Peligroso: editorial del semanario Camino

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SANTIAGO, República Dominicana.- La organización de Juntas de Vecinos de la zona sur de Santiago ha tenido una idea infeliz y macabra. Con bombos y platillos informan al país la creación de una brigada compuesta por cien hombres para mantener limpios de haitianos a los barrios de la localidad.

Foto de archivo.

¿De dónde ha salido tanto odio y xenofobia? ¿Quiénes están detrás de estas acciones reñidas con la ley?

Estamos conscientes que después del terremoto del 12 de enero, 2010, que devastó a Puerto Príncipe, miles de haitianos han cruzado la frontera para establecerse en nuestro país de forma ilegal, recordemos que muchos de ellos han pagado un peaje a los militares de puesto en la frontera, según lo denunciado por la institución jesuita Solidaridad Fronteriza.

El problema es complejo, pero siempre habrá que buscarle una solución apegada a los principios enarbolados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos del cual nuestro país es signatario.

La función del Estado jamás puede ser suplantada por ningún grupo que amparado en un falso nacionalismo nos lleve a situaciones peligrosas que puedan servir de base para que organismos internacionales nos sancionen por estos hechos de persecución y maltrato contra inmigrantes. Además, esta supuesta limpieza se presta a extorsiones y abusos incalificables.

Las autoridades de Migración tienen la obligación inmediata de frenar esta locura. Es al Estado a quien corresponde definir y aplicar una política migratoria que no sólo debe llegar hasta los haitianos sino a los demás extranjeros que de forma ilegal residen en nuestro país.

En cuanto a la Organización de Juntas de Vecinos de Santiago, que promueve esta acción, le invitamos a emplear sus energías en favor de la vida. Creemos que su trabajo debe estar orientado a fomentar la cultura del diálogo en los diferentes sectores, prevenir la violencia intrafamiliar, llevar a cabo jornadas ecológicas, campañas de limpieza y otras tareas  positivas tan necesarias en nuestras comunidades.

Su quehacer, tan importante y que tantos frutos ha dado a la sociedad dominicana, debe estar orientado hacia el bien común. Salirse de ese camino es desnaturalizar su misión