El Padre Ángel (80) lo tuvo claro desde pequeño: quería ser cura. Pero uno de esos que trabajan sin miedo a arremangarse la sotana. La vocación más que sacerdotal era de compromiso con los más desfavorecidos.
Presidente de Mensajeros de La Paz (1962) y creador del Teléfono Dorado (1995) –una línea 900 para atender a los ancianos–, Lucía López Alonso le ha ayudado a reconstruir fragmentos de su vida, desde su infancia en la localidad asturiana de Mieres, hasta la figura mediática que es hoy, en ‘Padre Ángel. La humildad y la rebeldía’ (Editorial Planeta).
Escogemos diez de las frases que se pueden encontrar en el libro y que ilustran quién es este hombre que se ha mantenido fiel a tres cosas en las últimas décadas: la corbata roja, la insignia de Mensajeros de la Paz y sus ideas para conseguir un mundo mejor.
Retrato del Padre Ángel en 10 frases
- El inicio. «A mi pueblo llegaron los dominicos a reclutar. En aquellos años se hacía así. Lo proponían y enganchaban a muchos». No quería ser médico ni gaitero ni agricultor… De entre todos los paisanos, aprendió a querer en especial a don Dimas, el cura.
- Más allá de una moneda. «La solidaridad no es solo dar limosna, sino mirar a los ojos, tocar, abrazar; es apretar el corazón al besar y dejarse besar».
- El valor del dinero. «Creo que he sido el que más despachos y platós he pisado (…) El dinero no nos hace mal, lo que hace es ofrecernos oportunidades para ayudar a los demás. Si me enfadara con los ricos porque tienen dinero, nunca habría ayudado a tantas personas pobres».
- Compromiso con los mayores. «Cuando empezamos con las residencias, me dieron ganas de hacer firmar a los familiares un papel en el que prometiesen que irían a ver a sus abuelos. Porque los abuelos, que ya no tienen padres, muchas veces son olvidados por sus hijos, y esa orfandad es una vergüenza social».
- El cura vago. Oviedo le denominó «cura vago», eximiéndole de tener una parroquia o ser capellán. Ahí empezó a germinar todo. «Nadie quería quedarse sin cargo, pero a mí me pareció la excusa perfecta para entregarme de lleno a la construcción de la Cruz de los Ángeles (…) La fundamos dos locos entusiasmados que soñábamos despiertos, porque no teníamos un duro». El objetivo no era otro que dar hogares a los niños desprotegidos
- Contra la criminalización de la pobreza. «Recuerdo que fue como un efecto dominó: alguien entraba y les contaba a los otros que dormían en la calle que era verdad, que en esa iglesia daban café gratis. Que había wifi y baños abiertos a todo el mundo, y que si te quedabas a pasar la noche no te echaban, porque estaba abierta las 24 horas, como las farmacias». Dice de la iglesia de San Antón.
- Empatía. «En Benín, cinco niños ganan un euro al día entre todos. Y se tocan la tripa de hambre y de dolor. A mí me recuerdan a mi infancia, al hambre de la posguerra».
- Concepto de santidad. «No nos enseñaron bien. Había que enseñarnos a querer y nos enseñaron a no querer. Es una torpeza decir que eres un santo porque no fumas, no bebes, no vas al cine… Pero si santo es el que escucha música. El que disfruta de un libro y un whisky. Nacimos para ser felices, no para sufrir fingiendo ser lo que no somos».
- Su consigna. «Siempre lo he dicho: prefiero pedir perdón que permiso…».
- Reflexión con el cáncer. «Cuando no estaba seguro de si estaba del todo curado de mi enfermedad, reflexionaba a diario sobre el tiempo que había perdido en no llamar por teléfono a un amigo, en no saludar a mucha gente».
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