La enfermedad más mortífera

Rafael Baldayac

Hoy es Día  Mundial del Corazón declarado hace dieciséis años por la federación internacional, con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNESCO. Cada 29 de septiembre  a nivel planetario  presentan estrategias y se dan a conocer masivamente las enfermedades cardiovasculares, su prevención control y tratamiento en todos los países.

La Federación Mundial del Corazón en esta fecha organiza en más de cien países eventos que ayuden a hacer conciencia sobre los problemas cardiovasculares.

Este tipo de enfermedades como el infarto de miocardio y el accidente cerebro vascular son desafortunadamente las más mortíferas del mundo, no en vano se cobran mundialmente  17.1 millones de vidas al año. 

En la mayoría de los países de  Latinoamérica,  causan 1.6 millones de muertes al año, el 30% de ellas prematuras en personas de 30 a 69 años.

Una gran proporción de estas muertes podría evitarse con una alimentación saludable que reduzca el consumo de sal, con ejercicio físico y evitando el consumo de tabaco.

Promover y facilitar estos estilos de vida saludable requiere la existencia condiciones que faciliten el acceso a alimentos frescos y naturales, entornos seguros para la actividad física y donde se promueva una vida libre de humo de tabaco.

La palabra «corazón» se menciona 743 veces en la Biblia, y se utiliza en varios contextos. Las referencias que tienen mayor significado para los cristianos involucran la representación de los deseos o voluntad de una persona. Dios desea que la gente lo ame con todo su corazón. Cuando se alejan, Dios desea que regresen a Él con todos sus corazones.

¿El pasaje introductorio quiere decir que Dios puede mirar al órgano biológico que bombea la sangre en nuestro cuerpo?.

Aunque hay pasajes bíblicos que pueden hablar del corazón como el órgano biológico indispensable para la vida física (Génesis 18:4,5; Levítico. 17:11); la mayoría de las veces que encontramos el término “corazón” en la Biblia, no se refiere al órgano biológico que bombea la sangre en nuestro cuerpo.

Cuando la Biblia habla del “corazón” se está refiriendo a la parte interna de una persona (1 Pedro 3:3,4), al hombre (sentido genérico) interior. El corazón, pues, es quien es realmente la persona (Proverbios 23:7a).

En la Biblia, el corazón frecuentemente representa la voluntad de una persona o de una nación entera. Los israelitas crían que hacían la voluntad de Dios siendo circuncidados, pero Dios destacó que Israel aún era «incircunciso en el corazón» (Jeremías 9:25-26).

Jesús dijo que «donde está tu tesoro está tu corazón también»: Nos aconseja «ser cautelosos» (Lucas 12:34). Dios desea que tu corazón se enfoque en él. «Ama a Jehová tu Dios con todo tu corazón y toda tu alma y toda tu mente» (Mateo 22:37):

La concepción hebrea de la palabra “corazón” lo señala como el centro que gobierna todo el ser y, por consiguiente, todas sus acciones. La Biblia usa la palabra corazón para referirse a los aspectos emocionales, intelectuales y volitivos, entre otros usos.

Sabemos que estas tres partes se encuentran en el alma, por lo tanto, bien podría decirse que el corazón es también el alma, de acuerdo a las Escrituras. En el Nuevo Testamento, la palabra corazón es sinónimo de persona.

Desde el Antiguo Testamento, Dios muestra al hombre la necesidad de arrepentimiento y conversión del corazón, haciendo notar que se necesita un corazón nuevo: “Y les daré un corazón nuevo, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ez.11:19).

El corazón de los israelitas es el prototipo del corazón de todo el género humano, con excepción del Señor Jesucristo. Nunca pierda de vista el carácter de Cristo, porque  los demás nos ven a nosotros y no al Señor en nosotros. ¿Qué pasa? Jeremías dice: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas” (17:9).

Salomón dice a su hijo: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón” (Proverbios 4:23). El Señor Jesucristo dice a las iglesias: “Yo soy el que escudriña la mente y el corazón” (Apocalipsis 2:23).