Una vida entregada al trabajo honesto con una batea de frutas a cuesta

JOSÉ ALFREDO ESPINAL

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SANTIAGO.- Para Francisco Jiménez Santos, de 63 años de edad,  todos los días del año son iguales. Para él no existen días feriados. Llueva, truene o venteé se levanta bien temprano en la mañana y con su batea a cuesta recorre a diario decenas de kilómetros por las calles y avenidas del Centro Histórico de Santiago.

Paco, es el apodo de este hombre, a quien reconocen sus cautivos compradores. Aguacates, guineos, naranjas y mandarinas, son de las frutas que comúnmente oferta a sus clientes.

“Tengo 44 años vendiendo frutas y me siento bien. Soy un hombre exitoso”, dice Paco, a carcajadas de extremo a extremo. Este hombre que apenas alcanzó el tercero de la educación primaria aprendió a leer y a escribir. Y aunque no pudo seguir estudiando, la batea, el pedazo de madero que ha cargado consigo durante casi cinco décadas, ha sido su mejor título académico.

Está casado desde hace 35 años y ha procreado tres hijos.  “He mantenido a familia con esta batea vendiendo frutas y tengo mi casita”, narró en conversación con reporteros de Hoy, en un breve descanso en la calle Del Sol esquina Sánchez, de esta ciudad.

Francisco Jiménez Santos es oriundo de la comunidad de Yaroa, en Yásica, provincia Puerto Plata. Tiene 50 años residiendo en sector El Ejido, en la parte Norte de Santiago.

Según explica, para él la vida ha sido buena. “Todo ha sido un éxito. Me siento muy bien gracias a Dios”, expresó.

Paco no recuerda la última vez que acudió a un médico. Parece contradictorio, pero a pesar de su trajinar con una batea a cuesta todos los días y durante 44 años, este hombre nunca ha estado enfermo. Él, su esposa que labora como empleada doméstica y sus tres hijos carecen de un seguro de salud.

El amor con que hace su trabajo días tras días también ha estado acompañado de un poco de suerte. Paco nunca ha sido víctima de un atraco durante su larga vida manejando dinero en la compra y venta de mercancías.

“De este país no cambiaría nada. Lo único que pediría para mí es una pensión para cuando ya no pueda cargar la batea, hecha de un árbol llamado Higo”, manifestó.

En sus 44 años vendiendo frutas por las calles y avenidas de Santiago, Paco ha tenido 13 bateas distintas. Con en la cabeza recorre toda la ciudad de Santiago, desde el Hospedaje Yaque donde se suple de la mercancía hasta llegar a su casa después del mediodía, en el sector El Ejido.