Libre en un pueblo olvidado. La historia trata sobre Montecristi y sus bellezas.

Tony Rodríguez

Especial/Caribbean Digital

MONTECRISTI, República Dominicana.- Un morro de sal, una barca que no pesca los fines de semana, una playa pintada de turquesa, un reloj centenario, un pueblo estancado en el mutismo.

Las playas y el Morro, olvidados en Montecristi.

Las manos que juraron libertad se estrecharon aquí, entre el salitre y la montaña que sale al encuentro del mar.

Nada le falta a esta seductora villa, que a ojos de Cristóbal Colón, José Martí y de este humilde servidor impone su grandeza en un flash de 500 años.

El periodista Tony Rodríguez, durante su recorrido por la turística ciudad montecristeña.

¿Quién habrá echado el hechizo?  Montecristi no avanza, pese a ser una encantadora reserva natural y un polo turístico de un país turístico y de vocación de naturaleza.

No hay lugar que no encaje a lo absoluto de la belleza.  Lo fantástico, lo histórico, lo natural.  Tan solo un hechizo puede justificar que este altozano que evoca a Cristo, pueda estar estático.

Fin de semana cualquiera, crucificado en el Morro, acariciado por la belleza y el encanto de un pueblo ignorado por turistas e inversionistas.