Una novela judicial

Desde Mi Ventana Óptica

Alejandro Almánzar

Especial/Caribbean Digital

NUEVA YORK./ República Dominicana demuestra carecer de normas jurídicas propias. Que sigue patrones extranjeros, alejados de nuestra realidad socio-cultural. Nuestros códigos de leyes, fueron un extracto del derecho francés, y en la actualidad, el Código Procesal Penal, es una réplica del Código norteamericano.

Periodista Alejandro Almánzar.

No soy abogado, ni mucho menos penalista, pero el juicio seguido a los inculpados en el caso Figueroa Agosto, en cada debate se parece más al capítulo de una novela judicial, donde el procedimiento penal está ausente, en el que los acusados se incriminan unos a otros, donde nunca saldrá la verdad a relucir.

Imitando a países desarrollados, el Ministerio Público está negociando sentencias con involucrados en esa red criminal, lo que en nada beneficiará a la sociedad, pues las autoridades no cuentan con mecanismos legales, recursos humanos, ni económicos, para garantizar el cumplimiento de lo dictaminado en los tribunales.

Un espectáculo judicial, en el cual,  las incriminadas parecen actrices, bien vestidas y maquilladas, como si en lugar de estar en una prisión, pagando su ofensa a la sociedad, vinieran de un Resort. Ahí nadie cuestiona sobre el ametrallamiento de Vianca la Gorda, en plena vía pública, ni pide la presencia de funcionarios diplomáticos que gestionaron la libertad de Agosto,  detenido por la DNCD.

Cualquiera pensaría, que el capo boricua dirige ese debate desde su prisión en Puerto Rico, mandando a decir lo que conviene a él y a quienes les acompañaron en sus andanzas criminales por más de diez años. Reiteramos, Sobeida tiene poco que aportar a dicho juicio, su rol no pasó de suplir placer sexual.

Contrario a Nin Batista, que su relación fue mas allá de lo sentimental, quien cayó presa junto al capo, por varias toneladas de cocaína y falsificó su identidad para moverse en ese bajo mundo, pero eso tampoco quiere decir, que ella maneje importantes informaciones de dicha red.

Aunque el general, Rossó José Serrano Cadena, ex director policial colombiano dice: “los jefes de carteles, entregados al placer de una mujer y al alcohol, hablan mucho”, el juicio de tan respetable oficial, no entra en discusión, pero está claro, ellos nunca sueltan informaciones que hagan peligrar sus operaciones.

Si estas dos mujeres manejasen informaciones comprometedoras de su cartel, ni de sus tumbas conocieran las autoridades dominicanas. Quienes pudieran saber sobre su modo operante, son esos apellidos sonoros,  que figuran en el expediente, aunque algunos, su único delito fue venderles autos de lujo, prendas y servicios,  a un sujeto que suplantó cuatro identidades, y nadie explica, quién autorizó expedir dichos documentos, o quién hizo dotarlo de un carnet del DNI, y placas oficiales.

Si con esta novela judicial buscan dejar fuera del expediente a figuras políticas y a oficiales involucrados, eso sólo será posible, hasta que el FBI se interese por saber, cuáles fueron esos funcionarios de su embajada, que lo protegieron, evitando su expulsión como ciudadano indeseable, tal lo ha reiterado el doctor, Marino Vinicio Castillo.