Venezuela; todo depende del cristal con que se mire

Por: Rafael A. Escotto

«Ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio«.

Contra las alarmas de los hipócritas recuerdo a Whitman: «Me gusta olfatear las hojas verdes y las hojas secas, las rocas negruzcas de la playa, y el heno que se apila en los pajares. Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando palabras que se pierden en los remolinos del viento.

Después de estos versos de Walt Whitman tomo por la paz el curso de  la 73ra sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York. Países conocidos por su debilidad democrática, corrupción de estado, violaciones de los derechos humanos, su tendencia a propagar el desaliento y la desesperanza han adoptado la posición abiertamente obsequiosa de volverse contra países de su propia región, avivando con su inconducta e insolidaridad el fuego de discordias interregionales, más bien tratando de que le perdonen sus procacidades e inmoralidades políticas propias.

No es la primera vez que un país miembro de las Naciones Unidas (ONU) es el foco de grades debates.

Siempre se ha oído hablar sobre el espíritu de confraternidad que debe primar entre los pueblos. También se ha visto que los pueblos hermanos en momentos de grandes escasez, de crisis y de contratiempos políticos, económicos y existenciales que merman su estabilidad interior y afectan, por ósmosis, toda la región circunvecina, se tienden las manos.

Recordemos que la confraternidad antes de ser el pensamiento del hombre era pensamiento de Dios.  A la luz de la verdad, la corriente de la diplomacia absurda no quiere ayudar a Venezuela, quiere derrocar un proyecto político y social que se dio por mayoría la nación venezolana.

Yo me pregunto por el sendero de la paz si la solución debería ser las tandas de sanciones, las inquinas y la falta de sentido solidario en un momento que un país espera respeto y comprensión a la diversidad pero no una sistemática guerra mediática, como es el caso.

En esta falta de solidaridad contra la República Bolivariana de Venezuela, en vez de atizar el fuego de la discordia entre naciones, que muy bien pueden beneficiarse de una vida de coexistencia pacífica, sería bueno traer a este trabajo un consejo del escritor argentino Jorge Bucay:

«En ocasiones necesitamos buscar apoyo para poder vernos con mejores ojos o encontrar una interpretación más optimista y significativa acerca de nuestras vivencias, y esta ayuda puede encontrarse en las palabras de los que nos animan«.

Quizás, en vez de echarle carbón a la brasa lo que se debe hacer para buscar la paz en la región latinoamericana y fuera de ella, seria contratar los servicios profesionales de un terapeuta como Bucay para que ayude a las naciones en conflicto a encontrar esa fuerza inspiradora para vivir una vida más plena en un mundo que lo complicamos con nuestra acciones o que nos lo complican otros con las suyas.

Madamas pensemos en esta frase del periodista estadounidense, autor del libro En busca de la luz, Edward Murrow: «Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices«

Reconozco que en Venezuela no hay un gobierno perfecto, reconozco que no hay una oposición perfecta.  No estoy con este trabajo defendiendo el gobierno de Venezuela, estoy, más bien, haciendo un llamado clamoroso y responsable a favor de la paz.

No puedo dejar de mencionar aquí una expresión del destacado político de la República Popular China Zhou Enlai: «Si todos los países se comprometen a la no agresión mutua se podrá crear las condiciones de coexistencia pacifica en las relaciones interestatales«.

Finalmente, debo decir que con frases como la de Murrow y Enlai podrían resolverse las pugnas que hoy dividen a pueblos hermanos y nos hacen ver fracasos donde en realidad no llegan a tener la connotación de reveses políticos, económicos o morales. Naturalmente, como dice el refranero: «Todo depende del cristal con que se mire«.