Honrar, honra. Profesora Cecilia Aurora Báez, ejemplo de modestia y felicidad

Por Fernando Peña

SANTIAGO, RD./ Yo la bautizaría como la maestra del pueblo. La recuerdo inconfundible, con su imagen delgada, con su ojos cristalino, con su paciencia de maestra verdadera como si siempre estuviera rodeada de sus queridos discípulos. Era como el anticipo de su conciencia impoluta haciendo juego a su estampa moral a su contagioso optimismo.

Cecilia Aurora Báez, madre del destacado periodista y publicista Carlos Ramírez Báez, y  de los prestantes profesionales de Santiago,  José de Jesús , médico y Guillermo Federico, odontólogo, encarnó y simbolizó toda una  época, fue una educadora de alma, la enseñanza fue su pasión y sus alumnos sus predilectos, seguidora entusiasta de  Ercilia Pepín, de quien estudió sus instrucciones pedagógicas, admiradora  de las ideas del prócer Ulises Francisco Espaillat, profesor que fue Secretario de Educación y en 1876 fue Presidente de la República, quien sostenía que para el conocimiento de la sociedad y su progreso era de rigor tomar en cuenta tres aspectos: el estudio de la historia, la gloria del trabajo y las aspiraciones de la libertad, justicia y enseñanza.

Por ello, doce años después de su muerte, a Doña Cecilia Aurora Báez Collado, su  nombre se impuso a la Escuela de Laguna Prieta, que en lo adelante se llamara “Centro Educativo Profesora Cecilia Aurora Báez Collado” por resolución del Ministerio de Educación de la República Dominicana.

Muchos de sus alumnos la recuerdan con nostalgia, se convirtieron en seguidores suyos, en sus discípulos. Al ser nombrada el 21 de Octubre de 1937 como profesora de la escuela rural de Estancia Nueva, Santiago, lugar apartado y con callejones de tierra, nos cuenta su hijo Carlos Ramírez Báez, que cuando lloviznaba había que quitarse los zapatos para poder transitar, “lo que nunca fue motivo para que Cecilia Aurora dejara de asistir al cumplimiento de sus labores, aun a bajo fuertes temporales”.

Toca ahora al Ayuntamiento de Santiago, a sus regidores, al Alcalde Gilberto Serulle, completar este merecido homenaje y reconocimiento e imponer a una calle su nombre, para que sirva de ejemplo a la presente y venidera generaciones a ser, aprender, reflexionar, vivir en felicidad, servir a los demás en el amor y la fraternidad.

Sé que los versos del Argentino Juan Genaro González Vedoya, maestro, poeta, periodista y humanista, publicado en 1930, pintan el sentimiento que despertó la figura, la profesora Cecilia Aurora Báez Collado:

”Maestra que una tarde te fuiste silenciosa / con tus ojos azules cargados de ilusión / llevando en tu partida / perenne y misteriosa / el candoroso ensueño que urdió tu corazón / Aquel ensueño dulce que palpito en tus horas / con emoción hermana, tiernísimo de amor / aquel rosado ensueño que se tejió en aurora / y tuvo los encantos del lirio y de la flor. / Maestra noble y buena que fuiste hacia el misterio, / en alas de ese ensueño que alimento tu cruz, / lleguen a ti mis versos, cual notas de un salterio, / escalando las alturas de la divina luz”.

La educación es un apostolado y una especie de sacerdocio. Si la patria debe agradecimiento es al maestro a quien más a de agradecer por prepararle ciudadanos buenos y virtuosos que un día serán su fuerza y su gloria.

Las palabras pueden persuadir, el ejemplo arrastra, y el ejemplo de la profesora Cecilia Aurora Báez Collado ha motivado, ha dechado de buenas obras a miles de jóvenes, a hombres y mujeres en la pureza de costumbre, en la gravedad de sus conductas. Ella Dedico más de medio siglo de su vida a la educación y la enseñanza, así como a la labor de difusión de la cultura y las buenas costumbres.

El autor es periodista

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