la piel se cuartee y se agriete, pero no resulta contagiosa. La esclerodermia es una enfermedad autoinmune que causa el endurecimiento de la piel, pero sus causas son desconocidas; y el virus del papiloma humano o algunos tipos de herpes pueden generar síntomas muy llamativos cuyos pacientes son llamados ‘hombres-árbol’.

Sin embargo, la enfermedad a la que, salvando las distancias, más se parece la psoriagris es indiscutiblemente a la lepra. Eso se ve muy claro gracias al trabajo de la profesora Tara C. Smith, epidemióloga y profesora de salud pública de la Universidad Estatal de Kent, que ha realizado un estudio bastante minucioso sobre la epidemiología de esta enfermedad martiniana.

El estrangulador, leche de amapola y otras drogas

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Por lo demás, la medicina de Juego de Tornos no parece estar muy avanzada. El principal analgésico ‘leche de amapola’ está directamente emparentado con nuestro opio. El fuego myriense es una suerte de ungüento para las quemaduras y el Té de la Luna es un tipo de anticonceptivo natural (quizá parecido a algunas plantas de estevia).

De venenos tampoco andan faltos (setagrís, sombra nocturna, de basilisco o de mantícora). Y muchos de ellos también se parecen. Sin ir más lejos, el más famoso de todos es El Estrangulador, el que mató a Joffrey Baratheon y que se parece mucho a nuestra estricnina.

Protección contra el fuego

No hay grandes diferencias con respecto a lo que hubiera sido la medicina medieval en nuestro mundo. Magia y «mal de ojo» incluidos como bien sabe Daenerys por su infructuoso intento de salvar a Khal Drogo.

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A propósito de la Madre de Dragones,** hay un tema que no he sido capaz de explicar: el hecho de que sea ignífuga**. Sí, soy consciente de que este tema es muy polémico y que se ha discutido muchos sobre él. Pero creo que los últimos acontecimientos de la serie no deja espacio a dudas: la Khalesi no se quema.

En este caso no hemos encontrado ninguna explicación convincente. De hecho, cuando Carlos Lobato habla sobre el tema se centra, sobre todo, en por qué Daenerys es ignífuga y su hermano no. Del resto, no tenemos ni idea. No conocemos a ningún animal capaz de resistir los 800 grados que llega a alcanzar una hoguera. Hay plantas, sí; y quién sabe qué harán los tardigrados en esas circunstancias. Pero la apariencia humana normal de Danny no nos da pistas sobre su secreto pirotécnico.

Ciencia y Técnica

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Pero volvamos a la ciencia y a la técnica. En general, el mundo de Juego de Tronos tiene un buen nivel técnico para la época. Las construcciones y los monumentos muestran claramente que su nivel tecnológico es bastante alto. De hecho, hay detalles curiosos y guiños históricos que merece la pena comentar: existen dos grandes prodigios de la técnica que se desarrollaron en Valyria que son muy interesantes.

El primero es el Fuego Valyrio, emparentado con el fuego griego bizantino. Un arma incendiaria que se ha perdido, pero que es famosa por su virulencia. No obstante, la recreación de la serie no se corresponde con lo que sabemos del fuego griego original. Vamos que esas explosiones tan espectaculares son propias de la saga.

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Pero el que más me gusta a mi es el Acero Valyrio. Según cuentan en la saga, se trata de un acero excepcional cuya receta se perdió con el fin de la ciudad de Valyria. Hablamos con Alberto Vázquez Arganza, profesor de metalurgia en la Escuela de Artes y Oficios de Granada para que nos explique los posibles paralelismos con la historia metalúrgica. Nos habla del ‘acero de Damasco’ cuya fabricación fue uno de los grandes misterios de la Edad Media y Moderna. Hoy sabemos que se trata de dos aceros ricos en carbono distintos, pero durante año se pensó que se trataba de un efecto en el enfriado del acero.

Cabos sueltos

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Hay algunos temas que nos dejamos en el tintero porque están poco estudiados. Es el caso de los cambiapieles, las capacidades adivinatorias de las sacerdotisas rojas, los trucos de la Casa de los Eternos o el cambio e caras del Dios de los Mil Rostros. Como en el caso de la resistencia al fuego de la Madre de Dragones: Aquí toca recurrir a la magia que conforme ha avanzado la trama se ha hecho más importante. No está mal, de eso va la fantasía. De saber que aún queda sitio para la magia.

Imágenes | Mongolife

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