«El precio de la cárcel». Los presos pagan su condena y algo más…

Carlos Tejeda

Especial/Caribbean Digital

SANTIAGO, República Dominicana.- Dicen que el tiempo es implacable y que es uno de los recursos irrecuperables, de hecho muchos afirman que el amo del reloj es la vida misma en cada minuto que marca ya sea análogo, digital o de arena.

Periodista Carlos Tejeda.
Periodista Carlos Tejeda.

Para los “internos”, como se le llama a los privados de su libertad desde la implementación del nuevo modelo penitenciario dominicano,  el precio de su condena no sólo se traduce en tiempo sino que, según fuente de entero crédito, deben pagar por “todo lo que consumen allí dentro” durante el periodo correctivo.

Una cárcel. Foto de archivo.
Una cárcel. Foto de archivo.

Lo sorprendente de todo es que el lugar donde los internos adquieren los productos de primera necesidad es un economato, que según el significado del término consultado en el diccionario virtual wordreference, es un “establecimiento en el que determinados colectivos pueden adquirir mercancías a menor precio que en las tiendas habituales”. No obstante, algunos reos afirman que la mayoría de los productos y artículos superan el precio de cualquier establecimiento comercial del país. A ello se la suma escases de productos, largas filas y el horario cronometrado de venta a lo interno del recinto.

Los que tienen suerte de estar en un penal próximo a su lugar de origen o residencia, pueden contar con la visita de familiares y amigos que, en ocasiones, le llevan uno que otro regalo ya sea dinero (canjeado por boletos con el mismo valor del billete), ropa o alimento. Aquellos que han sido trasladados por conducta inadecuada o por la “gravedad del caso” deben hacer malabares para poder conseguir los recursos del día a día.

Si bien es cierto que el nuevo modelo penitenciario ha eliminado la circulación de efectivo en los planteles a fin de “combatir la corrupción, instalando economatos que les expenden artículos varios y que no representen peligrosidad, a través de un sistema de tickets”, no menos cierto es que aún existe el trueque de mercancías y estupefacientes ilícitos. Valida es la pregunta ¿Quién da paso a “lo prohibido”? la respuesta a la misma la podemos encontrar en el caso DICAN, DNCD y DICRIM.

El precio no se limita a tiempo y recursos materiales, a ello es adherido el rechazo social que reciben de personas y familiares al ser liberados e insertados en la sociedad como “hombres y mujeres de bien”. En consecuencia llegan los trastornos y desordenes emocionales que terminarán llevando al “rehabilitado” al mismo lugar que le indujo a romper las reglas y a tomar la “vía fácil”, es por ello que las cifras de personas reincidentes en crímenes y delitos son alarmantes.

Por otro lado está el precio traducido en angustia y sacrificio de la madre del privado de libertad. Días de dolor, noches de insomnios, cambios en la agenda y horas extras en el trabajo para poder compensar el nuevo gasto del hogar, son lagunas de las consecuencias de un proceso que pudo ser evitado con mucha atención y educación en valores de aquel niño que hoy es un hombre tras las rejas.