Periodista argentino en Palestina: "Israel es un Estado construido sobre la paranoia"

Entre octubre y noviembre de 2016 el periodista y escritor argentino Julián Aguirre estuvo visitando durante un mes Cisjordania. Entrevistado por RT el autor del libro ‘ISIS. El ejército del terror’ comentó cómo fue ver en primera persona las consecuencias de la ocupación israelí sobre el territorio palestino.

«Viajé con otros compañeros y compañeras de Latinoamérica como parte de una Brigada de Solidaridad con Palestina articulada a través de la Vía Campesina», relató. Durante su estadía recorrió «mayormente Cisjordania, Jerusalén y algunos de los territorios palestinos que hoy se encuentran dentro de Israel», explica.

Consultado sobre cómo fue el ingreso al territorio palestino, Aguirre detalla que la única forma de hacerlo es a través de Israel ya que «la entrada y la salida de personas, capitales o bienes está controlada en su totalidad por las autoridades israelíes». Eso ya «marca la pauta de cómo es la vida en los territorios palestinos».

«Ahí ves lo que es un Estado construido sobre el control y la paranoia institucionalizada. Vos no podés presentarte abiertamente como alguien que va en una tarea de solidaridad», lamenta.

No obstante, confiesa, una vez que lograron ingresar pudieron moverse «con relativa libertad». Es que gracias al «estatus de extranjero, paradójicamente, se goza de mayores libertades de movimiento que la propia población palestina», explica.

Segregación institucionalizada

Durante el tiempo que estuvo en Palestina, Aguirre se instaló en la ciudad de Ramala, que funciona como «capital política, financiera y comercial desde que se formó la Autoridad Nacional Palestina (ANP)». Aunque, explica, «el reclamo histórico es que sea Jerusalén». Desde allí se trasladó a distintos lugares que «representan las distintas facetas del pueblo palestino y sus experiencias de resistencia y revivindicación soberana».

En la lista de lugares enumeró las ciudades de Nablús, Hebrón, Belén, Jericó, así como también «poblaciones rurales menos conocidas». Además, estuvo en Jerusalén y visitó los Altos del Golán, que es «un territorio sirio ocupado por Israel desde la guerra de 1967».

La última parada del periodista argentino fue la ciudad de Haifa, que se encuentra «dentro de Israel pero que cuenta con la particularidad de tener la mayor cantidad de población palestina o árabe-israelí, como llama eufemísticamente el Estado de Israel a los palestinos que viven dentro de su territorio», recuerda el periodista.

Allí, «al igual que Jerusalén», se puede ver la «segregación institucionalizada y llevada al espacio de la ciudad». «Pudimos ver lo que es la vida en los ‘barrios árabes’ de Haifa. Así está ordenada espacialmente la ciudad y hay enormes diferencias en lo que hace a la infraestructura, la provisión de servicios, etc.», describe Aguirre.

La dificultad de desplazarse en medio de la ocupación

Uno de los puntos más conflictivos que se ha intensificado en Cisjordania durante los últimos años tiene que ver con la construcción del muro y los asentamientos ilegales de colonos israelíes. «Hay un sistema legal, militar e incluso de planificación urbana que ordena, regula y condiciona el día a día de la población palestina», subraya el entrevistado. Y remarca que si uno ve un mapa de Cisjordania hoy «va a ver un montón de referencias a las carreteras exclusivas que solo pueden utilizar los israelíes».

A esto se le suman «barreras, zonas industriales, zonas de exclusión militar y todo un sistema diseñado para limitar y hacer del simple hecho de trasladarse un acto completamente regulado», abunda el informador argentino. 

Por ejemplo, comenta Aguirre, se manejan con «dos tipos de patentes para auto». Las de color blanco «son las que pueden transitar en territorio israelí» y las de color amarillo «son solo para transitar en Cisjordania«. Esto genera que aquellos palestinos que trabajan en Israel «constantemente» necesiten gestionar «permisos especiales para ir a sus puestos de trabajo». «La gran mayoría no puede atravesar la frontera con su auto por lo que debe bajarse ahí y caminar el resto del trayecto», precisa. Se trata de entre 100.000 y 200.000 personas que «trabajan en condiciones de absoluta precariedad, sin derechos laborales, sirviendo como mano de obra barata».

Finalmente apuntó que visitar a un familiar preso «es también otra odisea». Debido a que «de las 17 cárceles donde Israel tiene detenidos palestinos, 16 están dentro de su territorio». Esto viola la Convención de Ginebra y otros estatutos internacionales que «establecen que un Estado ocupante no puede encarcelar gente del territorio ocupado, fuera del mismo».

Colonización económica

Para Aguirre es claro que «con este sistema de autopistas exclusivas, puestos militares, colonias y el muro (que no está en la frontera sino que atraviesa el territorio palestino) se avanza en una política del hecho consumado». Israel hace «avanzar la frontera» y de manera progresiva «va generando el desplazamiento de la población».

«Los asentamientos son una plaga», asegura. Y si bien las distintas negociaciones de paz han planteado su levantamiento, «los gobiernos israelíes –sobre todo el actual– no han hecho más que profundizar esa política de colonización», destaca.

Asimismo, explica que «la relación entre palestinos y colonos está reducida al trato con los soldados», ya que «las colonias son un mundo amurallado y apartado». La excepción son aquellos palestinos que trabajan en las colonias «en un estado de absoluta precarización laboral» y siendo «la mano de obra barata que realiza la tareas que ningún israelí quisiera». Para Aguirre, «es similar a la relación que hay en EE.UU. con los latinos».

«Las colonias acaparan territorios y recursos. Con este objetivo hay obras de infraestructura que la población rural palestina no puede llevar a cabo ya que son vedadas por las autoridades militares», relata el periodista. A esto se suman «restricciones para el acceso al crédito y planes de desarrollo» que llevan a los campesinos a «competir en una relación muy desigual con la producción de las colonias».

El productor palestino, «que quedó relegado a las tierras menos productivas, debe competir en un mercado inundado de productos israelíes subvencionados por el Estado», añade. Desde su perspectiva, «hay una colonización de la propia economía palestina».

La vida en los campos de refugiados

«Los campos de refugiados se parecen mucho en su fisonomía a las villas de Argentina o las favelas de Brasil», sostiene Aguirre. «Se han desarrollado como barrios. Muchas ciudades palestinas crecieron en base a la construcción de estos campos», agrega. Se trata de lugares donde «la vida, aunque de forma precaria, se desarrolla. Hay calles de tierra, escasos servicios, casas apiladas una sobre otra». Sin embargo, «la diferencia es que la población no padece la estigmatización que sufren los habitantes de los barrios marginales de América Latina. Al contrario, están sumamente integrados al resto de la sociedad».

Con todo, allí la población «está congelada en el tiempo porque sigue anhelando y esperando retornar a las tierras donde por generaciones vivieron». En este sentido, siguen siendo «los principales núcleos de activismo y donde las organizaciones políticas encuentran a gran parte de sus miembros».

«Lo más llamativo es cómo, frente a todas estas situaciones, la población palestina encuentra una forma de hacer su vida. De tener sus familias, encontrar instantes de alegría. No es una situación de confort, pero sí en la que pueden tener momentos que les hacen posible la vida», concluye Aguirre.

Santiago Mayor

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