Un mundo seducido por el falso cielo

Rafael Baldayac 

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un enorme árbol, cayó un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales; a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición…

Periodista Rafael Baldayac. Archivo.
Periodista Rafael Baldayac. Archivo.

La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy fuerte, estaban sudados y sedientos después de tanto caminar.

En una curva del camino vieron un lugar deslumbrante, con un portal magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro del cual había una  impresionante fuente de donde manaba un agua cristalina.

El caminante acompañado de sus dos animales, se dirigió al hombre que custodiaba la entrada de tan embellecido recinto.

–          Buenos días.

–          Buenos días – respondió el guardián

–          ¿Como se llama este lugar tan bonito?

–          Esto es el Cielo – contesto el vigilante

–          Que bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos.

–          Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera.

Usando su seudo cortesía, el guardián señalo la luminosa fuente.

–          Pero mi caballo y perro también tienen sed.

–          Lo siento mucho – dijo el guardián- . Pero aquí no se permite la entrada de animales.

El hombre se llevó un gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; apesadumbrado dio las gracias al guardián y siguió adelante.

Después de caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero; posiblemente dormía.

–          Buenos días – dijo el caminante.

El hombre respondió con un gesto de cabeza.

–          Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.

–          Hay una fuente natural entre aquella rocas – dijo hombre, indicando el lugar– Pueden beber tanta agua como quieran.

El hombre, el caballo y el perro fueron a aquella la fuente espontánea y natural y calmaron totalmente su sed.

El caminante complacido por el favor recibido volvió atrás para dar las gracias al hombre.

–          Pueden volver siempre que quieran  – le respondió el hombre quitándose el sombrero.

–          A propósito, ¿como se llama este lugar?   preguntó el caminante.

–          Cielo, contestó simplemente el humilde hombre.

–          ¿El Cielo? ¡Pero el guardián del portal de mármol y oro ha dicho que aquello era el Cielo!

–          Aquello no era el Cielo, era el Infierno – le aseguró el hombre.

El caminante quedo perplejo, confuso, asombrado.

– ¡Deberían prohibir que utilicen su nombre! ¡¡ Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones, errores y perturbaciones!!

Pero el caminante siente un gran alivio con la siguiente respuesta, dada por el humilde hombre.

–          ¡¡ De ninguna manera!!! En realidad, nos hacen un gran favor…. 

Porque  ALLI SE QUEDAN TODOS LOS QUE SON CAPACES  DE  ABANDONAR A SUS MEJORES AMIGOS!!!.

Jesús define, en términos de amistad, su relación con los discípulos: «Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: sino que os llamo amigos, porque lo que he oido al Padre os lo he dado a conocer» (Juan 15:15).

Para los cristianos, la amistad es fundamental. Jesús nos muestra cómo la amistad forma parte fundamental del trato al prójimo.

 

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos (… ). Jesús es nuestro Amigo. En  el encontraron los apóstoles su mejor amistad. Era alguien que les quería, con quien podían comunicar sus penas y alegrías, a quien podían preguntar con entera confianza. Sabían bien lo que deseaba expresar cuando les decía: amaos los unos a los otros… como Yo os he amado.