Una sentencia de doble filo

José Alfredo Espinal

Editor/Caribbean Digital

La sentencia del Tribunal Constitucional busca adecentar a la República Dominicana en materia de migración, pero en parte lesiona derechos humanos.

SANTIAGO, República Dominicana. Cada país tiene sus propias leyes y se deben respetar, pero los organismos internacionales se meten en una, pero reculan en otra.

Pleno del Tribunal Constitucional que preside el magistrado Milton Ray Guevara. Archivo
Pleno del Tribunal Constitucional que preside el magistrado Milton Ray Guevara. Archivo

Con la sentencia del Tribunal Constitucional, en la que en parte hay muchos sectores y prominentes juristas  de acuerdo con el fallo, otros sin embargo, la han querido satanizar acusándola de pretender desconocer la ciudadanía de un ser humano, en este caso particular de los haitianos.

Si es cierto que el Tribunal Constitucional y ningún otro estamento tienen el derecho de quitarle la ciudadanía a un ser humano, como se alega, no es menos cierto que cualquier persona puede adquirir una ciudadanía en base a ilegalidades.

Pero organismos internacionales que prometieron “de todo” para ayudar a reconstruir al pueblo haitiano luego del devastador terremoto y que hasta la fecha no han hecho nada, ahora quieren venderse como los defensores de los indocumentados haitianos.

Un grupo de ONGs, que aprovechan cualquier situación para sacarle pingüe beneficios al conflicto, que viven de ese negocio, las mayorías, ahora son defensoras de haitianos, que podrían estar exigiendo una ciudadanía en base a una ilegalidad.

Nos oponemos totalmente que se le despoje de su nacionalidad a un hijo de inmigrante ilegal haitiano en el país. Recordemos que muchos de nuestros hermanos dominicanos también viven en iguales condiciones en otros países, como Estados Unidos, Puerto Rico y España, por ejemplo.

Pero el fallo del Tribunal Constitucional busca adecentar una deuda social de las autoridades dominicanas. En eso también estoy totalmente de acuerdo.

Con la debilidad de las fronteras y las costas de la República Dominicana y la corrupción de algunos miembros que las vigilan, a diario decenas de haitianos llegan a suelo dominicano. Eso no ocurre tan frecuente en los países arriba mencionados a los cuales los dominicanos emigran.

Los haitianos en este país merecen respeto, no en base a si son o no residentes legales, sino a que son seres humanos como los demás. Asimismo, la Constitución de la República Dominicana merece el mismo respeto, no solo de los haitianos, sino de los dominicanos o de cualquier persona  de otra nacionalidad que en un momento determinado pretenda vivir aquí.

Los países sin orden se convierten en un desorden y eso es lo que se vive aquí, pero mientras un grupito se favorece de eso, en vez de buscarle solución al problema, hoy acusan a un Tribunal que ha tratado de buscarle regla a la casa, aunque quizás no fue la mejor forma.