José Alfredo Espinal
Caribbean Digital
SANTIAGO, República Dominicana.- Tengo 36 años de edad, casi 37. Soy casado y padre de dos hijos. Hasta el día de hoy nadie puede cuestionar mi honradez, por eso duermo tranquilo. No soy corrupto ni abuso de la confianza de los demás.
Cuando me dicen que distribuya tal cosa lo hago como se ha indicado. No cobro comisiones por favores ni alabo el trabajo de otros solo para conseguir beneficios meramente personales.
Fui criado en una familia humilde que, pese a quedar sin padres a la edad de trece años he pasado todo el sacrificio del mundo para ir venciendo obstáculos que todavía se encuentran en el camino.
Sin embargo, no me cobijo en las penurias del pasado para que otros se conduelan de mis circunstancias.
Lo que tengo se lo agradezco a Dios, a mi esfuerzo y al apoyo de algunos amigos que puedo contar con los dedos de las manos.
He pasado hambre como nadie se lo imagina. He dormido en las calles. He trabajado cuando niño, mientras otros dormían y gozaban de la buena vida.
Mientras otros comían carnes y pescados, yo debía tomar agua de azúcar para saciar el hambre. Cada día me acuesto y me levanto dándole las gracias a Dios por su misericordia.
Nadie, excepto Dios sabe lo que he tenido que hacer toda mi vida para sobrevivir en este país lleno de gente buena, pero con algunos malos ciudadanos que solo existen para hacer maldad.
Comparto mi vida con una gran mujer, un ser humano especial, con mis dos preciosos e inteligentes hijos, y sobre todo, vivo bajo la gracia del Espíritu Santo.
Como ciudadano y hombre de trabajo siempre he procurado en hacer las cosas bien, aunque a otros le molesten. Soy de lo que se toma un momento para decir lo que piensa. Mis principios no son tan fáciles de doblar.
Soy un ciudadano que pago mis impuestos al Estado dominicano. Cuando acudí a la universidad pagué todos mis gastos. Cuando voy a una estación de combustibles, cuando acudo a un supermercado, cuando me dirijo a una tienda, si pago la energía eléctrica o el agua potable, el servicio telefónico o la televisión por cable, cuando compro cualquier cosa por insignificante que sea, debo pagarle impuestos al Estado dominicano.
Por eso, cuando llegan los procesos electorales voy a las urnas y ejerzo mi derecho constitucional por el o los candidatos que me parecen que no se robarán el dinero que pago de los impuestos. No me importa si el color del partido es morado, blanco, rojo, verde o el color que sea, yo voto por quien me dé la gana.
Cuando debo ir a una clínica, al súper, a la estación de combustibles o pagar cualquier servicio, nunca me han preguntado si soy o no del gobierno o de algún partido en particular.
Ataco y digo lo que quiera, cuando quiera y como quiera, en el marco del respeto y de lo que considero es verdad. No puedo callar lo que todo el mundo sabe. No puedo ser cómplice de los funcionarios y los empresarios corruptos. En estas alturas de juego, no puedo venderle mi alma al Diablo, después que Dios me sacó de ese infierno.
Dios me bendijo. Tuvo misericordia de mí. y lo mejor de todo, me ama.
Gracías al Altísimo, ahora cuento con una licenciatura en Comunicación Social, una Maestría en Gerencia de Recursos Humanos, con el conocimiento de más de un idioma, con diplomados y decenas de cursos, y sobre todo con mi fe puesta en Dios. Tengo la seguridad de que seguiré adelante, aún cuando el enemigo manipule a mis colegas para que intenten hundirme.
Esos enemigos, que dicen llamarse mis colegas en los medios de comunicación, podrán hacerme saltar de un lugar a otro, pero nunca podrán provocar que sucumba en mis principios.
Yo soy José Alfredo Espinal, el mismo que nació hace 36 años. El mismo personaje que ha sido cancelado de medios por chismes e injusticias. Yo soy el mismo. El mismo que nació en Damajagua y vivió en Laguna Salada. Yo soy el mismo, amigo de los amigos y compasivo de mis enemigos.
Soy el mismo que cree que el Estado dominicano es para todos, sin importar que estemos o no de acuerdo con quienes nos gobiernen.
Espero que quede claro, José Alfredo Espinal, no es de la clase de periodistas y comunicadores, como otros que, porque hoy se benefician con grandes sumas de dinero del Estado dominicano, dejan de reconocer que en la sociedad hay problemas reales como la inseguridad ciudadana, el desempleo, la criminalidad y fundamentalmente, el mal que todo lo invade, la corrupción.
Duélale a quien le duela, esa es una realidad que no se puede combatir con presiones políticas, con chantajes ni con mentiras.
Esa es una realidad que por más que quieran esconder no se puede combatir con pagos de publicidad, con botellas en el Estado ni con borregos vestidos de periodistas pagos en los medios de comunicación y llevando calumnias a los funcionarios, para que le retiren el salario a alguien que si realmente cumple con sus responsabilidades en la administración pública.
Sabemos quiénes son y, aunque se vistan de ovejas, ya sabemos que son lobos feroces.
“Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?”. Mateo 6:26.
Felicidades, siga cosechando los buenos valores