Irene Villa: «Si no perdonas, no puedes tener una vida feliz»

Es inevitable recordar la primera vez que oímos el nombre de Irene Villa. Fue por el brutal atentado terrorista que sufrió, junto a su madre, cuando tenía solo 12 años.

Desde entonces, esta es una tarjeta de presentación de la que debe de estar harta…

Corazón Y es lógico que esté harta de esa tarjeta de presentación, porque han pasado ya 26 años e Irene es mucho más que eso.

Irene Villa Hace tiempo que dije: «No me presentéis como víctima, por favor». Porque soy cualquier cosa menos eso. Todo el mundo que asiste a mis conferencias, lee mis libros y me conoce un poco, lo sabe. Yo no quiero que mi nombre esté atado al de ETA. Aquí no hay ni victimismo, ni ira, ni queja, ni rencor, lo que hay es un futuro que mejorar y un presente que vivir, disfrutar y potenciar.

C. Voy a pedirle, entonces, que se presente a sí misma.

I.V. Una chica entusiasta, que todavía se siente joven a las puertas de los 40, porque me siento mejor ahora que a los 20. Ya sabes eso de que para atrás, ni para coger impulso. Y si miras hacia atrás solo está permitido hacerlo de dos formas, con gratitud o con perdón. Me defino también como una mujer enérgica, madre de tres hijos pequeños, que te quitan energía, pero también te la dan.

C. Recuerdo la última entrevista que tuvimos. Hablábamos de maternidad, usted acababa de tener a su primer hijo. Y ya van tres…

I.V. Carlos ya tiene cinco años y ¡qué cinco años! Me ayuda en todo, tiene una cabeza y un instinto de protección con sus hermanos… La gente me dice en la calle o a través de las redes sociales que transmitimos felicidad. Es lo que yo quiero fomentar, paz, libertad, armonía, amor, generosidad… Son valores que, al margen de la religión, tendrían que estar presentes en la educación de nuestros hijos, en el colegio.

C. Me quedo con algunas definiciones y voy a añadir alguna más, ¿le parece?

I.V. Perfecto.

C. La veo siempre alegre, optimista. ¿El optimismo se aprende o viene de fábrica?

I.V. Las dos cosas. Ayer lo hablaba con mi madre, porque leímos que la depresión se había convertido en la enfermedad del futuro. Y a mí no se me ocurre caer en ella. Me decía mi madre: «Yo creo que tenemos los genes de tu abuelo, que era alegre, bromista y buena gente». Con esto quiero decir que hay algo de genética, pero también se puede potenciar, volcándote en los demás, contagiando alegría, aunque a veces te apetezca quedarte en casa, viendo series en inglés, porque tengo que contarte que la semana que viene doy una conferencia, enterita en inglés, en el Parlamento Europeo.

C. Es que también es conferenciante. ¿Y qué tal llevamos el inglés?

I.V. La conferencia me la sé de memoria. Lo peor serán las preguntas, pero saldré adelante, seguro.

La felicidad radica en estar volcado en los demás»

C. De eso no me cabe duda.

I.V. Pero, lo que te decía de no quedarse en casa, era porque pienso que hay que fomentar la proactividad, relacionarnos más, porque las tecnologías están muy bien, pero, por otro lado, nos aíslan.

C. ¿De qué va a hablar en el Parlamento Europeo?

I.V. Del deporte adaptado y de lo que ayuda a la gente con discapacidad. Van los ministros de deporte de toda Europa.

C. Habría que añadir a su presentación que es una gran deportista esquiadora, con muchos títulos…

I.V. El ejercicio es importante para todo el mundo, pero para las personas con discapacidad más todavía, porque para mover una silla de ruedas o unas prótesis de titanio, necesitas tener forma física.

C. ¿Es tozuda?

I.V. Ser obstinada y pensar que hemos venido aquí a luchar te ayuda más que un talento innato o una mente superdotada. Cada vez que mis hijos me dicen: «Me rindo», les digo que eso no vale, que esa no es una opción. La clave del éxito en la vida es la constancia.

C. Es además una mujer solidaria, generosa y comprometida.

I.V. Todos los que somos así es porque sabemos que la felicidad radica en estar volcado en los demás y dejar de mirarse tanto el ombligo.

C. Cuéntenos cómo nació la Fundación Irene Villa.

I.V. Por mi marido, porque yo he estado en mil asociaciones, colaborando en todo aquello en lo que he podido: mujer, concienciación, discapacidad, el cáncer, la pobreza infantil… Fue Juan Pablo el que dijo: «Tendrás que hacer tú tu propia fundación». Pensé: «¿Para qué voy a hacer yo una con todas las que hay?». Pero por otro lado, me dije: «¡Qué bonito dejar un legado de lo que significa mi nombre: los valores, los principios, el optimismo, el humanismo…». Eso fue lo que me convenció. Hemos hecho muchas cosas de deporte para personas con discapacidad intelectual y con la Fundación También haremos algo pronto sobre la discapacidad física.

C. Un clásico de la Fundación Irene Villa, desde 2014, es la Flor Dulce de Navidad.

I.V. Es nuestro proyecto estrella. En la página web de la Fundación se ve cómo lo elaboran personas con discapacidad intelectual. Este año va a subir mucho la producción porque nos la han pedido empresas para regalar a sus empleados en Navidad, ya que además de estar contribuyendo a la inclusión laboral, que para eso es el dinero, es una manera de decir que estas personas extraordinarias tienen mucho que aportar también. Nos sirve a todos, porque son una lección de vida. Estos chicos también venden la flor en algunos centros Carrefour, del 11 al 23 de diciembre. No veas cómo lo venden, porque lo hacen todo: elaborar, empaquetar y vender. A raíz de este proyecto ha habido empresas que han querido contratarles.

Cada vez que mis hijos me dicen: ‘Me rindo’, les digo que eso no vale, que esa no es una opción”

C. A veces son peores las barreras mentales que las físicas y hay que luchar contra muchos prejuicios de la gente.

I.V. Por supuesto. No sabes cómo son estos chicos de metódicos, detallistas y con el entusiasmo que hacen su trabajo. Lo elaboran con tanto amor, con tantas ganas de que quede bien, que consiguen hacerlo incluso mejor. En la Fundación Prodis, que es con quien colaboramos este año, quienes van a ser beneficiarios de esta actividad para cursos de inserción laboral les contratan para Correos para seleccionar cartas, por ejemplo. Porque hay trabajos que pueden hacer de manera concienzuda.

C. Uno siempre se imagina cómo habría sido su vida si no hubiera ocurrido esto o aquello. En su caso, es inevitable preguntárselo.

I.V. Si te digo lo que dice mi padre… Según él yo habría sido peluquera de Aluche, «pero con mis piernas». Yo le digo: «Vale papi, gracias». Él no ve todo lo que he llegado a hacer por medio mundo, él valora más que yo haya perdido mis piernas. Mi madre, sin embargo, dice que aunque no hubiera ocurrido aquello, yo habría sido una persona igual de alegre, entusiasta y luchadora porque ya lo tenía de serie. Pero no me habría conocido nadie porque yo no tengo un talento especial.

C. Bueno, la habrían conocido las clientas de la peluquería…

I.V. Eso (risas). Pero ni siquiera para escribir, porque no me considero escritora, sino transmisora. A mí lo que me gusta es llegar al corazón y dar un mensaje, pero no soy una escritora que haga magia con las palabras. Por eso mi madre dice: «Tenía que pasarnos esto para que tú tuvieses un altavoz y contagiar ese espíritu que ya tenías antes de…». Fíjate qué dos maneras tan distintas de ver la vida mi padre y mi madre…

C. Hace unas semanas supimos que la Audiencia Nacional reabre el sumario del atentado que sufrieron en 1991. ¿Esto cómo se ha recibido en casa?

I.V. Yo me mantengo al margen. Si no se ha llegado a nada en 26 años, ahora creo que es mucho más difícil y como además es algo que ya hemos superado… Mi mensaje va por otro lado, va de mirar hacia delante.

C. ¿Qué es el perdón, Irene?

I.V. Si no perdonas, no puedes disfrutar de una vida plena, intensa y feliz, porque es tener un corazón contaminado. Yo ya tengo varias partes de mi cuerpo amputadas, como para que también me amputen el corazón. Este se queda íntegro y lleno de luz, pasión y amor.

C. Nada que añadir.

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