La causa del gozo y la alegría

Rafael Baldayac

Los aspectos emocionales del hombre han sido siempre una preocupación para los que se han dedicado a descifrar el comportamiento de la más social de las criaturas de este planeta. Los motivos que nos impulsan a alcanzar metas increíbles, ha superar nuestras capacidades, ha revertir los fracasos en triunfos y sobre todo a tratar de establecer relaciones con el resto de nuestros semejantes, han sido objeto de desvelo para innumerables científicos, filósofos y pensadores.

Sin embargo la evolución no puede explicar las emociones. Siempre fue un enigma que algunos tuvieran capacidades distintas al resto y los denominados “genios” eran considerados fenómenos de la naturaleza, aquellos que eran capaces de solucionar los más diversos problemas e incluso de plantearse otros nuevos, acapararon y acaparan la atención de todos.

Inteligencia emocional, gestión emocional, educación emocional, crecimiento personal, autoayuda, empatía… estos y muchos otros conceptos están a la orden del día y conviven cada vez más junto a nosotros.

Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado qué son realmente las emociones, para qué sirven y cuál es su función biológica? ¿Cuál es su origen? O aún más: ¿son las experiencias emocionales de los animales similares a las de los humanos?. La evolución no puede explicar las emociones. La materia y la energía son inanimadas. Hechos 14:17.

Cual es la causa del Gozo y la Alegría?  Solo la Biblia explica que fue Dios el que puso la alegría en nuestros corazones (Salmo 4:7), y el gozo inefable se encuentra solo en la presencia del Creador. “…en tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmo 16:11).

La alegría es un gozo del espíritu. Los seres humanos conocemos muy bien el sufrimiento y el dolor, y quienes han perdido a un ser querido lo han experimentado en toda su profundidad. Bien, pues así como el ser humano conoce el dolor y el sufrimiento, es capaz de tener las sensaciones opuestas: bienestar y… ¿Felicidad? Sí, felicidad.

Sin embargo la alegría es distinta del dolor, pues el dolor generalmente tiene causas externas: un golpe, un acontecimiento trágico, una situación difícil. Y la alegría es exactamente al revés, proviene del interior. Desde el centro de nuestra mente, de nuestra alma, hay un bienestar, una paz que se reflejan en todo nuestro cuerpo: sonreímos, andamos por ahí tarareando o silbando una tonadita, nos volvemos solícitos… El cambio es realmente espectacular, tanto que suele contagiar a quienes están al rededor de una persona así.

La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro espíritu las cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que viene desde de adentro.

 

La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor, particularmente el amor en pareja. Ese amor es, efectivamente, el principal combustible para estar alegres. Quien no ama, no ríe. Y es por eso que el egoísta sufre, y nunca está alegre.

Ponte feliz cuando estés inmerso en una gran dificultad, es el consejo que da en la Biblia Jacobo, conocido popularmente como Santiago.

Usualmente vemos la alegría como el resultado emocional de pasar por un momento en el que las circunstancias de la vida son favorables. Si todo va bien, nos sentimos bien. Jacobo por su parte plantea que no nos sentemos a esperar que nuestras emociones tomen el control de nuestra vida, sino que nuestra vida ejerza el control sobre ellas.

Es decir, que no aguardes a ver cómo te vas a sentir al pasar por una dificultad, sino que decide estar feliz en tanto que pasas por esa dificultad.

¿Puede uno decidir cómo se va a sentir emocionalmente? Sí, el cristiano espiritual  tiene la habilidad espiritual de estar feliz en medio de las más terribles pruebas, debido a que esa felicidad viene como consecuencia de estar bajo el dominio del Espíritu Santo.

La felicidad o el gozo no es un sentimiento  que se vive como resultado de pasar un buen momento, sino que es un estado espiritual.