Okinotori, las minúsculas islas que Japón apuntala con corales, concreto y acero para expandir sus límites marítimos

Un islote del atolón de OkinotoriImage copyright
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Imagen de 1987 de uno de los islotes del atolón de Okinotori.

En el deshabitado atolón de Okinotori, ubicado en el mar de Filipinas, hay dos islotes de menos de 10 metros cuadrados y que cuando sube la marea apenas sobresalen por encima del nivel del mar.

Pese a sus reducidas dimensiones, su importancia estratégica es fundamental. Se estima que el gobierno de Japón ha gastado desde la década de 1980 unos US$600 millones en ese territorio, su posesión marítima más al sur.

Tan solo hace tres meses anunció que invertiría US$118 millones adicionales para reconstruir un puesto de observación en el lugar.

¿Pero, por qué gastar tanto dinero en un lugar tan pequeño e inhóspito ubicado a 1.600 kilómetros de Tokio?

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Japón recubrió de cemento la superficie de los dos islotes que aún quedan y creó un tercer islote.

«Si Japón demuestra que eso son unas islas, entonces podrá establecer una zona económica exclusiva (ZEE) de 200 millas náuticas», explicó a BBC Mundo T.Y. Wang, profesor de la Universidad Estatal de Illinois y coeditor de la revista académica Journal of Asian and African Studies.

«Allí hay aguas muy ricas en recursos pesqueros y depósitos minerales de todo tipo que Japón tendría el derecho soberano de conservar, explotar o gestionar», agregó.

Esa zona económica exclusiva equivale a unos 400.000 kilómetros cuadrados, un área mayor que toda la masa territorial de Japón.

Corales, concreto y acero

Cumplir con la definición técnica de isla prevista en la legislación internacional y así disponer de una zona económica exclusiva parecería una tarea fácil. En el caso de Okinotori, no lo es.

La normativa establece que deben ser áreas de tierra formadas de forma natural, rodeadas de agua y que se encuentran por encima del nivel del mar cuando hay marea alta.

Han usado métodos muy avanzados como trasplantar corales y han usado concreto y acero para tratar de reforzar la isla»

T.Y. Wang, Universidad Estatal de Illinois

En la década de 1920, cuando Japón reclamó tener soberanía en el atolón de Okinotori había allí cinco islotes. Sin embargo, debido a la erosión y al aumento del nivel del mar ahora sólo quedan dos.

Wang señala que Japón ha hecho grandes esfuerzos para intentar preservar la zona.

«Han usado métodos muy avanzados como trasplantar corales y han usado concreto y acero para tratar de reforzar la isla», dice.

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Según Thomas Vien, analista de Asia Oriental de la consultora de asuntos de inteligencia Stratfor, en las barreras de concreto han hecho hendiduras para permitir el paso del agua marina y así cumplir con la exigencia de que los islotes –que fueron recubiertos de cemento– estén «rodeados de agua».

Roca o isla

En su intento por reivindicar la zona económica exclusiva que se derivaría de Okinotori, Japón se enfrenta a algo más que a la naturaleza.

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China ha construido varias islas artificiales en el Mar Meridional.

Su posición está objetada ante la ONU desde 2009 por China y Corea del Sur con el argumento de que allí no hay islas sino rocas y, por tanto, no dan derecho al establecimiento de una zona económica exclusiva, según la legislación internacional.

Ambos países se basan en un apartado del artículo 121 de la Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar que establece que «las rocas no aptas para mantener habitación humana o vida económica propia no tendrán zona económica exclusiva ni plataforma continental».

En respuesta a una consulta de BBC Mundo, Hayashi Kazutoshi, cónsul de Japón en Los Ángeles (California), dijo que la posición oficial de su país sobre Okinotori es que se trata de islas y no de rocas.

Tensión con Taiwán

Aunque fueron China y Corea del Sur los que objetaron ante la ONU el establecimiento de una ZEE de Japón en Okinotori, probablemente el país más afectado por esa decisión de Tokio es Taiwán, pues tiene importantes intereses económicos en la zona.

«La Agencia de Pesca de Taiwán reporta que hay un centenar de barcos de ese país que van a faenar cada año a esas aguas ricas en recursos pesqueros», explica Vien.

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En Taiwán, los pescadores protestaron en contra de Japón.

El 25 de abril pasado, guardacostas de Japón detuvieron una embarcación con 10 pescadores taiwaneses que se encontraban faenando a 150 millas náuticas de Okinotori, dentro de la autoproclamada zona económica exclusiva de Tokio.

Aunque este no es el primer episodio de este tipo que se produce entre ambos países, esta vez las tensiones se elevaron más.

La Guardia Costera de Taiwán emitió un comunicado en el que se refería a la zona del suceso como «aguas internacionales».

Poco después, el entonces presidente saliente Ma Ying-jeou declaró que Taiwán no reconoce la ZEE declarada por Japón y ordenó a todo el gobierno hablar a partir de ahora sobre Okinotori como «rocas» y no como «islas».

Wang destacó que con esta declaración Taiwán abandonó su postura ambigua sobre el tema, pues hasta ahora evitaba cuestionar directamente a Japón.

Valor estratégico

Pero, ¿cómo se explica que Pekín y Seúl hayan cuestionado desde hace casi una década las intenciones de Tokio, mientras Taipei guardaba silencio?

La causa es China.

Pekín considera a Taiwán como una «región rebelde» a la que aspira a reintegrar bajo su control.

Taipei, que a efectos prácticos ha sido un estado independiente durante más de medio siglo, ve a Japón como un posible aliado que le puede ayudar a frenar las ambiciones chinas o, al menos, que puede limitar el aislamiento internacional al que Pekín quiere someterle.

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La Marina taiwanesa envió barcos a la zona de Okinotori, después de la detención del barco pesquero.

«Okinotori está a medio camino entre la isla de Guam y el mar de la China Oriental, por lo que tiene un valor estratégico dado que las fuerzas navales de Estados Unidos establecidas en Guam probablemente tendrían que navegar por esa zona en caso de una hipotética guerra entre China y Taiwán», señala Vien.

Añade que, con la existencia de la ZEE, Japón podría legalmente establecer algún tipo de restricción a las actividades militares en la zona, un incentivo para que China objete su establecimiento.

Wang considera que Pekín tiene una oportunidad para denunciar el doble rasero de Japón, país que critica la construcción de islas artificiales por parte de China en aguas disputadas en el mar de la China Meridional.

Eso, pese a que los esfuerzos de construcción de Japón son mucho menores que los de China que ha acumulado arena sobre los arrecifes para crear sus islas, en las que incluso ha construido instalaciones militares.

Para Vien, el reciente incidente entre Japón y Taiwán dificultará las relaciones en el corto plazo entre ambos países, lo que favorece a China.

Mientras tanto, Tokio parece estar condenado a seguir invirtiendo millones de yenes para mantener por encima del nivel del mar a los islotes de Okinotori.

«Se puede discutir si es una roca o una isla, pero el hecho es que si el atolón dejara de existir, entonces Japón no tendría nada que reivindicar», concluyó Vien.

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