Doña Marina, tiene cien años y está durita como un cañón

Tony Rodríguez

Especial/Caribbean Digital

Santiago.-  Luz Marina Rodríguez Jorge es fanática de Las Águilas Cibaeñas y del artista Leo Marini. Hasta hace poco jugaba bingo y dominó en clubes sociales de Santiago y confiesa que se retiró de los casinos cuando el año pasado obtuvo ganancia de 2000 pesos.

El 10 de febrero doña Marina cumplió 100 años y está durita «como un cañón». La celebración del centenario de la madre de Manolín y Griselda fue al más alto nivel, primero una misa en la parroquia Santa Teresa de Jesús de la Urbanización Los Álamos y luego una fiesta con cena, bizcocho y música en el club social de esa misma comunidad.

El 10 de febrero doña Marina cumplió 100 años y está durita "como un cañón".
El 10 de febrero doña Marina cumplió 100 años y está durita «como un cañón».

Nació en Hatillo Palma el 10 de febrero de 1917, época en que las tropas de Estados Unidos ocupaban territorio dominicano. Inició su adolescencia con la dictadura de Trujillo, de la cual, como todos los nacionales, quedó marcada de recuerdos.

Sus mejores amigas de juventud, Azilladé Martínez, Camelia Ureña, Graciela Sirí y Luz Miranda, las recuerda con dulzura. Con ellas compartió en el Santiago tradicional, de los coches, de las marchantas, de las construcciones victorianas y de las retretas en los parques.

Vivió sus años mozos en el sector Plaza Valerio, en las calles Escalante, Independencia y Colón. Recuerda a doña Carmelita y Lépido, a Zoilo y Mena, a doña Zeneida Rodríguez y sus hijos, a Antonio Genao, Rafael Carrasco, al sastre Romancito, a Papo de Línea Papo y a Los Gómez de Línea La Altagracia, a los Beato, a los Maldonado, a Negro Veras, los Montalvo, los Fernández y a Los Tejada.

Cuando se quemó el Teatro Víctor en tiempos de Trujillo, era casi medianoche, corrió con sus hijos para donde el compadre José Sirí, porque el fuego también arrasó su vivienda. El día que ajusticiaron al dictador, su patrón en la fábrica Bazar-Parisien era Don Rafael Pichardo, recuerda aquella expresión a todos los empleados: «Váyanse en silencio a sus casas que mataron a Trujillo».

Extraña su vista 20-20 y sus oídos que ya no le responden como antes. Pero come bien, camina con su bastón y va a la iglesia.

Su cumpleaños número 100 fue un espacio de recuerdos y de reencuentro con decenas de sus amigos de antaño.  En la fiesta celebrada en el Club Los Álamos, sus hijos Griselda y Manolín, acompañaron a la festejada, agradeciendo a Dios el premio de contar con una madre eterna, que mantiene vivas sus emociones y su memoria, y que es libro abierto de un pasado largo, del que ella ha sido testigo, y sigue siendo en el discurrir de este siglo XXI.

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