Por Eugenio Taveras
Entrecomillas: “El Cuerpo Especializado en Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT), informó que devolvió a Haití ayer a unos 225 ilegales de esa nación que trataron de entrar a la República Dominicana.» No es que trataron de entrar, es que ya estaban dentro, porque tratar de entrar significa que se encontraban del lado de Haití.
Mi reacción la escribo a modo de pregunta: ¿Lo devolvieron con todas sus pertenencias? Porque la experiencia ha demostrado que primero les quitan lo más mínimo que traigan encima para luego darles reversa y así ha sido desde tiempos remotos: un negocio que a muchos les ha dejado dividendos, y como negocio dudo de que algún día tenga fin.
La razón tiene una explicación sencilla: nuestros dizque vecinos necesitan sobrevivir, y con esto no estoy expresando mi acuerdo con la migración no regulada, sino que la cruel realidad está a la vista de todo el mundo y debemos asimilarla nos guste o no.
Son ellos los necesitados y nosotros también. Usted se preguntará el porqué de su necesidad y la respuesta es obvia: allá no hay nada de nada y, peor aún, los países que deberían asumir esta responsabilidad son Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Canadá, el primero por agenciarse el título de primera potencia y los tres últimos por ser los más beneficiados de las riquezas que otrora exhibía ese hoy triste y devastado territorio.
En cuanto a la necesidad nuestra no hay que ser experto en ninguna materia para entenderla, y se la voy a describir con interrogantes para que le dé respuesta inmediata con un movimiento de cabeza mientras lee: ¿sembramos nosotros el campo?, ¿pegamos nosotros un block?, excepto, en ambos casos, que nos pongan a manipular un equipo; pero somos renuentes, en casi un cien por ciento, de meternos al fango, de enredarnos con el cemento, de terminar embarrados de pintura; en fin, siga usted buscando y verá que, en definitiva, sí necesitamos de esa mano de obra, la cual, en muchos casos es engañada al momento del pago por la labor realizada.