De Tiziano a Van Gogh: La diminuta grandeza del mexicano más universal

Mide unos seis milímetros y su apariencia no es la más glamorosa, pero que nadie se confunda: es símbolo de poder, de belleza, de arte.

Se trata de la grana cochinilla, un insecto parásito que se encuentra únicamente en los nopales o tunas de México y que produce un pigmento carmín tan intenso que engolosinó la avaricia de los conquistadores españoles.

Además del oro y la plata, los españoles también se llevaron de México a Europa la particular criatura, refiere una amplia investigación realizada conjuntamente por el Museo del Palacio de Bellas Artes de ese país, la National Gallery de Londres, la National Gallery de Washington, el Metropolitan Museum of Art (Moma) de Nueva York, el Centro de restauración e investigación de los museos de Francia y el Museo Nacional del Prado, en España.

La comercialización de la grana cochinilla llegó hasta el continente asiático y los testimonios de esa asombrosa migración están exhibidos en los grandes museos del mundo. De Tiziano a Van Gogh, el color de la grana demuestra cuán universal es ese diminuto insecto: un mexicano universal.

Rojo mexicano

En el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, una exposición que permanecerá hasta el 4 de febrero de 2018 hace un recorrido pictórico de varios siglos para mostrar cómo el pigmento prehispánico llegó a la paleta de pintores como Tintoretto, Turner, Rembrandt, Velásquez, Renoir, ‘El Greco’ y Van Gogh.

En 2014, el Museo del Palacio de Bellas Artes organizó un congreso internacional para debatir sobre la grana cochinilla y los avances científicos que permitieran identificar cuáles obras universales tenían el pigmento. Mediante pruebas como la espectroscopía Raman, la cromatografía líquida de alta eficacia y la espectroscopía de reflectancia de fibra óptica, se logró distinguir en qué cuadros habitaba ese particular carmín.

«Era el tinte oficial del poder», refiere un video del museo, que explica la presencia del colorante en cuadros tan emblemáticos como «Las Meninas» de Velásquez, «La recámara de Van Gogh en Arlés» y el «Ecce Homo» de Luis Morales ‘El Divino’, del siglo XVI. 

¿Cómo se hace el pigmento?

El rojo mexicano y sus distintas tonalidades emergen cuando se seca y se tritura a la hembra de la grana cochinilla, para luego combinarla con sustancias de diversa acidez. La paleta puede ir del púrpura intenso hasta el rosa pálido.

Su uso por los antiguos mexicanos comenzó en textiles, en cerámicas y, claro, en los códices prehispánicos, excepto en los del área maya. Tras la conquista española, el diminuto animal fue llevado a Europa para un exclusivo intercambio comercial, que fue monopolizado por la Corona española con grandes dividendos. Era un pigmento caro y codiciado que sólo podían adquirir unos pocos en el siglo XVI, así que su uso se convirtió rápidamente en un símbolo de estatus.

Años más tarde, la llegada de tinturas sintéticas de tonalidades granate significó también el ocaso de la cotización del rojo de origen latinoamericano. Sin embargo, pintores impresionistas como Renoir y postimpresionistas como Van Gogh lo retomaron, y la utilización de su tinte persiste hasta hoy, especialmente en la industria textil. Aún es considerado el rojo más intenso en la historia de los pigmentos.

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