La curiosa convivencia entre mexicanos y libaneses en una pequeña población de EE.UU.

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Latifa Saleh tiene una tienda de comida y productos variados en la calle principal de Bell.

Tacos rellenos de carne de chivo sacrificado respetando la doctrina del islam. O kebabs acompañados de pico de gallo, guacamole y chiles para realzar el sabor.

La comida, que de una forma tan primaria nos apega a nuestra cultura, puede servir como puente, delicioso además, para salvar distancias.

Es lo que ocurre en Bell, una pequeña población del sureste de Los Ángeles, en California, donde conviven mexicanos y libaneses que llegaron al lugar más o menos en la misma época, allá por los años 70 y 80 del siglo pasado.

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La fusión culinaria que se observa en Bell es indicativa de la integración cultural a otros niveles.

En sus calles se pueden ver, compartiendo fachada, locales de comida mexicana elaborada de forma halal (con alimentos aceptados y preparados según la ley islámica) y mercados de productos halal con un toque latino en su preparación.

Vecinos, socios y amigos

Ajenos a las tensiones o ataques de los que son objeto, sobre todo en un año de campaña electoral en el que mexicanos y musulmanes están muy presentes en los discursos de políticos como Donald Trump, los habitantes de este y otros pueblos de los alrededores no tienen ningún recelo entre sí.

Con una población de unas 40.000 personas, más del 90% de los residentes de Bell es de origen mexicano y poco más del 5%, de origen libanés.

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Cuando el gobierno local de Bell cayó por un escándalo de corrupción en 2010, los residentes, de mayoría latina, votaron por un alcalde libanés, Alí Saleh.

Los estadounidenses que habitaban la zona fueron trasladándose de Bell ante la caída del empleo y la falta de oportunidades en los años 80, y los mexicanos tomaron el relevo.

En el caso de los libaneses, la larga y dolorosa guerra civil que azotó su país entre 1975-1990 hizo que muchos de ellos abandonaran el país, y algunos llegaron a esta localidad vecina a Los Ángeles.

Llegaron más o menos al mismo tiempo y quizá esa sea una de las razones que explique la armonía con la que conviven.

Otra razón, en opinión de Antonia Trejo Mejía, dueña del restaurante El Colimense, es que las culturas no son tan distintas.

«Somos muy expresivos, cariñosos, efusivos… nos parecemos», le dice Trejo Mejía a BBC Mundo.

Natural de Colima, México, Trejo Mejía vive en Bell desde hace 23 años y nunca ha tenido ningún problema con sus vecinos.

Sus hijos tienen amigos musulmanes que vienen a la casa con relativa frecuencia, y la mujer no encuentra ninguna diferencia en el trato, el comportamiento o la forma de divertirse de los chicos.

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Antonia Trejo Mejía dice no haber tenido un solo problema de convivencia en estos 23 años.

«Es más la preocupación de la gente de fuera», comenta.

«Alguna vez mis amigos o familiares que no viven aquí me preguntan si no me da miedo que de repente haya algún terrorista, pero esa inquietud aquí no la tenemos».

Y añade que es por dos razones: «Una, no podemos vivir con miedo y otra, no podemos generalizar».

¿Secuelas después de San Bernardino?

No sólo familiares o amigos se hacen preguntas sobre la convivencia.

Tras el ataque de San Bernardino del pasado mes de diciembre, en el que los autores de los disparos eran musulmanes presuntamente radicalizados, los medios se acercaron a Bell para investigar si el miedo y la desconfianza habían calado.

Pero no fue así.

Latifa Saleh, copropietaria de Fatima, un mercado de productos halal, es vecina de negocios de Antonia Trejo Mejía y comparte su forma de ver las cosas.

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En la tienda de Latifa Saleh conviven los distintos idiomas.

«Aquí no hemos tenido problemas. Tengo mis clientes, entran, salen, todos somos como una familia«, explica Saleh.

Fusión gastronómica

La convivencia se refleja en cómo se gestiona la tienda: Latifa y su esposo, Ali, son de origen libanés; Jorge, el cocinero, y Leo, el encargado, de origen mexicano.

Basta pasar unos minutos en el local para apreciar esa combinación de orígenes, se oye hablar inglés, español y árabe indistintamente, incluso a veces en una misma frase.

Latifa Saleh muestra con orgullo los productos que venden en la tienda y hace hincapié en que si bien todo es halal, tienen muy en cuenta los gustos de los mexicanos, en particular su predilección por el picante.

En el caso de El Colimense, su dueña subraya que prepara los platos respetando la tradición de su Colima natal, pero teniendo en cuenta a sus clientes musulmanes.

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Este plato colimense, birria de chivo, está preparado con carne halal.

La adaptación de la comida a los gustos de unos y otros es sólo un elemento dentro de un proceso más amplio en el que ambos grupos aprendieron a compartir las calles y se convirtieron en una comunidad integrada.

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