Madres de crianza: cuando la maternidad no depende de un útero

Estas mujeres nunca rompieron fuente, tampoco sintieron pataditas en su vientre, pero fueron dotadas del amor, la ternura y la voluntad de sacrificio que solo siente una verdadera madre.

Aunque hubo un fallo en su motor reproductor, no se detuvieron y recibieron triplicado lo que desde sus entrañas desearon. Y hoy en ocasión al Día de las Madres, elCaribe te cuenta la historia de dos mujeres que nunca quedaron embarazadas, pero son madres de hijos e hijas a quienes las unen un lazo más fuerte que la sangre; el del amor.

Rosario Tineo, cariñosamente apodada “Charo”, se casó con José Ilalio Rodríguez a los 18 años. Tras siete años de matrimonio y no quedar embarazada decidió someterse a un procedimiento para determinar porqué no concebía. Los médicos determinaron que su matriz no se había desarrollado. “Me dijeron que tenía el cuello de la matriz de niña”, cuenta desde la sala de su hogar, en Gualey, Distrito Nacional.

Ante este diagnóstico, su esposo le dijo “no te apures que si tú no puedes vamos a adoptar, pero es macho que lo quiero”. Porque el sueño de su marido, de quien se divorció hace 12 años, según contó, siempre fue tener un varón, ya que antes de unirse a ella había procreado tres hembras.

“Él quería un hijo y yo le di dos machos, y lo declaró como hijos legítimos”, dice sonriente. Charo se convirtió en madre adoptiva de José Ilalio Rodríguez, de 18 años; Gary Rodríguez, de 21 y Anyeli Michel Solano, de 10.

“A ellos Dios me los mandó para que yo criara, sufriera y sintiera como una madre”, expresa la mujer de 55 años.

En presencia de dos de sus hijos recuerda, aunque hace ya 18 años, el momento en que un hombre, del que no dio muchos detalles, se le acercó haciéndole la pregunta ¿Rosario, tú quiere un muchachito? ella respondió sin titubear “claro, yo nunca he tenido hijos”. Un 24 de diciembre a las 8:00 de la noche ese joven llegó a su casa y puso en sus brazos al pequeño, haciéndole prometer que nunca le dirá quién lo engendró.

Recuerda que ese joven, quien posteriormente murió, le entregó a José Idalio Rodríguez con apenas tres meses de nacido, y le dijo lo siguiente. “Yo te voy a dar un regalo para que tú críes a ese niño que se va a morir, a mí me lo regalaron y yo te lo voy a dar a ti”.
El pequeño era asmático, enfermedad que le costó mucho dinero y sacrificio a esta pareja. “Yo le pedí a Dios que si me lo dejaba vivo donde quiera que hubiera un culto yo iba a coger una sillita y lo llevaría”, recuerda. Como agradecimiento, lo presentó en la iglesia evangélica.
Lo último que yo hice con él (José) fue darle el seno sin poder, cuando me lo buscaba de madrugada”, cuenta y en ese momento lágrimas corrieron por sus mejillas mientras sostenía en sus piernas a su nieto, hijo de José. Y cuando pensó concentrar todo su esfuerzo y amor en criar a José, llegó Gary, a la edad de 4 años, a llenar aún más de alegría sus días. De ese joven que ya tiene 21 años se expresa con un orgullo inmensurable. “Ese es un hombre conmigo y dice que una madre como yo no la hay y que si él llega a algo me pone a mí a vivir bien”.

Cuando creyó que no podía ser más feliz apareció Anyeli Michel Solano, quien entró a formar parte de la familia hace cuatro años. La niña de 10 años exhibe un comportamiento ejemplar y la ayuda en las tareas del hogar.

Charo nunca ocultó a sus hijos quiénes son sus progenitores, tampoco les cohibió de buscarlos. Cuenta que ese proceso nunca fue traumático. “Cuando la gente les dice charo que no es su verdadera mamá, ellos contestan: mi mamá que reconozco es esa, porque ella nos hizo hombres derechos y responsables”, dice.

Para criar y educar a sus tres hijos, Charo ha trabajado duro en una fritura que todavía mantiene, mientras su esposo, del cual se separó, trabajó por muchos años ebanistería en Bávaro. “Yo trabajo para darles lo que ellos necesitan. Porque para mí ni para su papá ellos son grandes”, expresa.

Llevar a sus hijos por el buen camino en un sector carenciado y donde acecha la delincuencia fue tarea ardua. “Estuve con mis hijos debajo de la falda y nunca me han dado malas cuentas de ellos”, dice acerca del comportamiento de estos.

El esfuerzo y el amor de esta mujer son reconocidos por sus hijos y por quienes la conocen. “Si yo no hubiera tenido a esa que está ahí estuviera ahora mismo debajo de la tierra. Sin ella yo no soy nadie”, resalta José, el segundo de sus hijos.

Hoy, Charo envía un mensaje a aquellas mujeres que no pueden concebir. “Yo lo que les digo a ellas que si no pueden tener sus hijos que adopten, porque un hogar sin hijos no es feliz”, considera.

A una cuadra de la casa de Charo, vive Rosalía Ogando Montero, “Rosa”, mujer que se hizo cargo de tres sobrinas: Milagros, Lucía y Carolina, quienes ahora tienen 40, 35 y 19 años de edad, respectivamente.

Rosa se casó dos veces pero con ninguno de sus maridos pudo procrear. Tampoco fue al médico para conocer porqué no quedaba embarazada. “No fue por falta de voluntad, porque diligencia de más hice”, dice entre risas, expresión que sacó carcajadas a quienes le acompañaban en la entrevista. Cuando era más joven dos de sus hermanas le encomendaron la misión de criar a sus hijos y lo hizo.

“Gracias le doy a Dios, porque me siento feliz de mis hijos. Siento que hubiese sido yo que los parí”, dice. En ese momento interviene su hija Lucía y dice “Madre no es quien lo hace sino la que cría”.

La primera en llegar fue Milagros, quien aparte de ser sobrina es ahijada. La pequeña tenía cuatro años cuando la recibió. Su madre murió y Rosa la acogió como su hija.
Más tarde llega Lucía, a la edad 8 años, cuya madre, según cuenta, no tenía recursos necesarios para formarla y suplir sus necesidades básicas.

Al ver un sobrino de Rosa el amor y las atenciones que brindaba a estas niñas decidió poner en sus manos a su hija Carolina, quien para ese entonces tenía tres años.

Esta esforzada mujer define el proceso de crianza de estas pequeñas como una batalla. Para mantenerse y suplir las necesidades de las niñas hacía y vendía helados caseros.
“Con eso era que yo las calzaba, las vestía y las mandaba a la escuela. Yo estaba siempre pendiente para que ellas no estuvieran peor que las demás niñas”, agrega.

Aunque dice ser privilegiada con la buena salud de sus hijas, recuerda las tantas veces que salió de emergencia al médico con la más pequeña que sufría amigdalitis.

Para su hija Lucía, Rosa es la persona más importante, a quien dice le debe todo lo que tiene. “Ha sido una relación de madre a hija, aunque con algo de pleito porque las madres son muy sobreprotectoras”, destaca. Lucía es madre de dos niños, de 4 y 2 años, quienes desde que se levantan de sus camas lo primero que piden es que los lleven para donde “mami Rosa”. A sus 60 años Rosa no termina su faena, ya que hay momentos en que se comporta como madre con los niños de su sector. Su colmado se convierte en una especie de guardería. “Cualquier muchacho, no importa quien sea, que veo por ahí yo lo agarro y si hay que bañarlo y darle de comer lo hago, porque eso me hace sentir bien”. 

Estadísticas de adopción por causa fisiológica

El Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani) aclara que no todas las adopciones procesadas son únicamente por impedimento fisiológico de la mujer, sino también de hombres y en algunos casos, ambos son los que comparten dicha imposibilidad o impedimento fisiológico. De las entrevistas realizadas por el área psicosocial al momento de los padres postulantes narrar su historia y explicar los motivos por los cuales tienen interés y desean adoptar, salen a relucir que una de las principales causas por las que personas se acercan a realizar un procedimiento de adopción es porque no pueden procrear de forma natural. De estos casos en el día a día se ha podido detectar que un 45% son por imposibilidad de la mujer, 35% por el hombre y el 20% de los casos, es por imposibilidad de ambos. Indica que en los casos de las mujeres que tienen impedimentos médicos, entre las principales causas de imposibilidad para procrear están los quistes, miomas y trompas obstruidas. Mientras que en los hombres están la varicocele, azoospermia y astenozoospermia. Conani destaca que no todos lo que acuden a solicitar una adopción lo hacen porque no tienen hijos. Para tales casos el procedimiento es el mismo. Los padres postulantes (los que quieren adoptar) depositan su expediente, los mismos pasan al área psicosocial donde son entrevistados por un técnico especializado.

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